Tomad estas copas, las que gustéis y decir con gusto: salud”, es la frase con la que se invita a los comensales a beber del vino que se les sirve copiosamente de un “porrón”.

Una hechicera, un cuenta cuentos, el posadero del lugar, frailes, músicos, magos, el bufón —quien es el encargado del rey para que todo salga perfecto—, y hasta lectores de cartas, todos se reúnen dos vez al mes para revivir el pasado y compartirlo.

Ellos son protagonistas de un viaje a través del tiempo —decenas de siglos atrás—, como parte de un cuento, de esos que contaban a los niños pequeños antes de dormir. Así se viven las Noches Medievales en El Caserío.

La Edad Media renace dentro del restaurante de avenida Constituyentes para que los comensales experimenten por una noche la música, el color y sabor de aquella época.

Uno de los salones del lugar es sede de la cena, donde al entrar, los invitados se transportan automáticamente al año 1109. Los reciben frailes que los acompañan hasta su lugar y a las mujeres les colocan una corona de flores para adornar su cabello.

Con la decoración se garantiza la recreación antigua, con largas mesas de madera forradas con finos manteles en rojo y marrón, antorchas, armaduras y, para dar elegancia a la celebración, estandartes con escudos, armas y dragones que sobresalen en las paredes. Los asistentes aprecian una sensación de estar dentro de un verdadero castillo medieval. “¡Salud!” es la respuesta sonora de los comensales que se atreven a vivir la tertulia culinaria, musical y de época.

Más que un trabajo. Walter Díaz, en su papel de cuenta cuentos del lugar, inicia la velada. Hace partícipes a cada uno de los visitantes y cuenta la historia de la declaración de amor de un hombre hacia una princesa, que para comprobar el sentimiento profesado, exigió al joven arrodillarse frente a su balcón día tras días por un año, con la oportunidad de verla solamente dos veces al día. Una promesa cumplida.

“Para mí las cenas medievales no son solo un trabajo, pues comparto directamente con la gente, veo caras, veo sonrisas y puedo invitarlos a enamorarse del amor y de la vida, de lo que comen; la idea es disfrutar sacándoles por completo de la idea de estar sentado quizás a lado de un desconocido”, comparte a este diario, previo al inicio del acto.

Walter es parte del proyecto desde hace poco más de año y medio, cuando Sergio Salmón lo invitó a participar, quien al comentarle un poco de la historia y la planeación captó su interés. Una experiencia que el propio actor define como “única, loca, interesante, creativa y gastronómicamente deliciosa”. Considera que la época medieval está “llena de encanto, una cosa loquísima, donde inclusive ese momento de fiesta y vino genera magia.

“Me gustan los personajes de esa época, los juglares, tiene mucho que la hace preciosa y loca, sin duda me habría gustado vivir en ella pero disfruto la que vivo actualmente”, afirma.

De origen colombiano, Walter desde hace 21 años se dedica al teatro y la narración, elementos con los que conecta con las emociones de las personas; actualmente además de las noches medievales, atiende un café de arte en Celaya que se llama Sol y Luna, así como un proyecto de apoyo para madres solteras y adolescentes embarazadas.

La alegría de la noche. Inicia el recorrido de viandas dentro del salón: sopa de cebada aperlada y como plato fuerte, lechón preparado con esencia y romero, acompañado de exquisitas aves silvestres: codorniz, pierna y pollo, con papas al cilantro. De postre, torrejas: pan endulzado con leche, rebosado y adornado con azúcar, canela y miel. Se come con las manos, como se hacía en el medievo.

Minu, un arlequín y mimo interpretado por Salvador Núñez, también sale a escena. El toque de alegría e inocencia a la noche, personaje que nunca borra la sonrisa de su rostro, mismo que durante el festín culinario convive con los comensales, entra y sale del lugar dando saltos, piruetas y carcajadas.

“Al participar en festivales de danza, narración oral y de teatro tuve la fortuna de conocer a uno de los mejores cuenta cuentos a mi parecer, en Colombia, que es, Walter Díaz. Él me invita al proyecto en El Caserío, que en ese entonces apenas estaba trabajándose para comenzar a ejecutarse, me llamó mucho la atención y acepté”.

A Mimo como le dicen sus amigos, lo enamoró el proyecto al proyectar la época medieval. Además de la oportunidad de actuar también le dan la dirección del espectáculo. “Mi reto principal fue el hecho de que no era un proyecto mío, segundo, que tenía que lograr ensamblar a las bailarinas, al cuenta cuentos y cada personaje que apareciera, además actuar, así como la coordinación de cabina, en ese momento dije ‘no sé cómo le voy a hacer pero lo haré’, y aquí seguimos”.

Participar en las noches medievales ha sido un puente importante para su crecimiento, por no ser un proyecto temporal sino fijo. Incluso, a nivel actoral, como Minu, el papel que desarrolla “soy yo, materialicé la idea que tenía de mí mismo, de ese niño interior, algo esencial dentro del clown”.

Un bufón que utiliza un vestuario en tonos morados que significa transformación e interacción con el público, y negros con el significado de ser un niño rebelde, al que no le gusta que le digan qué hacer, no en protesta, sino para plasmar su esencia. Utiliza un maquillaje que atrapa a los asistentes; detalles de pintura blanca que para él significa ser transparente. También pinta una doble ceja que le da un toque de misterio, oscuridad y la profundidad.

Salvador, con 14 años de experiencia en actuación, tarda cerca de media hora en maquillarse y personificarse. Desde el momento en el que entra al restaurante, está mentalmente caracterizado. La alegría ronda a los comensales en la noche medieval y se llama Minu.

Fascinación que se comparte. Durante la cena, la música no cesa por lo que también aparecen hermosas bailarinas que cadenciosamente acompañan a los visitantes. Entre ellas también danza la princesa, representada por Andrea Ruiz. “Ser princesa y pirata gitana considero que son las partes que toda persona tiene, es decir, eso que te hace sentir libre, ser lindo, ponerte retos, salir de la rutina y demostrar quién eres. Me fascina hacer esto, poder tener esa parte de mí en equilibrio, mejor aún, poderlo compartir con la gente y verla feliz”, dice a esta casa editorial.

Ella llegó al proyecto de las noches medievales como bailarina de rotación, después se ganó un lugar fijo.

“En cuanto me entero que día será la noche medieval me emociono mucho, pero cuando ya es el día, verdaderamente tomo mucho tiempo de preparación para concentrarme en mi papel y sobre todo en la época, para mí es fascinante ser alguien que no soy, algo así como una escapadita de la rutina”.

El gusto por recrear la época medieval nace en Andrea por la fantasía, los dragones, los castillos y las princesas. “A pesar de ser una época muy conocida, creo que tiene mucho misterio, cosas que no se conocen”.

Una vez terminada la cena, regresa Walter, el cuenta cuentos, junto a Minu, con la intención de escoger a la pareja que casaran esa noche, así como los padrinos. La pareja elegida de entre los comensales pasa al frente. A ambos les colocan una corona de flores tejida a mano para diferenciarlos del resto. Con espada en mano el narrador hace la declaratoria del casamiento.

Cantos y melodías comienzan a sonar con la llegada de la estudiantina, momento con el que inicia el festejo por los recién casados en donde todos cantan, aplauden, beben y bailan.

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