Durante siglos, el ámbito político se reservó de manera casi exclusiva para los hombres. La primera reforma en la legislación electoral para fomentar la participación de las mujeres en la política se realizó en 1993; sin embargo, fue hasta 1953 cuando obtuvieron el voto y, con ello, el derecho al sufragio.

En Querétaro, es hasta 1961 cuando una mujer, Regina Olvera Ledezma, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), logra por primera vez obtener una curul por mayoría relativa en el Congreso local, dando un paso en la participación política femenina.

No obstante, el reconocimiento de los derechos femeninos continúa siendo una discriminación invisibilizada y no reconocida, consideró Carmen Consolación González Loyola, una de las cuatro diputadas que ocupó una curul en la 55 Legislatura del estado, durante los años 2006 y 2009.

González Loyola, al igual que Sulima García Falconi, coordinadora de la Especialidad en Familias y Prevención de la Violencia de la Universidad Autónoma de Querétaro, coinciden en que, a pesar de los avances en la materia, la participación femenina aún continúa con algunos puntos pendientes.

A decir de las especialistas, uno de los avances más representativos, ha sido el establecimiento de las cuotas de género.

La ruta legislativa de las cuotas inicia en 1933, con la reforma en la legislación electoral, dirigida a promover la participación de las mujeres entre los partidos políticos; no obstante, es hasta 1996 que los partidos establecen dentro de sus estatutos que la promoción de candidaturas no excedan de cierto porcentaje para un mismo género.

García Falconi afirma que la aplicación de las cuotas funciona, pues obliga a los partidos políticos a insertar a las mujeres como representantes populares y a ser elegidas en puestos de decisión gubernamentales, pero su aplicación no implica que de facto se vaya a alcanzar la paridad.

Otra de las cuestiones pendientes en cuanto a paridad de género, implica las modificaciones en el ámbito cultural.

González Loyola señala que culturalmente se parte de una idea en donde las mujeres tienen como labor principal las actividades de la casa y el cuidado de los hijos, lo cual se ve reflejado en los puestos públicos que se alcanzan con mayor facilidad, como organismos dedicados a los derechos humanos o la atención de grupos vulnerables y en figuras como la primera dama.

“El arribo de más mujeres a estos órganos colegiados, por su puesto, que nosotras las feministas que luchamos por esto, lo vemos como un triunfo, pero relativo […] El machismo parte de la idea de quienes llegan al poder son los hombres y las mujeres se tienen que ocupar de las cuestiones relacionadas con cuidar a los otros. Hay una idea de que los mejores para dirigir son los hombres y lo mejor que podemos hacer nosotras es cuidar a los otros y esta idea, la figura de la primera dama lo reafirma. Esa figura tiene que desaparecer porque es anticonstitucional”, consideró.

“La cultura es una de las dimensiones más complicadas de cambiar”, acotó García Falconi, al señalar que una de las opciones para lograr un cambio es pensar la problemática de manera generalizada e insertar la perspectiva de género en todos los ámbitos desde educación, medios y el gobierno.

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