El incendio en el mercado de El Tepe no acabó con la vida comercial de una de las zonas más tradicionales de Querétaro. A casi dos días de ocurrido el siniestro, en el tradicional barrio de El Tepetate se vive un ambiente de contrastes. Unos sufren, otros gozan.

Los locatarios afectados por el incendio esperan a las afueras del mercado, han permanecido ahí desde la madrugada del viernes, están preocupados y tristes por su futuro incierto, ninguno de los más de 100 comerciantes perjudicados ha trabajado este fin de semana. Los ciudadanos tampoco se acercan a la zona, a la distancia ven las patrullas de la policía municipal y prefieren evitar el recorrido.

No obstante, a unos metros de distancia se escucha de nuevo el bullicio de los tianguistas. La vida sigue en las vialidades aledañas al mercado, se escuchan cumbias mientras vendedores de fruta y verdura gritan sus mejores ofertas. Hombres, mujeres y niños cargan bolsas con mandado es un ambiente de júbilo y despreocupación, algunos incluso olvidan que el mercado se quemó unos días antes.

¿Por qué está cerrado aquí? ¡Ah! Es porque se quemó el mercado, es que como vengo de El Cerrito y vi todas las vendimias igual que siempre, se me olvidó”, comenta uno de los taxistas que circula por la zona.

Como es costumbre, los camiones de transporte público se abren paso entre un mar de gente que se detiene constantemente a comparar precios. Los conductores reniegan del tráfico y del calor, mientras los comerciantes aprovechan la mañana del sábado para vender todo lo que puedan.

Juan Pablo vende verdura cada fin de semana sobre la calle Jiménez, una de las vialidades aledañas al mercado, es uno de los vendedores ambulantes que acomoda sus frutas y verduras sobre un pedazo de tela extendido en el piso, no percibe que las ventas sean más altas, pero tampoco nota que el incendio de El Tepe lo haga vender menos.

Yo noté todo igual, los mismos clientes, las mismas ventas, lo que sí se nota mucho es que la gente ya no llega hasta allá abajo, a la parte del mercado, porque saben que el mercado está cerrado y además huele mal, huele a quemado todavía. Como comerciante sé lo duro que es vivir al día, nuestro negocio es todo lo que tenemos, ojalá abran pronto el mercado para que se ayuden los compañeros”.

Clientela.

Ana María acostumbra visitar el mercado cada fin de semana, lo hace con su hija Carmen, de 15 años. Acostumbra desayunar en El Tepe, y después comprar la despensa para la casa; mientras el mercado siga cerrado, comenta, tendrá que hacer sus compras en otro lado.

Supimos en las noticias del incendio y la verdad nos dio mucho pesar porque este mercado es parte de nuestra vida cotidiana, no sólo para los que vivimos aquí, porque hay mucha gente que viene de otras colonias. Mi hija y yo veníamos a desayunar birria los domingos y también aquí surto mi mandado, pero pues ahora me toca hacerlo en estos puestos de afuera, porque de todas formas aquí está más barato que en otros lados”.

Las familias acuden a esta zona a comprar desde ropa, calzado, bolsos para dama, comida rápida, carne, verduras, juguetes, hasta aparatos electrónicos. Los días de mayor afluencia son los fines de semana, tal vez porque los adultos no van a trabajar, ni los niños a la escuela, y las familias improvisan una visita el mercado, misma que funge como momento de recreación familiar.

Sin embargo, la fiesta familiar, los gritos, el bullicio, la carcajada y las cumbias que surgen desde los locales que venden aparatos electrónicos, poco a poco disminuye a medida que uno se acerca a la zona del mercado.

Siguen a la espera.

Sólo cinco metros de distancia marcan la diferencia entre una zona económicamente activa y un área fulminada. En el Centro de Atención Familiar (CAF) El Tepetate, ubicado frente al mercado, los locatarios afectados por el incendio hacen guardia en el lugar, sostienen asambleas periódicas, esperan respuesta de las autoridades, pues aún no saben cuándo abrirán de nuevo el inmueble. Aquí el ambiente no es de fiesta, sino de pesar e incertidumbre.

Al interior del CAF, personal de la Secretaría de Desarrollo Social del municipio de Querétaro elabora registros a con cada uno de los locatarios para saber a cuánto ascienden sus pérdidas.

A los comerciantes les hacen una breve entrevista en la que se esperan respuestas de buena fe, ya que nada de lo que dicen los vendedores puede comprobarse. Les preguntan cuánto tenían invertido en mercancía, cuál es el producto que más se vende y cuáles son sus percepciones mensuales.

Isabel Martínez, una de las comerciantes afectadas, respondió todas las preguntas, llenó formularios y firmó todos los documentos necesarios, pero nada de eso la consuela. Sólo puede pensar en que este fin de semana no podrá trabajar, pues no tiene mercancía ni un lugar establecido dónde venderla.

Pues sí está bien que el gobierno nos ayude a recuperar algo de lo que perdimos, pero yo me pongo a pensar en que este fin de semana no podré vender nada, porque no tengo dinero ni siquiera para surtir más mercancía, debo esperar a que nos autoricen entregarnos el recurso y después volver a invertir.

“En mi caso fue pérdida total, todo se consumió, mis vitrinas, todo, acababa de remodelar el local, cambiar azulejos, y ahora ya todo eso se fue; yo tengo 12 años vendiendo aquí en El Tepe. Calculo que tenía 700 mil pesos invertidos, sinceramente no creo que el gobierno me regrese todo lo que perdí”.

Mientras los demás comerciantes esperan su turno para documentar sus bienes perdidos, los que ya realizaron este trámite reciben de parte del DIF municipal un paquete de limpieza (cubeta, trapeador) y una caja con despensa.

En la explanada del mercado todavía se aprecian grandes tubos y algunos cacharros, la zona permanece acordonada por la policía municipal, nadie excepto los brigadistas pueden ingresar.

En la zona se percibe todavía un olor a quemado, grasa y agua estancada. Se ha vuelto una costumbre entre los comerciantes, desayunar, comer y hasta cenar en el estacionamiento del CAF.

Según las instrucciones del alcalde Marcos Aguilar, los locatarios afectados podrán trabajar temporalmente en la explanada del mercado, debajo de los arcotechos recién instalados. Aunque esto no crea sino más incertidumbre entre los comerciantes, pues los jueves y los domingos se instala un tianguis en esa misma área y no saben cómo podrán organizarse.

bft

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