Los extremos de la vida se juntan. Adultos mayores y jóvenes acuden a la Secretaría de Bienestar para inscribirse a los programas de apoyo que para unos y otros tiene el gobierno federal. La mayoría de quienes esperan ser atendidos son personas mayores. Los menos son jóvenes estudiantes que buscan prepararse para una vida profesional y alejarse de conductas negativas.

José Rodrigo Navarrete Álvarez y José Eduardo Cervantes Trejo, llegan a las oficinas de la Secretaría de Bienestar desde el fraccionamiento Los Héroes, en el municipio de El Marqués. Se quieren inscribir a los programas de apoyo a jóvenes estudiantes.

Son pocos los muchachos que acuden para registrarse en el padrón de beneficiarios de los programas, y son aún más escasos quienes buscan formar parte del programa “Jóvenes construyendo el futuro”, para quienes no estudian y tampoco tienen un empleo. Aunque para José Rodrigo y José Eduardo recibir una beca para continuar en la escuela representa eso: forjarse un futuro en la vida.

Las oficinas en Querétaro de la dependencia federal lucen llenas de personas que acuden para empadronarse en las listas para los diferentes programas de apoyo. La mayoría son adultos mayores. También hay personas con discapacidad, y en menor medida, jóvenes.

Los dos jóvenes explican que se enteraron a través de las redes sociales de los apoyos que pueden recibir por parte del gobierno federal. José Eduardo dice que el apoyo de una beca para ellos, como estudiantes, es importante, pues les ayuda para trasladarse hasta sus centros educativos.

José Eduardo estudia en el Instituto Tecnológico la carrera de Ingeniería Mecatrónica, mientras que José Rodrigo lleva a cabo sus estudios en el Conalep Aeronáutico, donde estudia Mecatrónica. Ambos dicen que deben tomar dos camiones para llegar a sus escuelas, y otros dos para regresar.

“Están invirtiendo en nuestro futuro”, subraya José Rodrigo, quien no considera que apoyar a los jóvenes represente un gasto, pues cuando ellos están en la escuela “evitamos andar de vagos”.

Ambos son optimistas en el futuro que les espera. José Eduardo quiere terminar su carrera, entrar a trabajar a una empresa y posteriormente crear la suya. José Rodrigo quiere terminar su carrera, trabajar e inscribirse a una universidad, para estudiar otra carrera relacionada los estudios que realiza.

La fila para recibir atención por parte de los empleados de la Secretaría de Bienestar avanza de manera fluida. Las personas no tienen que esperar tanto tiempo. Se disponen sillas para que los adultos mayores esperan sentados.

Evelia Aguirre y su hija Frida María realizan el trámite para la beca escolar para la joven. Esperaron apenas una hora para solicitar la beca para educación media-superior.

Frida María supo en su escuela del apoyo, pero no pudo hacer el trámite en su plantel educativo, por lo que tuvo que hacerlo directamente en la dependencia federal. La joven dice que le gustaría estudiar sobrecargo de aviación.

Indica que como estudiante, y a su familia, este tipo de programa le representa un apoyo para continuar con su preparación académica y no dejar la escuela. Agrega que en su círculo de amigos muchos están interesados en inscribirse al programa de becas. “Es algo extra que sirve para muchas cosas”.

Evelia añade que la beca puede servir para el transporte, para libros, “me echa la mano mucho en lo económico, y que la suma que le vayan a dar la sepa administrar, eso es bueno para ella también, porque tiene que aprender a usar bien ese dinero, en pasaje, libros, copias, que no ande sin un peso en la bolsa”.

El acceso es por una puerta pequeña con una rampa por donde las personas con discapacidad y adultos mayores ingresan a la zona de espera y registro. Un empleado de la secretaría acomoda la fila, pues llega un momento en que son muchos los ciudadanos que esperan. Las sillas son insuficientes.

María Pueblito Mata Granados y su hijo, Mario Alberto Olvera Mata, se abren paso entre la gente que espera su turno. María acude con su hijo de 21 años para inscribirlo al programa de apoyo para personas con discapacidad.

Narra que Mario, tras terminar sus estudios le ofrecieron trabajo en un hotel, por la zona de la central camionera, pero el horario era en la tarde y no le convenía, porque gastaba más en transporte, pues en la noche debía de tomar taxi.

María explica que los traslados se complicarían mucho, pues al mediodía tendría que acompañarlo, y en la noche tomar un taxi para ir por él, y otro para que regresen los dos a casa.

Para ayudarse hacen gelatinas que Mario vende en la calle, “a veces le va bien, a veces no. A veces le roban, pero ahí va”.

María y su hijo se alejan por la calle. Ahora sólo les resta esperar la visita médica que harán a su domicilio, para corroborar la información y recibir el apoyo.

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