En décadas anteriores, acudir al Centro Histórico para bolearse los zapatos era toda una tradición, misma que se ha ido perdiendo con el pasar de los años, lo que resulta lamentable principalmente por familias que dependen de este oficio, como el señor Gumesindo Escamilla Estrada, quien ha dedicado casi 60 años de su vida a esta actividad.

En entrevista para EL UNIVERSAL Querétaro, Gumesindo narró que desde la década de los noventa, la demanda de los actualmente nombrados “aseadores de calzado”, tuvo un declive considerable, debido a la proliferación de tenis y crisis económicas.

“Fue por ahí de 1990 cuando la gente dejó de venir, la clientela bajó como en un 60% y hasta ahorita nos mantenemos con prácticamente 25 o 30% de la cantidad de clientes que teníamos antes de ese año. Se ha perdido mucho la tradición del bolero por el auge de tenis y crisis económicas que se han venido”, narró el trabajador.

En su experiencia, el entrevistado dijo haber comenzado a trabajar en este oficio en el año 1955, a la edad de nueve años.

Gumesindo alternó este trabajo con sus estudios, sin embargo, al ser en aquella época una labor bien redituada, optó por dedicarse a bolear zapatos de tiempo completo.

Con este oficio, narra, logró sacar adelante a seis hijos, de los cuales dos ya fallecieron, y a su esposa, quien ejerce otro oficio y ayuda en los gastos del hogar.

Recordó que en las “épocas buenas de la boleada”, la gente solicitaba sus servicios y el de sus colegas, principalmente los domingos, antes o después de ir a misa.

“Lo más común era que se viniera toda la familia, antes o después de ir a misa, todos acostumbraban usar zapatos y nos iba muy bien; el jardín Zenea se llenaba de familias que se formaban para limpiase los zapatos, uno disfrutaba mucho el trabajo en aquel entonces”, expresó Escamilla

Lamentó que hoy en día los principales clientes de estos trabajadores sean personal de bancos o de dependencias ubicadas en la zona, por lo que calificó de “fatal” las iniciativas que buscan reubicar a las instituciones de la zona, por situaciones relacionadas con espacios de estacionamientos.

“Sí hubiéramos sabido de eso que quieren hacer, entonces nuestro trabajo prácticamente se acabaría, de por sí la gente ya casi no viene porque no se les permite estacionarse en los alrededores, entonces prefieren irse porque ni modo de pagar una multa por venirse a bolear. Tendríamos que buscar opciones” argumentó.

Actualmente son pocos los jóvenes que encuentran en este oficio una alternativa para vivir, sin embargo, Gumesindo consideró que es una buena opción cuando se trata de conseguir recursos para sostener los pagos de escuelas, aunque admitió, no es una opción para dedicarse de por vida.

“Esta bien si tienen que pagar las escuelas o para que se distraigan, pero nada más, luego tienen que buscar otros horizontes, no pueden vivir de esto, tienen que ayudarse para conseguir un buen trabajo”, concluyó.

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