Aunque la unión de hombre y máquina existe desde comienzos del siglo XX en la literatura, Manfred Clynes y Nathan Kline son los dos científicos a quienes se les acredita acuñar por primera vez el término cyborg. Esto ocurrió en 1960 cuando varios países comenzaron la llamada carrera espacial por llevar al hombre al espacio.

Estos individuos estaban convencidos que para lograrlo debían “mejorar” a los astronautas más allá de con un traje, con equipos electrónicos en su cuerpo para los ambientes hostiles. En la edición Astronautics Magazine de esa época mencionaron: “Para el funcionamiento complejo de organización exógena extendida como un sistema homeostático integrado inconscientemente, proponemos el término ‘Cyborg’”.

La palabra se hizo conocida con la llegada varios personajes de la cultura popular como el superhéroe Iron Man quien salió por primera vez en 1963 y es un hombre que se inserta un dispositivo electrónico en el pecho que lo mantiene vivo, o la obra de 1972 llamada “Cyborg” que inspiró la serie de televisión Six Million Dollar Man (El hombre nuclear, en México).

Sin embargo, más allá de sus orígenes, hoy en día es que el término ha tomado mayor injerencia en la vida, porque los avances de la tecnología permiten que las fallas de salud o los accidentes no sean un impedimento para que la gente lleve una vida normal.

Sin darnos cuenta la humanidad ha entrado en una era de los organismos que se ayudan de la tecnología para vivir, tenemos los marcapasos o los implantes acústicos cocleares por mencionar algunos ejemplos. Incluso se ha desarrollado algo llamado “marcapasos cerebrales” que son implantes en el cerebro que alivian los síntomas de las personas con Parkinson. Aunque estas personas no son cyborgs en un sentido tradicional, si lo son en un sentido genérico.

Esta tendencia se ha incrementado en gran proporción y los innovadores han llevado el tema más lejos, ya que ahora más allá de crear prótesis robóticas para restaurar funciones vitales, algunos podrían tratar de incrementarlas.

Patrick Lin, director del centro de Ética y Ciencias emergente en la Universidad Estatal de California, menciona que “Nos encontramos en la frontera de la Revolución del Mejoramiento Humano (...) Sabemos lo suficiente sobre biología, neurociencia, computación y robótica para hackear el cuerpo humano”.

En esta parte entra Rob Spence, un cineasta de origen canadiense que en 2005 perdió un ojo en un accidente con una escopeta, y que reemplazó esa parte con una cámara inalámbrica que transmite a una computadora lo que “observa” en tiempo real.

En 2009 comenzó el proyecto llamado Eyeborg que principió con un prototipo de un ojo que tendría un pequeño espacio para una cámara, hecha por el oculista Phil Bowen y que se evolucionó hasta llegar con el ingeniero Kosta Grammatis y después a su contraparte Martin Ling quienes hicieron el equipo con la tecnología de la compañía RF-Links. La desventaja es que este ojo incluye una batería de baja duración que se debe recargar por USB cada dos horas.

Este avance fue marcado por la revista Time como uno de los 50 más importantes de todo el 2009 y que el propio Spence se llamara un cyborg. Asimismo, en 2011 hizo un vídeo llamado Deus Ex: The Eyeborg Documentary (disponible en YouTube) donde muestra a otras personas que han reemplazado partes de su cuerpo por elementos cibernéticos.

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