La hoja de maíz que la mayoría de mexicanos utiliza para envolver tamales, y que luego de ello suele convertirse en basura, Antelmo Leyva la transforma en arte. Este potosino radicado en Querétaro encontró en la pintura sobre hoja de maíz lo que, dice, le da para “comer y comprar las tortillas”.

La pintura es algo a lo que se dedica de tiempo completo desde 1994. De entonces a la fecha, ha acumulado más de mil diferentes creaciones las cuales realiza de memoria, simplemente con la imaginación u hojeando algunas revistas de arte. Con el paso de los años también echa mano del internet, al que considera una herramienta muy valiosa.

Una vida en el arte

El domicilio de Antelmo, una colorida casona ubicada en el centro de la ciudad de Querétaro, es también su taller, estudio y biblioteca particular. Ésta última, conformada en su mayoría por libros de arte, cuenta con una amplia ventana que al estar abierta invita a los transeúntes a echar un vistazo hacia su interior.

Un pasillo adornado con vivos colores conduce al estudio, en donde se aprecian diversos cuadros a medio armar, acuarelas y apuntes rápidos que Antelmo realiza al contar con alguna pluma o lápiz a la mano.

Acrílico, óleo y acuarela figuran dentro de las técnicas que domina. En realidad lo suyo es el formato grande, pero por el precio y tamaño siempre se tarda más en lograr una venta de este tipo.

Como suele decir a algunos compañeros que también se dedican a pintar, “mientras se vende el pastel hay que hacer galletitas”. En este sentido, explica que los cuadros hechos con hojas de maíz son mucho más comercializables, lo que le permite vivir de ellos.

“Esto es algo que hago y vendo con mucha facilidad. Lo hago muy seguido porque es lo que me da para comer. Por medio de esta artesanía saco gastos con mucha facilidad”.

Antelmo comenzó a dibujar a la edad de seis años, cuando cursaba la primaria. Recuerda que en aquel entonces hacía algunos dibujos para sus compañeros o los pintaba en caricatura, lo que le permitía comprar su lunch.

En sus veintes se mudó a la Ciudad de México y trabajó para la Comercial Mexicana, haciendo las cartulinas donde se anunciaban los precios de la tienda. Ahí conoció a una persona que lo animó para participar en una prueba de historietas, que lo llevó a dibujar para diversas editoriales, como Novedades.

“Ahí empecé a dibujar El libro vaquero (una historieta mexicana ambientada en el lejano Oeste de finales del siglo XIX). Yo no soy muy amante de esa literatura, pero esto me dio de comer durante muchos años. No me quedaba mucho tiempo para pintar, pero yo seguía pintando”, comenta.

Después de colaborar en El libro vaquero durante 13 años, la publicación entró en una crisis de mercado, pasando de un tiraje semanal de millón y medio a uno de un millón, así hasta que dejó de venderse.

“Éramos tres o cuatro dibujantes porque la revista es de 102 páginas y no abarcábamos. Nos turnábamos la publicación. Una semana se publicaba el trabajo de uno, en la siguiente la de otro y así sucesivamente”.

La publicación era de circulación nacional y se distribuía también en los estados fronterizos de la Unión Americana, así como en Sudamérica, lo que dio a Antelmo la posibilidad de vivir muy bien en el aspecto económico.

Tras permanecer 21 años en la Ciudad de México se mudó a Querétaro, en donde se casó y asegura ser muy feliz al lado de su esposa, quien también pinta.

“Sé que puedo vivir en cualquier lugar del mundo porque mi trabajo se presta para eso. Es un oficio de lenguaje universal. Aunque no se sepa el idioma se puede vivir en otro país. No lo he hecho porque estoy aquí con mi esposa y soy muy feliz al lado de ella”, dice.

Además de pintar, Antelmo es amante de la literatura y le gusta escribir. Es admirador de Pablo Picasso, de quien posee más de 20 biografías que guarda en su biblioteca.

