Despertar implica prepararte a nivel emocional para las miradas y los señalamientos del día, pero vale la pena, asegura Laura Alma Casados Mata, psicóloga, activista y persona de talla baja, que dice que hoy vive en un mundo que disfruta.

Todos los días se enfrenta a retos estructurales, cajeros difíciles de alcanzar, un mundo hecho para personas altas, miradas curiosas, pero son nada comparado con las experiencias del pasado y algunas burlas que la marcaron.

Ahora ve su condición como una gran oportunidad de encontrar las ventajas a todas las desventajas, “a lo mejor hay limitaciones físicas pero es una gran herramienta para demostrarnos que somos capaces de salir adelante, sin burlas, sin meterse a espectáculos para brillar”.

La talla baja se conoce como “enanismo” en términos médicos y hay más de 300 tipos diferentes. A Laura Alma le detectaron que era diferente a los tres años de edad, porque cuando nació tenía el peso y la estatura de cualquier niña promedio y a los dos años empezó a tener ciertas “limitaciones”. Entonces sospecharon que “algo diferente pasaba”.

Sus padres no supieron el diagnóstico real sino hasta los 12 años de edad, cuando se les informó que sería una persona de talla baja y que no iba a crecer. Pero el diagnóstico no lo obtuvo en México, sino en Estados Unidos, porque es una condición que no se conoce mucho en el país.

“Pasamos muchos años en hospitales buscando entender qué me pasaba, yo ya no crecía, pero no sabíamos por qué, hasta que hicimos el contacto con personas en Estados Unidos”, recuerda la activista.

Su tipo de enanismo se conoce como pseudoacondroplasia, un trastorno que causa anormalidades en el desarrollo y provoca estatura corta, además de diversas afectaciones óseas que le generan limitaciones físicas.

Como resultado de esas afectaciones óseas, hace nueve años dejó de caminar y requirió 18 cirugías que se le hicieron en un hospital de Estados Unidos para volver a ponerse de pie.

Admite que tuvo suerte, porque esas operaciones fueron gratuitas gracias a que su papá consiguió trabajo en una empresa de Estados Unidos y en ese país fue más sencillo buscar información sobre la condición de su hija.

“Encontró una asociación para que nos pagara el viaje y se encontró un hospital dedicado a eso, donde las operaciones se dan de manera gratuita, cada una de las sierras que te ponen en las piernas para enderezártelas cuesta más de 70 mil pesos y a mí me pusieron tres de esos aparatos, si yo no hubiera tenido esa suerte, no hubiera podido hacerme las cirugías y yo estaría en una silla de ruedas”, subraya Laura Alma.

Sin embargo, no puede recorrer grandes distancias, padece dolores en la columna, puede tener problemas en los oídos y algunas deformaciones, pero está convencida de que vale la pena luchar para que México ofrezca más servicios de salud para este grupo de personas.

Cuando sus padres conocieron el diagnóstico fue una época muy difícil, pero Alma sólo se hizo consciente de que era diferente a los 14 años, cuando asistió a una convención de Little People of America en Wisconsin, donde había más de tres mil personas como ella.

Antes de esa convención veía a sus compañeros más altos, pero “me creía única, que no había nadie como yo, cuando me doy cuenta que había mucho más, pues ya no era única y fue muy bueno, porque hoy es un mundo que disfruto, sé que otros me pueden entender”.

Ese primer contacto con personas de talla baja le cambió la vida. Sobre todo después de experiencias crueles que vivió en la secundaria, donde era objeto de bullying resultado de la ignorancia.

“Lo que más me dolió de esa etapa fue cuando salimos de secundaria en la foto de graduación, ahí, en esa foto, en lugar de tener mi cara pusieron la cara de un duende, fue algo que me marcó mucho, me lastimó”, dice con tristeza.

Prefirió quedarse callada. Se convenció de que era una broma de alumnos de secundaria, aunque emocionalmente fue un golpe muy duro para ella y se sumó a los pensamientos de suicidio que tuvo cuando ya no podía caminar.

“Cuando estuve en Estados Unidos, a los 16 años, recibiendo operaciones durante un año, llegué a pensar en quererme quitar la vida por tanto dolor, pero me repetía que tenía que hacer que las personas no debían pasar por esto, que se debía conocer esta condición para que sea más fácil para otros”, agrega con decisión.

Terminó la carrera de psicología, inició la organización Unidos por Un Mundo Incluyente, se decidió a trabajar por los derechos de más personas como ella y a sus 24 años es una de las mayores activistas en Querétaro y el país por visibilizar su condición.

A pesar de sus triunfos, Alma se enfrenta a muchos retos todos los días, desde el hecho de que su casa no está adaptada para las personas de talla baja o debe buscar un adaptador para las sillas cuando acude a espacios públicos.

“Hay que convencerte todos los días, desde que te levantas, que te tienes que levantar, que tienes que luchar, a pesar de que en la calle va a haber burlas, señalamientos y miradas, pero tienes que salir adelante, porque despertar implica prepararte a nivel emocional para el día, pero vale la pena”, asegura.

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