Lo primero que vio en Tamara aquel sábado en la playa no fueron los ojos verdes ni las atractivas caderas, sino el águila cobriza que resbalaba por la espalda de quien hoy es su esposa. No sé qué me pasó, pero hallé en ese dibujo algo misterioso, que todavía me excita, confiesa el publicista, de 32 años de edad, al admitir que, aunque no es un fetichista consumado, no puede dejar de mirar el tatuaje de una mujer. No es algo para extrañarse. La psicóloga Inés Montes confirma que, tal y como ocurre con una joya, un buen maquillaje o un sombrero el tatuaje ha sido considerado siempre más que un accesorio de belleza: Hoy parece añadirle el pequeño toque de fantasía que convierte la piel en una extensión de nuestros atractivos eróticos. Montes -ella misma lleva un tatuaje en la zona púbicacita la investigación realizada en 2011 por Sandra Liliana Meneses e Indira Robledo, psicólogas de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz, a través de la cual recogieron información, mediante entrevistas a hombres y mujeres tatuados, sobre la connotación que esas personas les dan a los dibujos en sus cuerpos. Entre las respuestas más frecuentes sobresalía la de dar un significado sexual, es decir, relacionaban el tatuaje con un modo de lograr mejores resultados en el cortejo, al asumirlo como señal en el terreno sexual, lo que aseguraba encuentros exitosos. La especialista sospecha que inclusive el papel de embellecimiento que ciertas personas le asignan es entendido también como parte del comportamiento implícito de cortejo o significado erótico. Fetichismo del siglo XXI . Esa idea de decorar el cuerpo se diferencia de la práctica antigua de marcar el cuerpo para indicar la pertenencia a un clan, secta o, inclusive, a quienes se alistaban para ir a la guerra. Hoy el carácter erótico del tatuaje depende principalmente del lugar en el que se haga y no tanto del motivo en sí, explica el merideño Rau, un abogado que cerró su bufete para hacer del tatuaje y del piercing obras de arte, al tiempo que se ha asegurado un buen modo de ganarse la vida. Rau, quien atiende a sus clientes -generalmente del sexo femeninoen un modesto local en Chacaíto, saca a relucir su frase preferida: La marca corporal es seductora para la vista, pero también para el tacto. Dice que en sus 14 años como artista del tatuaje ha cincelado pechos, espaldas, brazos, ombligos, vaginas y hasta penes, este último una zona difícil de tatuar y, por tanto, más costosa. Tengo en mi haber cerca de mil 500 tatuajes y piercing, dice con aire de falsa modestia.

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