El doctor Manuel Miranda Anaya, investigador de la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Campus Juriquilla, advierte que un reloj biológico alterado es terreno fértil para que enfermedades puedan darse con mayor impacto en el cuerpo humano.

Señala que la mala alimentación, alta en grasas, y los desórdenes de sueño-vigilia, favorecen el desarrollar un problema metabólico o cardiovascular.

“Lo que sí se sabe, es que las personas que tienen muchos problemas en la regulación del sueño y vigilia también tienen mayor incidencia en cierto tipo de complicaciones de salud. 

“Personas que rotan turnos de 24 por 24 horas, con horarios irregulares para dormir por muchos años, suelen ser quienes más sobrepeso desarrollan, más susceptibilidad a enfermedades tienen o menor resistencia a infecciones”, indica.

En su laboratorio trabajan con ratones obesos para medir el impacto de las alteraciones en sus ritmos circadianos, estos son los procesos físicos, mentales y conductuales que experimenta el cuerpo en ciclos cercanos a las 24 horas.

Afirma que es asombroso ver cómo una condición modificada de estos ciclos en un animal conlleva cambios de muchas funciones fisiológicas a la vez. Estos ratones tienen patrones de actividad irregulares, padecen un metabolismo lento y queman menos calorías.

Procesos internos en el tiempo

Académico y profesor de tiempo completo, Manuel Miranda se dedica a la cronobiología: el estudio de la función de los seres vivos en torno al tiempo. Más allá de pensar en un reloj biológico,  en realidad esta disciplina analiza el orden temporal interno de las funciones vitales de una especie.

“Una forma simple de entender esto es que la vida en este planeta evoluciona ante un patrón cíclico entre el día y la noche. Muchos procesos biológicos se confinan al día y otros se confinan a la noche, desde procesos a nivel molecular y celular, hasta procesos más grandes como la forma en la que interactúan las especies en un ecosistema determinado”, precisa.

“Esta organización temporal respecto al día y la noche imprime un sustrato biológico que se hereda por generaciones. Entonces la idea de que la vida se organiza alrededor del día y la noche no es nueva, tiene siglos, pero los mecanismos detrás de ellas son los que recién se entienden. Es decir, podemos saber que un reloj sirve para medir la hora, pero cómo funciona ese reloj y dónde está el reloj y cómo te da la hora es distinto”, dice.

Explica que los humanos somos dependientes a estos mecanismos, al igual que todos los seres vivos. Aunque estos mecanismos pueden ser diferentes entre especie, tienen el mismo fin y por ello pueden compararse con la cronobiología.

Lo que se entiende por reloj biológico es todo el proceso detrás de detectar que ya amaneció, que anocheció, o que se tiene hambre. Así,  la idea de tener que prepararse para un cambio recurrente  y esperado, es una herramienta que tienen todos los seres vivos.

“Entender el reloj biológico es entender ese mecanismo. Dice cómo te debes alertar entorno a lo que ya sabes que va a suceder. No tiene nada que ver, por ejemplo, con la idea que menciona que las mujeres ya tienen la necesidad de tener hijos, porque hay un concepto muy popular, pero no tiene nada que ver. 

“En los laboratorios estudiamos a un organismo en condiciones ambientales controladas y vemos qué pasa si no tiene los estímulos en el ambiente. Y estos ritmos diarios persisten, por ese se les llama ciclos circadianos, porque si bien persisten lo hacen con una duración cercana a un día”, explica.

Estos ritmos circadianos comprenden funciones como la endocrina, inmunológica, digestiva, metabólica y cognitiva, entre otras, y por ello su importancia en el organismo.

Riesgos de salud por alterar ciclos

Precisa que los humanos cuando alteran el ambiente también modifican la información que regresa a su reloj. Las alteraciones a su ambiente natural pueden ser en sustancias tóxicas, manejo indiscriminado de la luz, alteración a la nutrición, tanto en horario como en la calidad. Son factores que pueden modificar el reloj.

En cronobiología tratan de entender este orden interno y temporal en los seres vivos, también la respuesta que comunican ante las alteraciones, así como sus consecuencias para su salud en general.

Actualmente, precisa el especialista, se estudia cómo desorganizamos el reloj biológico. Esas alteraciones tienen que ver con cómo el ser humano puede modificar fácilmente su ambiente: desde que se puede prender la luz en la noche o comer algo rico en calorías muy tarde, todo eso es algo que no debería estar en ese horario de manera natural y por ello puede alterar el tiempo interno en el reloj circadiano en el resto de las funciones vitales.

Si el reloj altera la velocidad de su actividad altera otros procesos, y ello tiene como consecuencia varias complicaciones.

Apunta que algo tan sencillo como encender luces en la noche altera las funciones fisiológicas del cerebro.

“Si le cambias el horario súbitamente a alguien, como en el horario de verano, puede forzarse a cambiar sus hábitos, pero no necesariamente, desde su fisiología, está listo para responder a estas actividades.

“Por ejemplo, estudios en otros países afirman que con el cambio de horario aumentan los infartos. En México no sabemos bien, porque no se han hecho suficientes análisis, pero sí es un hecho que el cambio implicaba un reto fisiológico para el que muchos no se adaptaban fácilmente, como los adultos mayores o personas con alguna condición fisiológica”, explica.

Miranda Anaya agrega que bajar el brillo de celulares, usar luces cálidas, o evitar el consumo de alimentos ricos en carbohidratos en la noche, son acciones que ayudan a estabilizar los ritmos circadianos del día a día. Además, también recomienda permanecer activos en el día y utilizar al máximo la luz natural en lugar de las artificiales.

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