Al entrar al bazar El Garabato, uno se pierde entre sus recuerdos. Entre miles de cosas exhibidas, los curiosos no saben por dónde comenzar. La variedad atrae de inmediato y el local marcado con el número 59 de la calle Venustiano Carranza, en el Centro Histórico, muy cerca del Templo de La Cruz y la Plaza Fundadores, invita a realizar un salto al pasado.

Adentrarse por los angostos pasillos es revivir la historia: objetos que fueron utilizados en su momento, pero que con el paso de los años y las nuevas tecnologías los volvieron obsoletos o quedaron olvidados en bodegas y en los rincones de las casas.

Libros antiguos, revistas de la década de los 50, utensilios, marcos y fotografías antiguas, cuadros, esculturas, discos, monedas, encendedores, máquinas de escribir y muebles son algunas de las tantas piezas disponibles en los mostradores. Un sitio donde la nostalgia se siente en cada rincón.

Para los observadores pacientes, el lugar ofrece sin duda recompensas interesantes al encontrar objetos que han trascendido décadas e incluso siglos.

El origen

A Araceli Mandujano y Francisco Rabell (hijo) les gusta coleccionar objetos que con el paso del tiempo dejaron de ser útiles. Un gusto que comenzó hace 30 años en su casa. Recibían visitantes quienes al encontrar cosas que les interesaban les pedían que se las vendieran. Dependiendo del objeto, los dueños valoraban si accedían a la venta o no, pues —confiesa Araceli— “uno se encariña con las cosas”.

Ahí comenzó lo que ahora se conoce como el bazar de antigüedades El Garabato, que está exactamente a unos pasos del Corral de Comedias que fundó Paco Rabell (padre) en 1980.

Paco Rabell hijo cuenta que también el teatro influyó en su gusto por los objetos de antaño, pues aprovechaba las giras de la compañía teatral a la que pertenecía para visitar algunas casas de los pueblos, donde encontraba piezas y por las que negociaba.

“No hay una fecha formal porque fue poco a poco. Estaba en un grupo de teatro, salíamos mucho de giras y en mis ratos libres me salía a caminar en los pueblos; eran épocas en que las puertas de las casas estaban siempre abiertas, entonces si veía algo que me gustaba, les tocaba y les pedía que me lo vendieran aunque los dueños decían que era algo que ya no servía.

“Así fue como empecé a comprar cosas para la casa, pero cuando ya no cabían empezamos a vender, empezaron a llegar clientes y a encargar cosas y poco a poco me fui dedicando más a esto hasta que llegó el momento de dejar mi otro oficio [en el teatro]. Desde hace cuatro años me dedico de lleno a las antigüedades”, relata Rabell Flores, quien actualmente también es el presidente de la Asociación de Anticuarios El Tranvía de Querétaro.

Gusto compartido

Paco confiesa que se siente afortunado por tener como compañera a una mujer a la que le gustan las antigüedades. Actualmente cada uno tiene su propia mercancía a la venta en El Garabato.

“Mi esposa y yo comenzamos con esto asociados con unos amigos; con el tiempo nos fue tan bien a ellos y a nosotros que ya no cabíamos en el local que compartíamos y nos separamos. Desde ese momento, Araceli se vino a ayudarme y empezó a traer y vender algunas cosas que tenía en la casa y de pronto venían personas a ofrecer alguna pieza, vio que era negocio y ya le entró de lleno”, revela.

Entre semana se turnan. Los lunes y miércoles atiende ella; descansan los martes y jueves y viernes atiende Paco. “Los fines de semana que hay más gente nos venimos a atender los dos”. “Afortunadamente tengo la suerte que a mi esposa si le gustan las antigüedades, porque hay muchos compañeros que a sus parejas no les gustan y tienen problemas”, dice Paco.

Tv e internet, armas de doble filo

“En lo particular no ocupo la compra-venta por internet porque vivo de las antigüedades y me gusta vivir a la antigua”, responde Paco al preguntarle si vende en el mercado electrónico.

La forma de adquirir objetos antiguos ha cambiado. Antes, platica Rabell, se trasladaba a los pueblos y al ver algo que le interesaba preguntaba a los dueños por la pieza, “y la respuesta era la misma: ‘ahí sólo deme pa’ un pulque y lléveselo’.

“Ahora no, incluso en los ranchitos más apartados donde no hay luz eléctrica ni acceso a internet, donde no saben leer ni escribir, pero el nieto vive en la ciudad y por él se enteran que es un objeto antiguo y me dicen: ‘Ya lo revisó mi nieto, deme tantos miles de dólares y si no hay déjemelo’, ¿qué podemos hacer ante eso?”.

