Boxasní es la comunidad pirotécnica de Querétaro y se sitúa a 70 kilómetros del centro de la capital, sin embargo, el espectáculo de fuegos artificiales que se ofrecerá este 15 de septiembre para conmemorar la Independencia de México no estará en manos de queretanos, sino de la competencia que viene del Estado de México.

Aureliano González Tovar, uno de los artesanos, tiene el permiso 2021 de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) para la compra, fabricación y quema de pirotecnia, y llevan años —junto con otros seis permisionarios locales— pidiendo una oportunidad al gobierno del estado para que sean ellos los responsables de llevar “el show” a los habitantes de Querétaro.

“Hacer el llamado [al gobierno del estado] para que nos den trabajo. Uno de mis hermanos fue a solicitar el trabajo [para el espectáculo del 15 de septiembre], se registró en los proveedores de gobierno pero nunca le hicieron caso; hay mucho pirotécnico que es muy bueno [en el Estado de México], eso se reconoce, pero estamos a la altura; nosotros también hacemos todo lo que ellos le ofrecen”, señala.

Las fiestas patrias es una de las temporadas cuando hay más trabajo para los polvorines de esta comunidad asentada en el municipio de Cadereyta de Montes; trabajan tiempo extra para tener listos los pedidos que les llegan de San José Iturbide, Guanajuato, y de Tecozautla, en el estado de Hidalgo.

La quema del castillo y espectáculo de pirotecnia la llevará a sitios como los municipios de Tequisquiapan, Corregidora, El Marqués, San Juan del Río y Cadereyta, en Querétaro.

Para Aureliano los del Estado de México “saben echar verbo” y es por eso que se quedan con los contratos, además de la moda de la pirotecnia musical, es decir, la quema de cohetones y bombas al ritmo de alguna canción.

“Nosotros sabemos hacer todo eso. Llevamos años pidiendo una oportunidad, aquí en la comunidad somos gente que trabaja mucho y tenemos una tradición en esto, pero también le hacemos a la tecnología, va cambiando el modo y tenemos programación en computadora y le entramos”, señala inconforme.

Los talleres de pirotecnia, o polvorines, están a un kilómetro de la casa más cercana en un terreno en donde hay garantía (como requisito que la propia Sedena les exigió) que los incidentes no afectarán a los civiles.

El proceso

En los talleres de la familia González trabajan 20 personas, todas ellas con sus papeles en regla para ejercer este oficio; cada semestre reciben la visita de personal de la Sedena, quienes revisan las bodegas y los sitios de elaboración, además de los documentos para garantizar el orden.

Pedro González Tovar, que tiene el permiso 1298 de la secretaría, explica que este año tienen hasta el 31 de octubre para tramitar la autorización de 2017, por el que tienen que pagar 2 mil 890 pesos; cada trimestre tienen que pagar otros mil 985 pesos para tener permiso de comprar materia prima.

Otro gasto es el visto bueno de Protección Civil que se tramita cada vez que van a quemar pirotecnia en alguna fiesta patronal o particular.

En Cadereyta el precio de este permiso es de mil 800 pesos, mientras que en otros municipios les cobran 800 pesos en promedio.

“Los militares vienen, checan los talleres, ven que esté en orden, revisan bodegas, van con cada permisionario; cada permisionario tiene dos testigos, firmamos las actas […] para que el 1 de enero recibimos una notificación para recoger el documento de que la orden ya está liberada y nos dan unos 22 días para hacer las revalidaciones y tenemos que ir a recogerlo”, explica.

Pedro González reconoció que los militares son severos y estrictos en los trámites y hay garantía de que su trabajo es legal.

Casi un ritual

En su labor diaria también siguen pasos específicos para la fabricación de los castillos, toritos y bombas.

Cuentan con tres libros (que son revisados por la Sedena) en donde anotan cada paso y procedimiento.

En el primer libro se anota cada sustancia que es sacada del polvorín 1 (que almacena la materia prima), la fecha, hora, nombre del químico y su peso.

“Luego tenemos otro libro para apuntar la solicitud para el proveedor; para este paso viene un militar, hacemos la solicitud y les informamos el día y hora para revisarnos que el material sea lo que se pidió, no puede ser más ni menos del peso que pedimos”, dice muy serio.

El tercer libro implica el permiso ante Protección Civil para poder usar la pirotecnia en su forma final. En los talleres también cuentan con el Polvorín 2, en donde almacenan los artefactos terminados.

El negocio es redondo en Boxasní, que alberga a mil 300 habitantes.

En el centro de la comunidad está la ferretería que surte los químicos a los 25 talleres de esta localidad y que cuenta con una sucursal en el Barrio de San Gaspar —en la cabecera municipal— en donde también se fabrica pirotecnia.

Pese a la revisión periódica de la Sedena, prevalecen los talleres clandestinos: 18 polvorines no siguen ningún protocolo de seguridad y no cumplen la tramitología, en algunos casos “porque ya es tradición” y en otros porque esos permisos son negados.

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