“Él es Dios”. Es la frase que musitan los concheros cuando entran y están frente al altar del templo de La Cruz, luego de la peregrinación que llevaron a cabo por las avenida Zaragoza, Juárez, la calle de Independencia hasta llegar a su destino, donde la leyenda cuenta que se fundó Querétaro.

Desde las 15:00 horas los grupos de concheros y apaches toman sus lugares sobre Zaragoza. El tránsito de automóviles sobre la icónica vialidad queretana cede su espacio a concheros, quienes ataviados con penachos multicolores, caracoles en tobillos y algunos totalmente maquillados, esperan el momento de comenzar la caminata mientras danzan al ritmo de los tambores.

Propios y extraños ocupan sus lugares en las banquetas. Muchos llevan bancos y sillas para sentarse y observar por horas el paso de los contingentes. Algunos otros observan desde lo alto de sus casas el paso de los diferentes grupos que no sólo vienen de Querétaro. Algunos provienen de Guanajuato, la Ciudad de México, y uno de San Diego, California, como los hacen notar en su estandarte. De Querétaro destacan los grupos de San Pablo, Hércules y San Francisquito.

Los concheros llaman la atención por su número y lo elaborado de sus atuendos. Unos llevan réplicas de cabezas de caimanes, coyotes y zorros en sus penachos. Avanzan lentamente mientras danzan.

Los tambores de los diferentes grupos llevan su ritmo particular, que de vez en cuando se mezcla con las explosiones de los cohetones. Los caracoles en los pies de los danzantes también ponen sus peculiares sonidos a cada paso de las mujeres, niñas, niños y hombres que cada año realizan la tradicional peregrinación.

De los espectadores, los más curiosos son los niños, quienes no pierden de vista a los danzantes. También quienes no pierden detalle son los turistas extranjeros, cuyas cámaras y teléfonos celulares no paran de tomar fotografías, mientras exclaman un “great” ante la manifestación de fe.

Poco a poco avanzan los grupos por Zaragoza, bajo un sol que no da tregua, pues no hay nubes que brinden un poco de sombra, tanto a paseantes como a danzantes, cuyos cuerpos sudan por el esfuerzo hecho.

No son pocos los que ante el alto total de la columna deciden salir de la misma para sentarse a un costado de la avenida. Otros aprovechan para comprar un agua, un refresco o comer algo, pues el camino aún es largo.

Conforme cae la tarde los diferentes grupos hacen su arribo al templo de la Cruz. La Banda Corregidora toca en un extremo del templo, mientras que frente al mismo un grupo de concheros danza frenéticamente ante los espectadores que, por miles, se dan cita para ver esta costumbre ancestral.

Poco a poco entran al templo con sus tambores y los caracoles ceremoniales que suenan al mismo tiempo que las campanas y los cohetones les dan la bienvenida.

Un grupo de sacerdotes les dan la bienvenida con agua bendita, que para estas alturas es recibida como un regalo de cielo. Muchos sudan copiosamente. Otros reflejan en sus rostros el cansancio de la marcha y la danza.

Algunos otros arrastran los pies al entrar al templo. Las fuerzas están al límite. Sin embargo la fe los mueve, los impulsa a dar unos pasos más para llegar frente al altar de La Cruz, en el Cerro del Sangremal.

Caminar en el atrio del templo se complica por la presencia de tantos grupos de concheros y espectadores. Además se debe de tener cuidado con las plumas de los tocados y penachos.

Alfonso Reséndiz Reyes, guardián del Convento del Templo de la Santa Cruz, es quien recibe y bendice al interior del templo a los exhaustos concheros, quienes permanecen apenas un par de minutos dentro del recinto, para que los demás concheros puedan ingresar.

El cura recuerda la historia que por tradición se cuenta sobre la batalla de Sangremal, que terminó cuando un cruz en el cielo apareció y los indígenas decidieron parar la pelea, y cuya leyenda es la conserva esta tradición de danzar en las fiestas de La Cruz de los Milagros.

“El que después de tantos años y con una cultura con tantos progresos en muchos casos, ellos, los concheros siguen con su tradición, siguen con su fe, con su danza y siguen con su ofrenda de canto y danza a La Cruz cada año”, explica.

El cura explica que los grupos no aceptan que se les vea como una atracción turística, y son muy celosos de su tradición, aunque la atracción que generan en la población queretana y los extranjeros es innegable.

Los concheros y apaches salen por un costado del templo. Unos grupos siguen con sus danzas en las calles cercanas. Las personas se arremolinan a su alrededor para verlos por unos momentos más.

Muchos de los danzantes aprovechan también para beber agua, o comer alguno de los antojitos que se venden en los puestos cercanos.

La noche cae y los tambores no paran de sonar, mientras que los queretanos siguen llegando a La Cruz, para presenciar una de las fiestas más tradicionales de la ciudad y que más gente convoca. Por la noche, el cierre fue la quema de un castillo de fuegos artificiales y la música de banda que amenizó la tibia noche.

Google News

TEMAS RELACIONADOS