Los suelos no deben verse como algo inerte. Al contrario, es todo un hábitat de microorganismos esenciales, por lo que se debe conservar su riqueza, asegurando el sustento, ya sea de sistemas naturales o de tierras agrícolas, afirma la bióloga Tania González Vargas, profesora asociada de tiempo completo de la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación (UMDI) de la UNAM Juriquilla.

En el marco del Día Mundial del Suelo, que se conmemora cada 5 de diciembre, la experta y también integrante del área de rehabilitación y conservación de recursos edáficos, señala que en el suelo ocurren interacciones complejas, pues lo habitan bacterias, hongos, protozoos, entre otros microorganismos que cumplen diversas funciones.

Dentro de éstas y de las más importantes están los ciclos biogeoquímicos, que se relacionan con el ciclo del carbono, que actualmente son de importancia dentro del marco climático global. También se tiene el ciclo del nitrógeno. Los microorganismos presentes en el suelo juegan un papel importante y específico, por la degradación de los materiales orgánicos, que de alguna manera proveen nutrientes para las plantas o para sistemas naturales, que es una de las principales funciones de estos microorganismos en el suelo.

“No es que nos quedemos con la idea de que el suelo es inerte, que no tiene vida, que es la tierrita. Si tuviéramos una lupa veríamos muchísimos microorganismos que están llevando a cabo funciones que son vitales para la vida en la tierra”, comenta la profesora.

FOTO. DOMINGO VALDEZ
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Los suelos tienen varias amenazas que ponen en peligro su diversidad, como los problemas de erosión, que es la capa fértil del suelo, la capa superficial, en la cual están la mayor parte de los microorganismos.

“Cuando nosotros tenemos estos problemas de degradación del suelo, esta capa fértil y los microorganismos que viven en ella se pierden. Ahí estamos perdiendo algunas funciones elementales del suelo. También la contaminación, por ejemplo los jales de minas. Estos elementos potencialmente tóxicos, como los metales pesados, pueden afectar las funciones del suelo, a los microorganismos del suelo.

“También es el caso de los suelos que se riegan con aguas residuales. Estas aguas no llevan ningún tratamiento diferente, como en otros países, donde tienen tratamientos primarios y secundarios que sí limpian un poco el agua. En nuestro país son muy pocas las plantas que tratan el agua antes de los riegos en campos agrícolas. Toda la contaminación de las ciudades, desde jabón hasta medicamentos, todo eso afecta a los microorganismos”, explica González Vargas.

La degradación o pérdida de suelos, la contaminación, así como el cambio de uso de suelos, que sería conservar estos bosques naturales en donde están los microorganismos cómodos, hasta que se modifica el hábitat y los mismos desaparecen, son las principales amenazas.

“Es como un Jenga. En ese Jenga vamos quitando piezas, se van perdiendo algunas especies de microorganismos, pero todavía la función se sigue conservando, aunque llega un momento en que metemos más disturbios (sacamos más piezas de Jenga) y vamos a llegar a un punto en que se va a caer. Ese Jenga que se cayó es la función de suelo que se perdió y que va relacionada con la biodiversidad de los microorganismos en el suelo”, expone.

El cambio climático también afecta a los suelos, dice. Como se han hecho estudios para ver el comportamiento de las especies que migran de ciertos lugares, a zonas más frías, algo así puede ocurrir con los microorganismos del suelo, que pudieran migrar a otras zonas, a nichos específicos, lo que también afecta a las funciones del suelo. Asimismo, el frío intenso y las altas temperaturas afectan a estos microorganismos, aunque muchos se pueden adaptar a los cambios en un proceso de selección natural.

El suelo, por otro lado, tiene materiales capaces de amortiguar ciertos contaminantes, por lo que no se ven afectados los microorganismos. Eso no significa que no se debe crear una legislación que proteja los suelos.

FOTO. DOMINGO VALDEZ
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“Debe haber una legislación para ese tipo de cuestiones, pero también estamos en un país que enfrenta una escasez importante. México también enfrenta una degradación de suelos por la cantidad de sales que se puede agregar a través del riego. La sal lo que hace, además de provocar que las plantas no crezcan, es que los microorganismos ya empiezan a bajar la actividad metabólica, pero también afecta la estructura del suelo. Ya no se forma bien el suelo, se empieza a dispersar”, detalla.

Por otro lado, el uso excesivo de agroquímicos y fertilizantes, así como de herbicidas afecta a los microorganismos del suelo, como el glifosato, que afecta a la vida de los suelos, pero también a la salud humana, porque esa sustancia pasa de las plantas a los humanos y es cancerígeno.

“La idea es regresar a algunas soluciones naturales y ahí están incluidos los microorganismos, que tienen diferentes funciones, entre ellas, la fijación del nitrógeno, que es un nutriente para las plantas, presente en la atmósfera, pero que se requiere una bacteria específica para que rompa los enlaces del nitrógeno atmosférico y los lleve a las plantas.

“Hay microorganismos específicos del suelo que lo hacen, y que nadie más hace. La idea es buscar estos microorganismos en el suelo que fijan nitrógeno y que lo inoculemos a las plantas para evitar agregar muchos agroquímicos nitrogenados”, puntualiza la especialis

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