Tener dos hijas salvó a Carlos de la cocaína y de los ácidos que consumió durante unos seis años. Empezó a beber a los 10 años, “porque siempre estaba solo” y en poco tiempo ya consumía marihuana, a los 17 ya era asiduo a la coca y entre todos sus vicios se gastaba 2 mil pesos o más a la semana.

A sus 39 años todavía bebe con regularidad y todos los días se fuma un cigarro de marihuana para dormir, pero compra el kilo en mil 200 pesos y le dura hasta cinco meses, así que sus problemas están lejos de lo que vivió de los 17 a los 23 años.

Nunca consideró ir a terapia ni buscó centros de rehabilitación. “Si yo empecé a meterme cosas por mi voluntad, también por voluntad los dejo”, y así lo demostró con la cocaína y el LSD, que eran las drogas más caras que consumió y que dejó cuando nacieron sus hijas.

La marihuana sigue siendo parte de su vida, pero apenas fuma “un churro”, cuando mucho dos, pero por lo general “yo me aviento diario, ya en la noche, si te fumas uno o dos al día pues te dura mucho, un kilo es un chinguero, es como para cuatro o hasta cinco meses, tranqui”, afirma.

Sus mayores excesos quedaron en el pasado, pero sus amigos todavía consumen algunas de esas drogas que usaban más jóvenes y las llevan a las reuniones.

Explica que un “perico” de cocaína cuesta unos 300 pesos, “un papel, no sé cuánto sea, pero la onza de buena calidad sí te sale en 500 pesos, porque hay cebollitas, a 10 cuadras de aquí, que te las venden hasta en 20 pesos, pero están en papel celofán, muy rebajada, de mala calidad, casi con puro mata ratas, para la banda que ya le urge y con eso están felices”.

Su experiencia fue diferente. Sus amigos ya no son “tan pericotes, hace 10 años o 15 compraban lo que fuera” y ahora son más tranquilos, sobre todo porque se gasta mucho en esas cosas.

“Cuando era pericote, porque antes era perico, grifo y coco, pues me gastaba 500 pesos cada semana en coca, pero la combinaba con alcohol, ácido y marihuana, ahorita no hago eso, pero antes me echaba como 2 mil pesos a la semana”, recuerda.

Para conseguir dinero compraba y vendía varios artículos y productos diversos, “siempre derecho, nunca drogas ni robado, pura mercancía legal”, pero muchos amigos suyos sí le robaban a su propia familia para comprar sus vicios.

“Yo vendía cosas, hacía mi desmadre, pero siempre legal para comprar legal. Lo más fuerte fue como de los 17 a los 23 años, como seis años me aventé así, era mucho dinero”, admite.

Dice que siempre tuvo cierto nivel de “sensatez”, lo más caro fue LSD, porque las tachas te salen en 100 varios y “en una noche te avientas mil pesos”, porque para ponerte “bien” necesitas siete o 10, “pero solo los usé para algún rave o hasta para echar pata”.

En todos sus vicios entró y salió por “propia voluntad”, nunca fue a grupos como alcohólicos anónimos, pero empezó a fumar a los 10 años, a beber antes de los 11 y la marihuana la conocía a los 13, pero la cocaína la conoció a los 16.

“Empecé a tomar porque siempre estaba solo, fui hijo único mis papás nunca estaban, a los 10 años me hice amigo de un chavo de una vinata cerca de mi casa, empecé a fumar y ahí ya bebía todo el día”, cuenta.

Dejó la cocaína cuando estuvo a punto de vender su guitarra y su batería, que tenían un “alto valor emotivo”, porque fueron sus primeros instrumentos, y decidió dejar los vicios “más carotes”, cuando conoció “a otros compas que se apirañaban cosas de sus casas por comprar una cebolla”.

Al menos tres de sus amigos ya son abuelos, porque son un poquito más grandes que él y le tocó ver cuando llegaban a los golpes con sus parejas, porque debido al consumo de drogas “se ponían bien locos. Un amigo, con el que ya no cotorreo, se puso bien grave, agredió a su vieja cuando estaba embarazada, la aventó por las escaleras y eso no es perdonable, no está chido”.

El nacimiento de sus hijas fue su mayor aliciente para dejar la cocaína y el LSD, pero todavía fuma marihuana todas las noches y el viernes, después de recogerlas en la escuela, desde la una de la tarde es capaz de tomarse un pomo de vodka entre el viernes y el sábado.

“El domingo crudeo con unas tres cheves, porque hay que estar bien el lunes, no porque mi vieja me diga algo, sino porque hay que estar bien”, afirma.

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