“Queremos preservar nuestras tradiciones y costumbres, por eso queremos estar juntos”, dice Silvino Ramírez Martínez, líder de la comunidad triqui en Querétaro. Señala que a pesar de tener mucho tiempo en el estado aún prevalece el racismo y segregación hacia ellos, incluso manteniendo distancia con otras comunidades indígenas originarias del estado.

Silvino, junto con unos 70 triquis se manifiestan en la Plaza de Armas. Piden al gobierno del estado un terreno donde poder asentarse y porque, dice, [el gobierno] los vuelven a discriminar. Recuerda que el 6 de octubre pasado el gobierno estatal entregó 12.7 millones de pesos a los indígenas de Amealco, mientras que a ellos no les cumplen la promesa de entregarles un terreno donde poder vivir en comunidad.

Nosotros estamos desde 1992, y ya tenemos más de 10 años con los mismos carritos (en los que venden sus mercancías y artesanías). Tenemos muchas carencias, [pero] nosotros somos reconocidos. Nuestro compañero Joel Merino es reconocido internacionalmente, y aquí lo desconocen. Nos quieren más los extranjeros”, subraya.

Joel es un artista plástico triqui que ha viajado a Europa para estudiar y exponer su trabajo en ese continente, para lo cual, la misma comunidad ha solventado el gasto que representa viajar y la estadía en aquellas tierras.

Mujeres y hombres triquis sostienen sus cartulinas y mantas donde piden se les cumpla la entrega del terreno. Llevan incluso una banda de música que interpreta algunas melodías que las mujeres bailan a la usanza de su comunidad y su cultura.

Ellas visten los trajes tradicionales, sus huipiles en color rojo, hechos totalmente a mano, y en los cuales, explica Silvino, se pueden tardar hasta año y medio en su confección.

Triquis en Querétaro

La comunidad creció desde su llegada a principios de los noventa a tierras queretanas, luego de que estuvieran en algunos otros sitios como San Luis Potosí.

“Llegamos pocos, como 10 familias. En nuestra comunidad había muchos problemas. Somos de San Juan Copala, municipio de Santiago Juxtlahuaca, en la región de la mixteca baja. Andábamos fuera, por San Luis Potosí, un día nos invitaron a una exposición aquí y nos trataron bien. Querétaro nos abrió las puertas en aquellos tiempos”, narra Silvino Ramírez.

Las mujeres con sus huipiles rojos ocupan las bancas y jardineras de Plaza de Armas. Se refugian un poco del sol de mediodía, luego de que estuvieran buena parte de la mañana en la manifestación. Conversan entre ellas, en su idioma. Junto a las mujeres mayores hay también mujeres jóvenes de nos más de 25 años, además de algunos niños, muchos nacidos en Querétaro. Incluso, los jóvenes de la comunidad se casan entre ellos para conservar la cultura.

A pesar de tener muchos años radicando en Querétaro, indica que la gente los sigue viendo como extranjeros en la entidad. “Hemos batallado mucho. Por eso es que estamos unidos, y no nos dejamos, pero siempre hay humillación, siempre hay discriminación.

“Nos discriminan bastante, pero ni modo, nos aguantamos, no hay de otra. Tenemos que comer. Trabajamos honradamente, no robamos, no delinquimos. Trabajamos de cinco y hasta la una de la mañana”, comenta.

Su legado cultural

Silvino dice que llegó a los 20 años de edad a Querétaro. Recuerda que en su pueblo se dedicaba a la siembra de sus tierras, cosechando café y plátano. Luego se casó y sus necesidades fueron otras.

Sus ojos brillan cuando recuerda su tierra, a la que describe como muy bonita, y a donde acuden en fin de año para visitar a la familia. Silvino tiene a su padre allá. Él cuida las tierras, además de que a pesar de la insistencia de su hijo, no quiere dejar su pueblo, al contrario, quieren que regresen.

Agrega que antes el mismo gobierno los hacía pelear entre ellos, por eso muchos habitantes decidieron abandonar la comunidad y buscar nuevos horizontes afuera. Ahora, la situación ya no es igual.

Apunta que es complicado preservar su identidad cultural, “todos somos 100% triquis, pero a nuestros hijos es un poco difícil adentrarlos [en su cultura], pero poco a poco la van aprendiendo. Los primeros niños sí era más sencillo, pero los más chiquitos, los últimos, les cuesta más, porque siempre hay discriminación. En la escuela no puedes hablar así [triqui] porque siempre hay discriminación”.

Añade que con los niños es más complicado tratar de preservar las raíces, pues muchas ocasiones tienen que fingir que no escuchan los insultos que les llegan a proferir, y siguen platicando normal, en su idioma, conservando su cultura y tradición. Precisa que la fiesta más importante para los triquis en Copala se lleva a cabo el tercer viernes de cuaresma, pero ellos aquí no pueden celebrarlo, es algo de su comunidad. Aquí tratar de preservar algunas de sus tradiciones ancestrales, como algunos rituales al sol.

Puntualiza que con las otras comunidades indígenas del estado no tienen relaciones cercanas.  “Cuando llegamos aquí los compañeros indígenas de aquí se apenaban de ellos, y nosotros llegamos a imponer que no, que no hay que avergonzarse".

bft

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