Si Isaías Mendoza no hubiera decidido partir hacia California, Estados Unidos, en 1988, difícilmente el negocio familiar de artesanías, fabricadas con la fibra vegetal de maguey, hubiera salido del estado de Querétaro. La familia Mendoza, originaria de la comunidad de Villa Progreso, en Ezequiel Montes, comenzó a trabajar el ixtle desde la generación de sus abuelos, quienes se dedicaban a extraer la fibra del maguey para confeccionar el zacate y utilizarlo en el campo.

Años después de que este material fuera sustituido por el plástico, la familia Mendoza dio un nuevo giro y empezó a fabricar artesanías como figuras para nacimientos, llaveros, utensilios para el baño y hasta cuadros de la última cena.

Desde los cinco años, Isaías aprendió a trabajar el ixtle y actualmente, en conjunto con dos de sus hermanos ha logrado expandir la venta de artesanías en otras localidades como Bernal, ubicada en el municipio de Tequisquiapan en el estado de Querétaro, además de la Ciudad de México y en Cuernavaca, Morelos.

“Esto tiene tiempo, trabajar el ixtle es una herencia familiar. Primero hacíamos pura cuerda, zacate y estropajos para baño; también elaborábamos utensilios que necesitaba el campo para arrear a los animales, para amarrar a los caballos, las yeguas y los burros; pero de un tiempo acá, todo esto cambió. Con el tiempo entró mucho plástico y nos reemplazó. Si antes lo vendíamos a 10 o 15 pesos, ahora nos pagaban 5 pesos y ya no convenía”.

“Desde que me acuerdo, mis papás me estuvieron enseñándome a hacer todo esto. Antes este tipo de piezas no las hacíamos… En si trabajamos muchos estilos de arreglos de decoración como flores, tapetes, bolsas y las figuras que nos pidan. No usamos un molde como tal, el ixtle no es como el barro o la cestería, es diferente y trabajamos según queremos”, explica Isaías.

El municipio de Villa Progreso, ubicado a poco más de ocho kilómetros de la cabecera de Ezequiel Montes, es una localidad conocida por la fabricación de artesanías como cerámica, lana y trabajos de fibra de maguey; planta que también aprovechan los pobladores para extraer cuantiosas cantidades de pulque, “la bebida de los dioses”, según los aztecas.

En esta misma localidad, al cumplir los 15 años, Isaías decidió emigrar al país del norte donde trabajó alrededor de dos lustros en la industria restaurantera. La decisión de partir hacia Estados Unidos, según explica, estuvo motivada por dos razones: la primera fue por necesidad y la segunda, por la curiosidad de conocer la Unión Americana.

“De chicos trabajamos un tiempo, mientras íbamos a la escuela. Sólo salimos de la secundaria porque no había para más, en sí nuestros papás no tenían el modo para mandarnos a la preparatoria ni a la universidad. Para nosotros ir a la prepa era hermosísimo, ¡un sueño! pero era para los que podían, para los que no, pues no iban”, relata.

De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en la población de Villa Progreso se contabilizaron, en 2010, un total de 5 mil 604 habitantes y de acuerdo con el Consejo Nacional de Población (Conapo), a nivel estatal, el municipio de Ezequiel Montes está posicionado como el número 10 en expulsión de migrantes hacia Estados Unidos, por debajo de las demarcaciones de Amealco de Bonfil y Peñamiller.

El grado de marginación en la localidad es alto, además de que, en todo el municipio alrededor de 26.01% de la población de 15 años o más no cuenta con la primaria completa; mientras que 38.6% cuenta con ingresos de hasta dos salarios mínimos.

“Vendo mucho más que antes”

Isaías relata que tras emigrar a Estados Unidos y trabajar como ilegal, aprendió la forma de hacer negocios; enseñanza que señala, 10 años después puso en práctica con las artesanías fabricadas con ixtle.

Comenta, la pionera en la familia en trabajar las artesanías, fue su hermana Felipa, quien en un inicio, sólo obtenía ganancias a través de Casa Queretana, ubicada en la capital del estado.