Para Francisco, antes el mercado de antigüedades era muy elitista, para gente de mucho dinero, pero sucedía que se consideraba como antigüedades solamente las obras de arte, las piezas muy finas en muebles, pintura o escultura. Ahora, con la transmisión de varios programas de televisión en los que los protagonistas son cazadores de antigüedades, ha regresado el gusto por estos objetos, lo que ha servido para hacer menos elitista el mercado: “Cada vez hay menos objetos, ya cualquier cosa la atesoran y antes no, antes todo se iba al fierro viejo o a la leña. Ahora las personas empiezan a apreciar las antigüedades, las conservan y coleccionan y el mercado se ha incrementado”.

Sin embargo, junto con el creciente mercado, también ha llegado un encarecimiento en los artículos.

“Las series televisivas y el internet son armas de doble filo porque por un lado crece la clientela pero por el otro, los que tienen cosas para vendernos a los anticuarios nos las venden más caras, porque lo buscan en internet o ven en televisión y aunque de pronto la pieza se parezca, para ellos es lo mismo y si ahí costó unos varios miles de euros, quieren que les des lo mismo, pero realmente no es la misma pieza, sólo se parece y por eso no podemos adquirirla, ya que sería muy difícil venderla para recuperar la inversión, corremos el riesgo de que se nos quede”.

Rescatistas de la historia

Precisamente, por el gusto de Paco de ir a los pueblos, buscar para comprar y traerlo al bazar para vender es como hace un par de décadas encontró una de las piezas más antiguas que le ha tocado rescatar de la fundición.

Se considera antigüedad todo lo que viene después de la conquista española, cualquier objeto antes de esta época se considera como prehispánico. Un día, en una chatarrera, Rabell Flores encontró un estribo de cruz.

“Esos estribos eran parte de la silla de montar de los caballos que venían con el ejercito de Hernán Cortés y lo encontré en una chatarrera, en el montón y aproximadamente data del año 1520 la pieza que fue hecha en España. Si no lo encuentro se va a la fundición y se pierde para siempre”, recordó.

Pasaron los años, Paco lo vendió a una persona y esa a otra, hasta que le perdió la pista. Después de tiempo llegó un amigo con un folleto “para decirme que iban a subastar el estribo y le dije que no quería saber en cuánto; en ese entonces todavía no existía internet, pero lo bueno es que se salvó la pieza y ahora debe de estar en manos de algún museo o un coleccionista importante. Eso es lo que más gusto nos da a este oficio, más que la cuestión económica es rescatar piezas que por ignorancia se pierden”.

Recorrido por el pasado

En los mostradores y anaqueles del Bazar El Garabato se conjuntan todas las épocas. Las recompensas para los observadores pacientes son varias. A Araceli no le gusta estar atrás de los clientes: “Yo los saludo y los dejo que vean con calma, sino sienten que los estas presionando y se van rápido”.

No hay un rincón libre en el amplio local. Además de contar con la parte frontal, donde están la mayoría de las piezas, al fondo hay otro pasillo donde están algunos de los artículos más grandes como muebles, en su mayoría de acabado rústico.

Al preguntarle a Araceli por uno de sus objetos más antiguos, ella se dirige a un mueble y saca de uno de sus cajones un misal (libro litúrgico que contiene todas las ceremonias, oraciones y rúbricas para la celebración de la misa en el rito romano, que es el de uso más extendido dentro de la Iglesia católica). La pieza ha sobrevivido tres siglos. Un artículo sumamente cuidado, hecho en 1772, perteneció a una iglesia queretana y que se le realizó solamente una restauración.

Curiosamente los visitantes también preguntan por un Cristo que está en la parte alta de una de las paredes, el cual —refiere Araceli— llegó junto al misal y a la imagen de La dolorosa, esta última se encuentra casi en la entrada.

“Fue curioso porque al final de cuentas el libro me lo regalaron. Hubo mucha gente atrás de estas tres piezas y a nosotros nos llegaron solitas. Fue una señora que traía una apuración de dinero y pedía 600 pesos por el libro, otros lo vieron antes que yo y no sabía lo que vendía, pues tan sólo el libro actualmente cuesta 45 mil pesos”, comentó Araceli.

Un poco más al fondo, en la pared del lado derecho, junto a la caja del negocio, hay un gran cuadro.