En lo que se refiere a la literatura creó algunos guiones cuando participaba en El libro vaquero, y actualmente trabaja en un material cuya publicación no descarta. “A lo mejor un día doy la sorpresa publicando algo”, dice. Es así que su tiempo se distribuye entre pintar, leer y escribir.

“Por lo general siempre estoy haciendo algo. Soy enemigo de estar de ocioso. Cuando estoy en un restaurante y por mala suerte no llevo un libro o mi computadora me pongo a hacerle un retrato de alguien en servilletas”.

Lo que más disfruta hacer es precisamente lo que nadie le encarga, sino lo que hace por voluntad propia. Es, considera, cuando surgen sus mejores creaciones.

Creación propia

Desde 2001, año en que registró el procedimiento de pintura sobre hoja de maíz ante el Instituto Nacional de Derechos de Autor, Antelmo distribuye sus cuadros sobretodo en tiendas de regalos y artesanías.

Reconoce que sus creaciones han tenido una gran aceptación entre el público, circunstancia que atribuye a la originalidad de los mismos.

“Los vendo en Bernal, Tequisquiapan, en Querétaro y en San Miguel de Allende. En San Luis Potosí hay una casa que me compra por mayoreo y los manda a Estados Unidos”.

Para la elaboración de los cuadros Antelmo se inspira sobre todo en el folclore mexicano, en revistas y hasta en el propio internet, al que considera una magnifica herramienta para diversas cuestiones.

Literal, son las hojas que se usan para los tamales. El artista las extiende, plancha y pega sobre una tabla en su taller de carpintería donde hace y ensambla los bastidores.

Las pinturas sobre hoja de maíz pueden ser de acrílico u óleo. Ambas tienen la misma apariencia, y la diferencia sólo es que una se pinta con agua y la otra con aceite.

El procedimiento para su realización comienza con un dibujo a lápiz sobre la hoja, al cual posteriormente se le aplica color. Una vez terminado se le pone una capa de barniz para proteger la pintura y posteriormente se ensambla en el cuadro.

A diferencia del acrílico, que seca conforme se va pintando, el óleo requiere de dos o tres días de reposo.

“Esta es una creación mía. Desconozco si hay alguien más que los haga. A mí se me ocurrió porque conocí a una persona que pintaba sobre hojas deshidratadas y de ahí me surgió la idea de pintar temas mexicanos en hojas de maíz”, comenta Antelmo.

Antes de los cuadros, ya distribuía en casas de artesanías dibujos a pluma sobre temas indígenas que plasmaba en cuadros pequeños, pero luego le surgió la idea de pintar sobre hojas de maíz.

El costo de los cuadros depende del tamaño y la cantidad que le compren, yendo de los 80 a los 120 pesos.

Antelmo estima poder realizar entre 8 y 10 cuadros por día. Dice que podría pintarlos en un tamaño más grande (actualmente sólo maneja el tamaño carta y media carta), aunque considera que no tendrían la misma aceptación que los que realiza ahora.

La exportación de sus obras es algo que ha visualizado en diversas ocasiones. “Lo que pasa es que no se me ha dado la oportunidad”, explica. “Voy a seguir buscando la manera de exportar. Aunque no sea mucho, pero que se vayan al extranjero”.

Antelmo sí ha vendido algunos cuadros a clientes de Canadá, Alemania, España y Estados Unidos. Cuadros suyos han llegado hasta Noruega, el país más lejano al cual considera que se han ido sus obras.

Autodidacta

Antelmo no egresó de una escuela de arte pero a lo largo de su vida se ha cultivado y formado de manera autodidacta. En su biblioteca, más de 50% de sus libros tienen que ver con arte.

Refiere que cuando estuvo en la Ciudad de México tomó algunos cursos de pintura en escuelas particulares, pero considera que la vida le otorgó el don de la pintura, lo que ha ido desarrollando con el paso de los años.

“Siempre he pintado y he dibujado. Esa ha sido mi ocupación siempre y no he tenido otra ocupación para sacar el pan de cada día. En la pintura y el dibujo he encontrado siempre la manera de sacar gastos para cubrir mis necesidades”, finaliza.

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