¿Cómo era el álbum de familia de Rogelio Cuéllar? La pregunta lleva al fotógrafo a su infancia y sin nostalgia alguna cuenta: “No tenía fotos de familia. Me registraron a los cinco años. ¡Otro poco y no me registran! El señor con el que mi mamá vivía me dio su apellido y se fue, a los dos años lo corrió. Antes se mandaba a hacer foto-escultura, con corbata y colorcitos, con un ovalito. Yo llegué de la escuela y ya estaba un baúl con toda su ropa y la foto arriba, y llegó él por sus cosas, entonces le dije: ‘¿Me dejas la foto?’ y dijo ‘No’. Ni esa tuve. Ahora soy un gran coleccionista de foto-esculturas. Nachito, Ignacio, creo que le debo mucho a él; trabajaba en los estudios Glasa y me traía bolsas con los carretes del centro de la película, eran mis legos, y luego me comenzó a traer los stills de las películas, y teníamos una mesa muy grande con las fotos, era mi álbum familiar. Se fue perdiendo todo eso con tantos cambios de mi madre. De Ignacio nunca volví a saber; fue un recuerdo agradable y el apellido”.

La trayectoria de Rogelio Cuéllar como fotógrafo será reconocida hoy en la 26 edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara con el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez; él y Héctor García son los únicos dos fotógrafos en obtener este reconocimiento.

Con formación en cine, artes plásticas, publicidad y periodismo que estudió en la UNAM, Cuéllar es autor de una amplia obra que abarca el paisaje rural y urbano, el desnudo y el retrato de creadores. A los 62, se describe como “un fotógrafo callejero”.

Desde el propio Fernando Benítez, hasta varios de los que han recibido ese homenaje -José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska- han sido cómplices del fotógrafo en el rito de hallarse ante el lente y revelar sin palabras algo de lo que se es.

“Con ellos he convivido, los he admirado siempre, significa mucho, es un gran paquetote que me incluyan dentro de este grupo. Tengo como responsabilidad hacer mejores fotos, trabajar más, publicar más libros, exponer más”.

Su cámara, casi siempre una Hasselblad, ha retratado también a pintores y escultores, a creadores internacionales: desde Antoni Tápies hasta Emil Cioran o Michel Tournier y Julio Cortázar; ahora quiere fotografiar a Miquel Barceló y Sandro Chia, entre otros.

“En el retrato, como lo concibo yo, es muy importante la interrelación con quien estoy trabajando: el dialogo de la mirada, el conocimiento de quién es, cuál es su obra, saber con quién estoy, eso me da una libertad y un acercamiento muy importantes. Suceden muchas cosas: por una parte es escudriñar, saber cómo es su personalidad, si es introvertido, extrovertido, cómo se mueve, cómo mueve sus manos, verlo caminar: si es rápido, pausado… Por ejemplo, Francisco Toledo: conozco su trabajo y demás, y siempre lo veo como una ardillita caminando y con las manos moviéndose, es muy nervioso, muy hiperactivo, hay una foto que tengo de él donde se ve esto. Es buscar algo del alma, del espíritu, captar la esencia, y se busca a través de la mirada y la palabra aunque en el caso de Rufino Tamayo no dialogábamos, no ponía música cuando pintaba ni nada, era callado, silencio total”.

Nacido en la ciudad de México, en 1950, Cuéllar comenzó a hacer fotoperiodismo en 1967; ha sido freelance y ha participado en proyectos periodísticos y, en específico de periodismo cultural en Proceso, Unomasuno, La Jornada.

Distinguido con varios premios por su obra periodística, su fotografía ha recorrido salas de museos y galerías del mundo; la siguiente escala será Cracovia, donde la siguiente semana expondrá unas 50 fotos de Carlos Fuentes.

Con el autor de Aura, en particular, hay muchos momentos que Cuéllar recuerda; él último fue en mayo pasado, 15 días después de su muerte: “Le llamé a Silvia (Lemus, viuda del escritor) y le pedí que me dejara hacer fotografías de su estudio, ella me lo permitió y yo tomé el escritorio, los libros, las fotos y ahí en la pared me encontré su bitácora: decía ‘Mayo de 2012. El baile del centenario’; era, con su letra manuscrita, la escaleta de su nueva novela. Así trabajaba él. ¡Qué mejor retrato!”

Cuéllar también ha recogido su obra fotográfica en libros como De frente y de perfil, Entre la historia y la memoria y El rostro de las letras; su meta ahora es reunir a los creadores fotografiados -que son más de mil- en dos series de libros de artistas y escritores, un proyecto que lleva diez años cargando y que busca patrocinio.

La otra familia

Desde el origen de la carrera de Cuéllar, Fernando Benítez -a quien se conmemora este 2012 en el 100 aniversario de su nacimiento- ha sido una presencia constante: “A Benítez yo lo conocí a mis 17, 18; me toca la efervescencia del 68, e invariablemente, el momento cultural en esa época, cuando se hace el Salón de los Independientes… entonces a donde iba Cuevas estaba Benítez, donde estaba Benítez estaban Poniatowska, Fuentes, Sergio Pitol, Monsiváis, o sea era la familia, José Emilio Pacheco, Vicente Rojo, Héctor Azar… Claro ha nacido una entrañable familia con ellos”.

Además de llevar sus retratos de Fuentes a Polonia, su serie de escritoras se presenta ya en la Universidad Autónoma de Nuevo León y en 2013 expondrá en la Fundación Sebastián retratos de artistas plásticos.

Rogelio Cuéllar se sabe autor de una crónica fotográfica del acontecer cultural; hacerla significa para él dar continuidad a lo que otros fotógrafos en diferentes épocas en todos los países han hecho: que junto a sus obras y series hayan retratado a sus contemporáneos: desde Cartier-Bresson en Francia o Manuel Álvarez Bravo, Tina Modotti, Edward Weston, Graciela Iturbide, Nacho López, Héctor García, Rodrigo Moya…

“Hay una responsabilidad que yo asumo: independiente de si hago fotoperiodismo, si hago desnudo, paisaje rural, urbano, lo que se llama fotografía de autor… ¿por qué los creadores? Porque necesito creer en quien trabajo, con los políticos he hecho chambas que es diferente, hago buenas fotos, pero es chamba”.

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