La ironía a Juan Pablo Villalobos le viene perfecta. La ha desplegado con certeza en tres novelas: Fiesta en la madriguera, Si viviéramos en un lugar normal y, la más reciente, Te vendo un perro, todas publicadas por Anagrama. En ellas parodia y se ríe de temas muy nuestros: la violencia, el narcotráfico, la pobreza, la desigualdad, la literatura, la historia y la memoria.

Acude a la ironía siguiendo los pasos de escritores admirados como Juan Villoro, Sergio Pitol y Carlos Monsiváis, pero sobre todos, Jorge Ibargüengoitia. Así ha andado en la literatura al abordar temas tan dispares como la ergonomía de los retretes, los efectos secundarios de los fármacos contra la disfunción eréctil o la excentricidad en la literatura latinoamericana de la primera mitad del siglo XX.

“Las tres novelas que he publicado hasta ahora son una reflexión sobre el estado del país, de temas que son muy serios, la violencia y el narcotráfico en el primer libro; temas de desigualdad, de pobreza y de corrupción en el segundo; el tema de la memoria, el olvido y la marginación en el tercero. Todo es como una especie de reflexión desde el humor de qué ha sucedido en el México posrevolucionario en los últimos años”, señala Juan Pablo Villalobos en entrevista.

El autor nacido en la ciudad de México en 1973, pero que radica en España, dice en entrevista que sus libros también parten de una lectura muy literaria. “Desde esa conciencia de haber leído la literatura de la posrevolución que fue la que intentó explicar, como diría Vargas Llosa, el por qué se jodió México, sabiendo lo que ya se ha dicho y se ha hecho, y desde la irreverencia teniendo como gran modelo la obra de Ibargüengoitia, que es el gran ironista, el gran parodiador del México posrevolucionario, me acercó a la literatura”, afirma el narrador.

Villalobos asegura que Ibargüengoitia parodió la Revolución en Los relámpagos de agosto; y que luego parodió la Independencia en Los pasos de López.

En su nueva novela Te vendo un perro, Villalobos opta por hablar de la desigualdad, la memoria y la literatura desde la mirada de unos viejos que habitan un edificio sólo para ancianos de la Ciudad de México .

“Una vez que tomé la decisión de que fueran viejos me plantee dos reglas: una es que no hubiera un tono nostálgico ni melancólico, de añoranza, y de que el tiempo pasado siempre fue mejor; y lo segundo, que la novela transcurriera primordialmente en el presente, aunque claro que hay algunos fragmentos que pertenecen a la infancia, a la adolescencia y a la edad adulta del personaje, pero la mayoría transcurre en el presente”.

Juan Pablo planteó un personaje en la última etapa de la vida pero decidido a vivir el presente y no el pasado porque le parecía una perspectiva que daba una posibilidad humorística.

“Teo es un tipo que no se toma en serio nada, se está burlando de todo, de lo primero que se burla es de la idea de que está escribiendo una novela, aquí lo que yo intentaba conscientemente era parodiar la metaliteratura, esta novela tan frecuente en los últimos 20 años, del escritor que está escribiendo una novela y la novela es consciente de que se está escribiendo. Teo es un autor que no quiere escribir una novela pero la escribe y se queja de que no quiere escribir una novela y al final la está escribiendo en el acto de negarse a escribirla. Intentaba conscientemente hacer una parodia de este tipo de literatura”, afirma Juan Pablo Villalobos.

El celebrado escritor se reconoce parte de la veta humorística de la literatura mexicana y quiso hablar de las vocaciones truncadas.

“México está lleno de historias de los que quisimos ser algo y no fuimos. Teo es un personaje que quiso ser y no pudo, y que tuvo que conformarse con sobrevivir de la manera que la vida le permitió y esto se llama, elegantemente, precariedad, una palabra muy bonita para algo muy horrible. México es un país que no crea y no produce las oportunidades de trabajo, de salud y de educación para toda la población”, concluye el narrador.

Google News

TEMAS RELACIONADOS