Catalina Sámano Trejo quedó viuda el 19 de agosto pasado. En medio del dolor de la pérdida de su esposo, Eutiquio Rivas Cruz, decidió donar los órganos, para dar vida a otras personas. Ayer, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reconoció a los familiares de donantes de órganos.

El auditorio de la Secretaría de la Juventud está a medio llenar. Son los familiares de quienes dejaron este plano existencial, pero cuyos órganos ahora son fuente de vida a otras personas, a desconocidos a quienes les brindaron una segunda oportunidad.

Los rostros de los presentes son tristes. Recuerdan a sus familiares fallecidos. Pasan a recoger un reconocimiento por parte del delegado del IMSS, Manuel Alejandro Ruiz López, y Rodrigo Ruiz Ballesteros, titular de la Sejuve, entre otros funcionarios.

Catalina, trae vestimenta de color negro por su luto reciente, pasa a recoger el reconocimiento sola. La mayoría de quienes acuden lo hacen acompañados de varios familiares.

La mujer dice que donar los órganos de su marido ha sido de las decisiones más difíciles que le ha tocado tomar en la vida.

Don Eutiquio falleció a raíz de un derrame cerebral del cual no se recuperó, a los 68 años de edad. Apenas el 19 de agosto pasado fue que perdió la vida el hombre que estaba pensionado desde hace seis años, luego de trabajar en una empresa que se dedicada a la fabricación de llantas.

Catalina narra que su esposo padecía diabetes, pero que se cuidaba mucho, acudía con regularidad al IMSS a sus consultas, estaba delgado, caminaba mucho, por eso le sorprendió el deceso tan rápido.

“De un momento a otro empezó. Estábamos en una fiesta y me dice: vamos a bailar. Bailamos dos piezas. A la segunda me dice que le hormiguea la mano. Le dije que viéramos a una doctora que estaba en la fiesta, pero se negó, pues comentó que bailando se le quitaba.

Cuando se quiso levantar a bailar se le paralizó medio cuerpo y se cayó. En la vida estamos aquí ahorita y luego no sabemos. Lástima que no se pudo donar más porque era diabético”, apunta. Eutiquio donó sus córneas.

Catalina y su esposo tuvieron tres hijas, todas ya en la edad adulta, con 43 años de casados. La mujer recuerda que se conocieron en Hidalgo, de donde era oriundo su esposo. Ella es de la Ciudad de México, pero por cuestiones de trabajo de don Eutiquio se mudaron a Querétaro.

Agrega que en alguna ocasión hablaron de la donación de órganos. Ella le decía que donara todo lo que “sirviera”. Él aseguraba que nada de su cuerpo serviría, por ser diabético. “Pero vea, sí sirvió algo”, dice su esposa Catalina.

“Ya no hay paciente”

En el acto protocolario, habla Yadira Herrera. Brinda su testimonio. Su voz se entrecorta recordando a su marido, José Manuel Carrillo Correa. Ambos médicos de profesión.

Héroes de vida, donadores dan segunda oportunidad
Héroes de vida, donadores dan segunda oportunidad

Narra que cuando estaba toda la familia esperando buenas noticias sobre la salud de su marido, de apenas 41 años de edad y quien sufriera un infarto que lo dejó mucho tiempo sin oxígeno, un joven médico se les acercó para preguntarles si era voluntad de ellos que los órganos de José Manuel se donaran, les sorprendió, pues aún estaba vivo para ellos.

“Fue muy súbito, a todos nos tomó por sorpresa, fue algo muy inesperado. Estuvo dos días en el hospital, hasta que nos dijeron que había tenido otros dos infartos. Ya no había forma de recuperarlo”, apunta.

Yadira no se rinde, a pesar de que hay días que vivir con la ausencia de su marido, por su hijo de cinco años, a quien tiene que explicarle que su papá no se fue por su voluntad. Ambos acuden a terapia para sobrellevar el deceso de José Manuel, hace un año. “Él es mi motivo de estar bien. Es igualito a su papá, entonces es mi fortaleza, hay que agarrarse de lo más valioso que tienes en ese momento para seguir adelante. Ahorita es mi hijo”, añade.

Recuerda bien la frase del jefe de urgencias: “Sinceramente, ya no hay paciente. Allá ya no hay paciente”.

Recuerda que su esposo siempre le dijo que no lo dejara sufrir conectado a un tubo y que todo lo mundo lo viera. Eso, para José Manuel no era una manera de vivir, fue cuando tomó la decisión, pues su esposo y padre de su hijo no quería estar así, no quería sufrir de esa manera..

Hoy confirmo que sí fue una de las buenas decisiones y que hay que motivar a la gente (a que donen órganos) porque estás perdiendo, pero no sabes lo que estás regalando.

Son cosas buenas, es hacer feliz a otra persona y te llena saber que estás haciendo bien por otra persona”, subraya.

Yadira agrega que su marido donó sus córneas, “lo más bonito que tenía, sus ojos”.

También recuerda que se conocieron en el IMSS, en una de las clínicas. Duraron nueve años de casados, en una historia que define como corta, pero muy bonita, y aunque muchos sueños faltaron por concretarse, cree que por algo pasan las cosas, y hay que seguir adelante.

Al final, se invita a los familiares a dejar plasmadas sus manos en un muro con la leyenda “Héroes de vida”. Así cada uno de los presentes lo hace.

En pocos minutos, el espacio en blanco se llena de manos de colores y de distintos tamaños, que quedarán como recuerdo de quienes después de morir dieron la posibilidad de vivir a alguien más y como recordatorio del coraje que tuvieron sus familiares para tomar esta decisión en uno de los momentos más difíciles.

bft

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