Afuera, algunos se detenían a platicar de aquellos años en los que Saúl, Diego, Alfonso y Sabo, se alborotaban la cabellera, se delineaban los ojos de color negro y se hacían llamar Caifanes.

Adentro, en el Eco Centro de Querétaro, la voz de Saúl Hernández decía: “Amanece y no sé qué hacer, me levanto igual que ayer. Hace tiempo y todo sigue igual, me pregunto cuándo cambiará, la distancia es eternidad, ya no puedo respirar.

Nunca nadie me podrá parar, sólo muerto me podrán callar. Nunca nadie me podrá parar, sólo muerto me podrán callar…”.

Alfonso André magnetizó con cada tumbo la batería, Sabo Romo sonreía complaciente mientras tocaba el bajo, Alejandro Marcovich desprendió aros de luz de su guitarra y Diego Herrera en los teclados y el saxofón, igual sorprende.

Los años ochentas han pasado, el 2012 está por terminar, pero ellos siguen siendo Caifanes. Y lo seguirán siendo por muchos años más, porque el misticismo, la espiritualidad, la poética de su música se ha convertido en lenguaje que sigue alimentándose de nuevas generaciones.

Jóvenes que de niños escucharon a Caifanes por gracia de sus padres, por la insistencia de sus hermanos mayores, fueron los más animados en el concierto del sábado 6 de octubre.

Los fieles seguidores de la agrupación, con la camisa bien puesta, no faltaron a la cita. “Para que no digas que no pienso en ti”, fue la segunda canción que interpretaron en el concierto, le siguieron: “Antes de que nos olviden”, “Perdí mi ojo de venado”, “Mátenme porque me muero”, “Piedra”, “Afuera”, “ Los dioses ocultos”, “No dejes que...”, “De noche todos los gatos son pardos”, “Ayer me dijo un ave”, y otras canciones incluidas en los discos “Caifanes” (1988), “El diablito” (1990), “El Silencio” (1992) y “El nervio del volcán” (1994), producciones con las que consolidaron su espacio en la historia del rock en español, en México y Latinoamérica. Afuera del Eco Centro hacía frío y a lo lejos no se distinguían las luces de la ciudad, adentro entre gritos, aplausos, baile y luces de todos colores, subía el calor.

Algunos bailaban, cantaban como verdaderos Caifanes, otros más serenos apenas si movían los labios siguiendo la voz de Saúl Hernández. A las once con quince minutos de la noche se despidieron, pero nadie de los asistentes se movió, sabían que faltaba “Viento”, “La célula que explota” y “La negra Tomasa”.

Después de un rato de rechiflas, regresaron al escenario. Interpretaron esas y otras canciones más, coqueteaban con el público, se lanzaban miradillas de complicidad entre ellos. Gozaban de los juegos musicales. Gozaban de estar en el escenario y ser Caifanes. Y el público también gozó. Y el día que vuelvan a Querétaro seguro habrá un nuevo gozo, para Caifanes y para Querétaro.

Luego de su presentación en esta ciudad, Caifanes se presentará el próximo 20 de octubre en Guanajuato, el 26 en Guatemala y el próximo 27 de octubre en Panamá, provocando el gozo y la nostalgia con la música que han hecho eterna, con lo que fueron y con lo que serán siempre.

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