Santiago Mexquititlán y San Ildefonso Tultepec, dos comunidades del municipio de Amealco, Querétaro, tienen nombres híbridos, con una una parte española y la otra náhuatl. ¿Y por qué un pueblo otomí tiene un topónimo híbrido? Esta fue la pregunta con la que inició el proyecto “Fitotoponimia hñähñu: huella lingüística de la historia de los otomíes”, investigación de Aurelio Núñez López y Ewald Hekking, que ganó el primer lugar del Premio Alejandrina de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ).

La fitotoponimia, o toponimia botánica, estudia el significado y origen de los nombres de lugares que tienen relación con plantas. Para su investigación, Núñez López y Hekking se centraron en regiones otomíes de Querétaro, Estado de México e Hidalgo.

“Nos enfocamos a hacer un análisis de los topónimos de pueblos y comunidades de Querétaro, Estado de México e Hidalgo, que tuvieran como referente una planta, porque ahí vimos que las plantas son muy importantes para los pueblos indígenas y no es la excepción para los hñähñu”, explica Núñez López, docente de otomí en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales del Campus Amealco, quien realizó el estudio junto con Ewald Hekking, encargado del proyecto de Rescate y Revitalización de la Lengua Otomí de la UAQ.

Con esta investigación, que une la historia y la lingüística, se logró hacer una línea del tiempo y establecer varias hipótesis sobre los asentamientos otomíes de la región de Querétaro. Por ejemplo, otra de las interrogantes de la investigación fue sobre Mexquititlán, que en español quiere decir mezquites, ¿por qué se llama Santiago Mexquititlán, si la zona es propiamente boscosa con pinos y encinos, y no hay mezquites?

“Con esta investigación logramos establecer varias hipótesis, aquí seguro llegó a establecerse un grupo sobreviviente y originario del Valle del Mezquital. Cuando hay migraciones, los pueblos que logran establecerse le dan al sitio un nombre en función de su origen, así están remontándose a su origen, por ejemplo, Tultepec es ‘lugar del cerro del tule’, y ahí en San Ildefonso Tultepec sí hay tules, pero no hay un cerro, entonces es muy posible que el grupo que se estableció ahí haya llegado de Tula y de ahí el nombre”.

Por el estudio y conexión de las evidencias históricas, arqueológicas y lingüísticas, “es el mérito del trabajo, además de que se está recuperando la historia que ha estado enterrada por mucho tiempo”, añadió.

Se espera que la investigación derive en una publicación que pueda llegar a los pueblos otomíes, y que sea reconocida a nivel nacional, además de que se pueda extender el análisis de los topónimos a más comunidades.

“¿Cuál es la utilidad práctica de esta investigación? Que se ponga su nombre en su lengua otomí, a nivel oficial a la mejor es muy difícil cambiarlos, pero sí pondrían poner Santiago Mexquititlán y San Ildefonso Tultepec, con su nombre otomí, porque sí lo tienen y los hablantes lo reconocen, así se visibiliza la lengua, se fortalece y los mismos otomíes se van empoderando de su lengua, porque muchos dicen: mi lengua no es importante. Porque los han hecho creer que es una lengua local, que no se puede escribir, que no tiene gramática y no sirve, y esto podría ayudarlos a que se incremente el interés lingüístico, poniendo los nombres en otomí, esa sería una utilidad práctica, también se requiere documentar un trabajo más intensivo de los topónimos”, detalló.

El segundo lugar del Premio Alejandrina fue para Cathia Huerta Arellano con el tema: “Medicina Tradicional en la Atención a los efectos de la Violencia de Género en Mujeres y Niñas Ñhañhu”. Mientras que el tercero, para Carla Patricia Quintanar, Ana Hilda Uribe y Erik Vallejos, con el tema “Actores sociales en la valoración de la permanencia escolar en Educación Media Superior”.

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Una forma de reconocer el esfuerzo de investigadores

El Premio Alejandrina nació   inspirado en el aprecio que  Octavio S. Mondragón tenía por la investigación científica universitaria  y  como una forma de honrar la memoria de su esposa, Alejandrina Gaitán de Mondragón.

LOS GALARDONADOS

Primer lugar:   Aurelio Núñez López y Ewald Hekking con el proyecto “Fitotoponimia hñähñu: huella lingüística de la historia de los otomíes”.

Segundo lugar: Para Cathia Huerta Arellano con el tema: “Medicina Tradicional en la Atención a los efectos de la Violencia de Género en Mujeres y Niñas Ñhañhu”.

Tercer lugar: Se lo llevó  Carla Patricia Quintanar, Ana Hilda Uribe y Erik Vallejos, con la investigación “Actores sociales en la valoración de la permanencia escolar en Educación Media Superior”.

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