“Ella fue la que empezó y yo le ayudaba. Somos varios hermanos, pero ella empezó a hacer cosas que les gustaban a la gente y se vendían… Felipa lo trabajaba, pero no había hecho el negocio más grande, lo tenía chiquito y le vendía a la Casa Queretana, pero de a poquito no íbamos a crecer”, señala al mencionar, que su hermana ahora cuenta con un punto de ventas en las cavas de Freixenet, en Tequisquiapan.

“El ixtle era un modo de lograr algo aquí con un trabajo y como ya tenía los conocimientos para trabajar la fibra lo retomé cuando regrese de Estados Unidos con una forma diferente. No sólo hacíamos una cuerda o un zacate, sino que les empezamos a dar forma para usar el hilo de una manera distinta”, menciona.

Isaías reconoce que el principal conocimiento que adquirió en el país vecino, fue la forma de relacionarse en los negocios, pues comenta, que el acercamiento con personas de diferente procedencia lo motivó a desenvolverse con todo tipo de gente para poder vender su producto.

“En Estados Unidos trabajas con muchos tipos de razas, de personas y te relacionas con gente de todos lados, te platican y conoces las formas de pensar de uno y de otro… También ves que algunos invierten su propio dinero y ponen sus restaurantes.

Nosotros nos regresamos, llegamos a invertir aquí con el ixtle, algo que ya sabíamos hacer, tras lo cual compañeros de allá [Estados Unidos] le echaron ganas y crecieron; pero es de ese modo, el chiste es buscar algo de acuerdo a tu ambiente, lo que hay cerca. En Villa Progreso hay ixtle y es lo que sé hacer. Antes hacía puro mecate, no lo explotaba tanto, ahora hago artesanías, me salgo a venderlas y vendo más que antes”, añade.

El procedimiento

El queretano explica que trabajar la fibra del maguey es un proceso largo y pesado. Para extraer el hilo deben esperar alrededor de siete años a que la planta esté madura y a punto de dar pulque.

Cuando está en “su punto”, es momento de recolectar las hojas centrales, las cuales son talladas o golpeadas contra una tabla de madera, hasta obtener la fibra. Después el hilo se coloca al sol por varios días, una vez seco se peina para remover los restos de la carnosidad de sábila y las espinas.

Debido al largo proceso la mayoría de productores, incluída la familia Mendoza, compra el ixtle listo para transformarlo en artesanías y acelerar el tiempo de elaboración de los productos, que en promedio, están listas en tres semanas.

La venta de las artesanías, explica, depende de la temporada. La mayoría de sus clientes buscan figuras para nacimiento y es hasta la segunda mitad del año cuando obtienen el mayor número de ganancias. Sin embargo, el trabajo inicia desde antes, cuando se acelera la elaboración de algunas figurillas para poder comercializarlas a finales de año.

“[La producción] es variada, por decir, unas 150 piezas, se hacen tres semanas … Las figuras van saliendo como los clientes los van solicitando. La temporada más fuerte es diciembre, pero se empieza a vender del medio año en adelante. El negocio sí ha crecido y ha sido factible, sino ya me hubiera buscado otra chamba o me hubiera regresado de mojado”, dice Isaías, al señalar que el precio de un nacimiento de 20 centímetros llega a costar 500 pesos.

La mayoría de las figuras son religiosas, desde un ángel hasta imágenes de Cristo y “Lupitas”. La más elaborada y que mayores ganancias le ha representado, fue un arcángel que fabricó con una base de madera y adornos de ixtle, en alusión al patrón de Villa Progreso, San Miguel.

“Era un ángel grandote, del tamaño de una persona… La vestimenta, los tejidos y los adornos eran de ixtle, pero también de madera. Se quedó en Querétaro. No sé si lo vendí bien barato, en 8 mil, 7 mil pesos… Hacemos lo que más se vende, como lo van solicitando”, dice.

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