Óscar Vargas, empresario transportista que da servicio de la cabecera de la delegación Santa Rosa Jáuregui, afirma que las condiciones de inseguridad en la zona propician que sus choferes renuncien en un tiempo máximo de tres meses, mientras que otros duran ocho días, pues los problemas están a la vuelta de la esquina, o en la próxima parada.

Sentado al interior de su oficina y con una lesión en un pie que lo tiene en tratamiento médico, narra que en la cabecera de la delegación la situación no es tan extrema, pues es en las comunidades, donde la combinación de alcohol y drogas forma un coctel explosivo entre los adolescentes, principales protagonistas de la violencia.

Señala que los jóvenes de entre 12 y 15 años de edad portan navajas y buscan enfrascarse en pleitos y riñas por cualquier motivo, además de causar temor entre los habitantes, por no saber si los asaltarán.

Hace un tiempo un sujeto que había salido del penal de San José el Alto, por robo, consiguió una escopeta y esperaba a los choferes para pedirles “la cuenta” y comprar cerveza.

“Lo veían y escondían el dinero y si no les daba tiempo, porque cuando bajaban gente se subía por atrás y encañonaba a los choferes, quienes ya no tenían más remedio que darle 100 o 200 pesos para que se fuera”.

Dice que un día este sujeto fue denunciado con las autoridades. Los elementos de la policía municipal lograron atraparlo en el momento en el que perpetraba un asalto y fue capturado, aunque nunca supieron si el arma estaba cargada o no.

“La gente deja de moverse en camiones. Yo tengo unidades trabajando para San Miguelito, entonces se suben los chavos y se encuentran en el camión. No se pelean dentro de la unidad. A mí en lo personal cuando andaba de chofer, dos o tres veces me tocó bajarlos porque querían pelearse. Rayan los vidrios, el camión, o con la navaja rompen el asiento, le ponen sus iniciales. La gente ve y se espanta y deja de usar el camión, utiliza taxis”, dice.

Solo cuando no hay taxis, ya tarde, no tienen más remedio que usar camión, pero se espanta la gente y económicamente le afecta, pues para ellos es el mismo gasto de diesel.

Señala que en este momento uno de sus camiones tiene un vidrio roto, pues hace tiempo un estudiante de secundaria quiso pagar el pasaje de cinco pesos con un billete de 500 pesos. El chofer le dijo que luego le pagara. En la tarde el chofer lo vio y le dijo que le debía el pasaje de la mañana, y el joven de no más de 13 años comenzó a insultarlo y al bajar le arrojó una piedra al camión y rompió la ventana.

“No es lo que vale el vidrio. El vidrio me vale 300 pesos, eso se paga, sino la acción. Si uno les tolera ese tipo de cosas, va a ir creciendo la situación”.

Debido a estas situaciones la rotación de personal es constante pues son pocos los choferes que aguantan mucho tiempo manejar en esas condiciones y en lugares donde la inseguridad y los asaltos son una constante.

“De repente renuncian varios. Muchos aguantan, muchos se encaran, pero son problemas con la familia de la persona, con los amigos o con su bandita porque tienen su bolita [de conocidos]. Muchos los encaran y son problemas: se pelean, les pegan, demanda al chofer, yo como patrón tengo que ir a dar la cara al Ministerio Público y es pérdida de tiempo. Te pueden recoger hasta el camión y es pérdida de tiempo en lo que se arregla todo y el que pierde más es el dueño”, comenta.

Como patrón tiene que defender a su chofer, pues hay un contrato de por medio, y debe de responsabilizarse de la integridad física de su empleado.

El tiempo de “aguante” de cada chofer depende del carácter de cada persona, “como te puede aguantar dos o tres meses, como te puede aguantar ocho días, depende de lo que le pase. Si todo va bien, hasta que no le pasa algo malo se espanta y renuncia o simplemente deja el camión ahí. Cuando no encuentro chofer me toca manejarlo a mí”, precisa Óscar, quien tiene más de 15 años en el negocio del transporte, debido a la tradición de la familia, pues su padre inició hace más de 40.

Alcohol, grave problema. “El problema de aquí es el alcohol. Hay muchos lugares clandestinos donde ya está cerrado, pero por otro lado te venden. Ese es el principal problema de Santa Rosa. Hay taqueros que te venden droga. Los mismos camioneros de algunas líneas trabajan drogados o borrachos”.

Explica que en muchas ocasiones los choferes de los camiones trabajan acompañados con amigos que cuando ven a una joven que les agrada la molestan, por lo que el novio, junto con sus amigos, buscan “lavar la ofensa”.

Pone como ejemplo el Colegio de Bachilleres que está en la cabecera municipal, donde por la parte de atrás los jóvenes aprovechaban para pasar cervezas y salir del plantel totalmente ebrios. Esta situación, agrega, cambió solo cuando aumentaron la barda del plantel educativo.

Abunda que lo más común en la cabecera delegacional son los asaltos a los estudiantes, a quienes les quitan sus teléfonos y computadoras, aunque también afirma que parte es responsabilidad de los muchachos, quienes suelen alardear o presumir sus gadgets.

Indica que la influencia de ciertas películas, como Rápido y furioso propiciaron un mal ejemplo, pues causó que muchos chicos modificaran sus autos y jugaran arrancones.

La mayoría de las calles de Santa Rosa están en mal estado. En otras hay empedrados, donde circular a gran velocidad es imposible, además de que hay topes que limitan la velocidad. En otras arterias predominan las terracerías, que esta época de lluvias se convierten en lodazales.

Irónicamente, Óscar narra que en el único semáforo de la cabecera hace unos años un grupo de jóvenes jugaba arrancones en estado de ebriedad y sufrieron un accidente, donde perdieron la vida varios de ellos.

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