Jalil Rafael López Saldaña recuerda que de niño era “pleitero” en las calles, pero la disciplina del boxeo cambió muchos aspectos en su vida, que lo llevaron a los encordados de manera profesional, actividad que combina con la carpintería, aunque también le gustaría terminar sus estudios de enfermero.

Su apodo boxístico es El Abuelo, mote que usa desde hace cinco años cuando incursionó en el deporte de las orejas de coliflor como amateur, de los cuales los últimos seis meses ya lo hace como profesional, con tres combates protagonizados.

Narra que fue seleccionado para representar al estado de Querétaro, además de tomar parte en varios torneos de este deporte.

Comenta que debido una enfermedad cuando era niño perdió todos los dientes, por lo que sus primos comenzaron a decirle El Abuelo, sobrenombre que ahora lleva a los encordados.

Como amateur El Abuelo tuvo 38 combates, mientras que ya lleva tres en medio año de incursionar en el ámbito profesional. Además ha obtenido medallas por torneos como “Los guantes de oro” de 2015. El año pasado también consiguió un trofeo por el torneo de box que organizó El Marqués, así como una participación destacada en las eliminatorias regionales de la Olimpiada Nacional, donde por no consiguió participar.

“Me siento muy bien cuando me subo a un cuadrilátero y entrego todo de mí. Una pasión que me nace y me brota, porque siento que es en donde debo estar”, señala, al tiempo que indica que es una disciplina deportiva en la que se sufre, pero cuando está sobre el ring, dice que se siente muy satisfecho haciendo algo que le gusta.

El gusto por el boxeo lo trae de herencia, pues su padre también practica el deporte, y los últimos cinco años ha puesto alma, vida y corazón en entrenar, para que pronto pueda buscar un campeonato.

“Esa es mi meta. Llegar a representar a mi estado, a mi municipio y no nada más quedarme en algo corto, sino ir por algo grande”, asevera.

Agrega que “hubo un tiempo en que me dio mucho por ser un pleitero en las calles, [pero] el boxeo me ayudó a que dejara eso. Empecé a subirme a un ring, a cambiar muchos aspectos de mi vida, que al día de hoy me han llevado a tener un buen desempeño dentro del cuadrilátero”.

Explica que ser pelador en la calle le trajo muchos conflictos porque a la casa familiar llegaba la mamá del otro niño con el que había peleado y buscaban a su padre para que pagara “los daños ocasionados”.

De voz pausada, aunque de gesto duro, sin tantas huellas de combates, tan características en los boxeadores, El Abuelo sostiene que el box, de una u otra manera, le ayudó a tener un cambio en la vida, a llevar una disciplina, así como una nueva visión de la vida.

Precisa que actualmente se dedica 100% al boxeo, pues es su pasión y “es donde encajo. Claro que me gustaría seguir estudiando. Es algo básico, el cuerpo no es para siempre. Llegará el día en el que ya no pueda tener un desgaste físico más. Y sí, me gustaría acabar mi carrera como enfermero, que era lo que hacía”.

Relata que además de boxear se dedica a la carpintería, en un taller que tiene en su casa, en La Cañada, en el municipio de El Marqués.

Ser boxeador para Jalil, que está en el peso supergallo, implica llevar una disciplina estricta, tanto en rutinas de entrenamiento como en la dieta.

Comenta que cuando se prepara para una pelea debe levantarse a las 4:00 horas a correr ocho kilómetros, para regresar a su casa, bañarse, despertar a sus hijas, sus gemelas que a finales de enero cumplen tres años.

Aquí el gesto duro en el rostro de El Abuelo se torna suave y su voz es más relajada. Está recordando a sus hijas, quien junto su esposa y familia cercana se vuelven la piedra angular en la que descansa su fuerza para salir avante.

Agrega que tras ello, se va a entrenar, para luego regresar a su casa y volver a comer, pues lleva una dieta especial cuando tiene programada una pelea. Descansa, pero vuelve a entrenar un poco, para luego ir a otros gimnasios para ser sparring. Tras ello, retorna a su hogar, para descansar y volver a la misma rutina al día siguiente.

Los sacrificios. Sin embargo, hay otros sacrificios que debe hacer, como privarse de algunos comidas, fiestas y salidas con los amigos.

“Se acabaron las desveladas. He dejado varias amistades porque tengo que enfocarme al 100% a lo que es mi familia, mi esposa, mis hijas y el entrenamiento. Más que nada es de muchos sacrificios en cuanto a la alimentación, porque uno está acostumbrado a comer garnachas, pero con la dieta ya no se puede, pero es por un bien físico, para estar preparado para una pelea. Adiós a los tacos”, dice mientras ríe.

En el mundo del boxeo es frecuente que los peleadores, cuando tienen éxito, son rodeados de “amistades” que los llevan a vicios y excesos. Jalil piensa que cualquier amistad es buena, siempre y cuando se sepa diferenciar de una amistad sana a una que no llevará a nada bueno.

“En mi aspecto personal he dejado muchas amistades que no eran buena influencia. Ahora dicen que ya soy un no sé qué, pero no es así. Yo estoy luchando por una meta en la vida, por quizá dejar un legado como los grandes, como Julio César Chávez, [Jorge] El Maromero Páez, son figuras que admiro y me gustaría hacer algo similar a ellos”, precisa.

Jalil es optimista. Se ve en cinco años con un campeonato, defendiendo un título para Querétaro y por qué no, para México, en un deporte popular y que ha dado satisfacciones deportivas al pueblo mexicano, además de grandes ídolos.

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