Luego de que a Francisco lo asignaran como delegado de la Secretaría de Relaciones Exteriores en Querétaro en el 2003, decidió junto con su esposa Laura diseñar y construir esta residencia bajo los gustos de ambos, en donde destacan los ángulos de 45 y 90 grados casi en todos sus ejes.
Los dos pasan horas en su lugar favorito: el estudio, que mide 50 metros cuadrados y donde resguardan una colección de música clásica. Ahí se deleitan con las sinfonías de sus compositores favoritos como: Albéniz, Bach, Beethoven, Chopin y Mozart.
“Lo que más nos apasiona es la música, nos encanta la ópera y viajamos una vez al año a Nueva York para presenciarla”, asegura Francisco.
En este espacio también resalta una pintura de José Chávez Morado, pintor mexicano con un estilo similar al de Diego Rivera y que es considerado por algunos expertos como su sucesor.
En la pared del recibidor pende un tapete turco de seda natural del siglo XIX que lo adquirieron en Arabia Saudita. Éste tiene un millón de nudos por metro cuadrado, lo que lo convierte en uno de los elementos decorativos más importantes de su casa, aunado a “La serpiente”, pintura de Rufino Tamayo que sobresale en las escaleras.
Francisco colecciona pipas de tabaco, en su mayoría inglesas. El diplomático muestra un libro autoría de su hijo mayor, el cual es abogado y vive en el Distrito Federal.
La placa, que tiene grabado el nombre del bisabuelo de Francisco, la encontró una prima de él ”La serpiente”, óleo sobre tela de Rufino Tamayo Su colección de música llega a más de tres mil 200 álbumes.