En homenaje a Francisco Cervantes Morales, Don Panchito, como le llamaban, como aún lo recuerdan, la familia Cervantes Cortez abrió su cuarta tienda de dulces típicos mexicanos. Muéganos, pepitorias, cajeta, pedos de monja, obleas, jamoncillos, rollos de guayaba y hasta alfajores, tradicionales en el sur del continente pero hechos 100% en Querétaro, están en la tienda de Dulces Típicos Don Panchito, que se encuentra en el número 33 del Andador Libertad, en el Centro Histórico.
La ubicación de la tienda no es casualidad. Ahí, afuera del número 33 del Andador Libertad, hace más de 25 años, Francisco Cervantes Morales comenzó a vender los dulces que su propia esposa, Marina Cortez Hernández, elaboraba: jamoncillo, cocada, ate de guayaba y tamarindos.
En Querétaro existen tres sitios para comprar buen dulce, La Cruz, Mercado Escobedo y las tiendas que se ubican en el Centro Histórico, que son más de 12 y de todas esas tiendas cuatro pertenecen a la familia Cervantes Cortez, son el legado del espíritu emprendedor de Panchito y Marina.
De Amealco a la ciudad. La primera vez que EL UNIVERSAL Querétaro platicó con Abel Cervantes Cortez fue en su papel de pintor, ahora ha dejado los pinceles, por un tiempo, para dedicarse a guiar los primeros pasos de Don Panchito. Acompañado por su esposa Marimar Carrillo y su pequeño hijo José María, seguro heredero de esta dulce tradición, Abel platica con orgullo la historia de su familia.
Historia que comenzó en el municipio Amealco. Allá, Panchito y Marina, eran famosos por los tamales que vendían. Sus hijos: Nora Guadalupe, Juan Francisco y Abel ayudaban en todo el proceso, desde llevar el nixtamal al molino, la elaboración y venta de los tamales. Así comenzó la trayectoria comercial de la familia, impulsada por la tenacidad de la señora Marina.
“Mi mamá siempre ha sido muy inquieta, siempre quiso que nosotros tuviéramos otra educación, otra visión, no quería que nos quedáramos en el pueblo; era rebelde, tenaz, hasta la fecha es rebelde, y se empecinó para que nos viniéramos a Querétaro; mi papá era muy tradicionalista, como yo, él no se quería ir de su pueblo y mi mamá, después de mucho tiempo, lo convenció, quizá no lo convenció sino que lo obligó, y llegamos aquí”, cuenta Abel.
Ya en la cuidad, la señora Marina consiguió un permiso para vender comida, tanto en la cafetería de una secundaria, como en los tianguis; y el señor Panchito comenzó a vender dulces en el Andador Libertad, afuera del número 33.
“Mi papá era un hombre que siempre se levantaba a las cinco de la mañana y se iba a pasear a su perro, tenía un labrador chocolate que se llamaba Lata, regresaba a la casa a las siete y media, desayunaba algo y se venía a trabajar, a las ocho y media mi papá ya estaba aquí, en el centro, ya con su puesto y todo el día ahí estaba, todos los días de su vida, así lo recuerdo. De carácter era así como son los Cervantes, serios, pero buena onda, si preguntan aquí, a alguna de la gente que tiene años en los puestos del Andador, seguro se acuerdan de don Panchito, así le decían de cariño”.
La dedicación de Panchito y Marina se ve reflejada en cuatro tiendas de dulces. La Catrinita (5 de Mayo # 8); La Merced (Allende # 1-D), atendidas por Juan Francisco Cervantes Cortez. Dulzura Queretana que está a cargo de la propia señora Marina, quien sigue haciendo sus dulces, y Genoveva Cortez Hernández, hermana de Marina, quien siempre ha apoyado en el negocio de dulces.
La tienda Don Panchito abrió apenas el 5 de septiembre de 2016, fecha que tampoco es una casualidad, porque el 5 de septiembre es el cumpleaños de José María Cervantes Carrillo, hijo de Abel y Marimar Carrillo.
“A toda la familia le gustó la idea que le fuéramos a poner a la tienda Don Panchito. A mi tía y mi mamá al principio se les hacía raro ver la cara de mi papá en una marca, una marca que vamos a dar a conocer y promover con el dulce típico mexicano, es un pequeño homenaje a mi papá y a lo que ha logrado toda la familia, todo gracias al trabajo de mi papá y mi mamá, que es incansable. Y no es algo que sólo ha sacado adelante a la familia, sino que también ha servido para dar trabajo a otras personas, muchas de ellas que se han venido de Amealco y que ahora ya han salido de la Universidad”.
Queretanos y turistas. Buen precio, calidad, frescura y el mejor surtido, es lo que ofrece Don Panchito, con venta de dulces de la región queretana y distintos sitios como Estado de México, Jalisco, Michoacán, Celaya.
Palanquetas, pepitorias, cajeta, muégano, pulpa de tamarindo, chocolate, jamoncillos, licor de café, rollos de guayaba, ates, cocadas, pedos de monja, obleas, productos con amaranto. Para todos los gustos y de todos los precios, Don Panchito tiene dulces.
Abel, experto conocedor del dulce, explica que en Querétaro hay tres lugares para conseguir buen dulce. Y aunque las tiendas que están en el Centro Histórico parecen ser destinadas más a los turistas, también hay muchos queretanos que llegan ahí a surtirse.
“Yo soy de Querétaro, descendiente de Conín y del Marques de la Villa del Villar del Águila, y sé que hay tres lugares emblemáticos para comprar dulce, eso lo saben todos los queretanos, el primero es el mercado La Cruz, segundo el mercado Escobedo y tercero es el Centro, y el queretano sí viene y nos consume, llega y compra una cantidad grande para alguna fiesta; nuestros clientes se dividen en 40% queretanos y 60% turistas, sí es un alto índice, de hecho los negocios subsisten por los queretanos, porque el turismo sólo viene por temporadas, no es constante, pero el queretano que es cliente ya sabe y dice: voy a esa dulcería porque hay variedad y el dulce es barato. Parecería que no, pero de 110, 60, 50 pesos, que el queretano consume en su propia ciudad ayuda a que los negocios subsistan”.
La modernidad ha traído nuevas formas de empaquetado y presentación del dulce típico mexicano, pero conservan el mismo sabor porque el proceso de elaboración sigue siendo artesanal, a diferencia de los dulces que se venden en los supermercados, que son procesados a gran escala y con altas cantidades de azúcar.
Abel Cervantes Cortez hace una invitación a volver a consumir los dulces típicos del país, no sólo porque son el sustento de muchas familias, sino porque son elaborados con productos naturales y 100% mexicanos.