“Es de mediados del siglo 18 —explica la encargada—. Vino una señora un fin de semana y le caímos bien. Me contó que el cuadro era de su bisabuela y lo heredó su mamá pero decía que veía cómo su madre no quería salir de viaje para cuidar sus antigüedades”.

En la pared frontal, arriba de una caja con diversos discos de acetatos, hay cuadros pequeños. Unos con marco de bronce italianos, otro marco contiene una pequeña bandera de los festejos del centenario de la independencia, hay por ahí algún exvoto (pequeño cuadro que relata un milagro ocurrido y que se colocaba en el altar de una iglesia como forma de dejar testimonio de la ayuda divina), entre otras piezas.

Por ahí también se encuentra enmarcado un pedazo de un sobre Nazi, pues Araceli acepta que el tema es muy solicitado. Las cosas que tuvieron que ver con la Segunda Guerra Mundial tienen un atractivo especial para algunos compradores. “Son cosas raras que llegan a Querétaro, pero quienes compran mucho lo relativo con los Nazis son varios jóvenes. También me llegaron cosas rusas que se vendieron bien”.

También se observa un enorme libro con los mapas de la red de ferrocarril, que data de principios del siglo XX y que incluye todos los estados del país y que fue elaborado por el arquitecto Leandro Fernández, secretario de Comunicaciones y Obras Públicas de 1903 a 1922. Es de los últimos artículos que Araceli enseña a los visitantes. No hay duda, Bazar El Garabato es como un pequeño museo dentro del centro queretano.

Corredor cultural, en construcción

El presidente de la Asociación de Anticuarios El Tranvía de Querétaro, Francisco Rabell, recuerda que luego de empezar con un pequeño local propio, dentro del teatro de su papá, varios años después tuvo la oportunidad de que el gobierno del estado lo invitara a formar un mercado de antigüedades en el Jardín del Arte, donde ofrecieron sus objetos por más de 10 años.

“Se vino una remodelación al jardín y nos hicieron a un lado. Después el municipio nos invitó a participar en el camellón sobre Pasteur, a un costado de la Alameda Hidalgo, que fue un éxito rotundo, pero ahí el problema fue la seguridad vial: es una zona muy peligrosa al ser muy transitada, por eso el departamento de Protección Civil municipal decidió retirarnos y ahora estamos a la espera de un nuevo lugar”, detalla Paco.

Sabe que es un momento difícil para la autoridad pues por un lado limpian la capital del comercio ambulante. “Es muy difícil darnos un espacio en estos momentos, aunque es un atractivo turístico y cultural, para los otros comerciantes es lo mismo y generaría el conflicto de ‘¿por qué ellos sí y nosotros no?’, aunque lo nuestro sea totalmente cultural, muchos no lo entienden al ser venta en vía pública. Esto es lo que nos ha frenado un poco, sabemos que hay varios proyectos del municipio donde probablemente nos incluyan y estamos a la espera”.

No obstante, al estar al frente de la asociación estatal, que cuenta con alrededor de 30 agremiados, ha tratado de que la mayoría se ubique en una misma zona “porque es más fácil para los turistas, sobre todo, y los clientes locales, por si buscan algo en especial que lo encuentren”.

La idea es que este corredor sea desde 5 de mayo, a una cuadra de Plaza de Armas, hasta el Mirador de los Arcos. “Serían alrededor de cinco cuadras las que abarcaría, sería muy bonito que esté lleno de cuestiones culturales y terminar en el Panteón de los Queretanos Ilustres, ofreciendo antigüedades, librerías, galerías de arte, teatros y que todo esté en una misma calle. Para el mercado de antigüedades estamos gestionando que nos coloquen en una pequeña explanada que hay entre el Panteón y la Casa de la Juventud, sería ideal que ahí nos reubicaran.

“En la calle Venustiano Carranza ya logramos que se instalaran dos librerías, está por llegar una tercera al local de aquí junto, también se encuentra el teatro [Corral de Comedias], que ya tiene más años, y cada que me entero que algún vecino va a rentar su local busco a alguien que esté dentro de la cuestión cultural para que se sume al corredor”, explicó.

Es así como los anticuarios se han organizado para no dejar de ser sitios donde los recuerdos abunden en la memoria del visitante y se mitigue la curiosidad de conocer todo lo que se utilizó en el pasado. Buscan sobrevivir en un presente tan voraz y acelerado que muchas veces no deja tiempo para detenerse a observar lo que los seres humanos han dejado a cuestas.

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