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‘Vienen a comer aquí, pero también a contar historias’

‘Vienen a comer aquí, pero también a contar historias’
02/07/2016 |00:54
Redacción Querétaro
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Las lágrimas son inevitables cuando doña Juana Maqueda recuerda su infancia y las carencias que vivió cuando era niña.

Su dieta diaria consistía en tortillas con ajo y chile, un atole de masa y chocolate, algunas veces había frijoles y cuando la cosa iba bien, algo de carne. Eso sí, en su casa se guisada con mucha agua, para que alcanzaran a comer los otros seis hermanos.

Ella es originaria de la comunidad El Doctor, ubicada en Cadereyta de Montes, pero es residente en el municipio de San Joaquín desde hace muchos años, lugar en el que se casó, donde tuvo a su hija y en el que ha trabajado toda su vida.

Actualmente forma parte de las cocineras voluntarias en el comedor comunitario de San Joaquín, lugar que desde abril pasado ya opera, junto con otros tres comedores en los municipios de Amealco, Pinal de Amoles y Landa de Matamoros, los cuales tienen el objetivo de garantizar el acceso a la alimentación a personas que viven en situación de vulnerabilidad en zonas rurales y urbanas.

Cocinar para gente “como ella”, gente que lo necesita, la pone contenta, dice doña Juanita.

En el comedor prepara tortitas de papa, taquitos dorados, machaca con huevo, huevo con chile, arroz, frijoles y agua.

Estos platillos son parte del menú que diariamente reparten en este comedor comunitario a todas las personas que por una u otra razón no tienen la posibilidad de, simplemente, comer de manera digna.

El precio del menú es razonable, sólo cuesta 10 pesos. Pero a decir de doña Juanita, esto va más allá que el simple hecho de recibir alimento.

“Más que venir a comer, mucha gente viene a platicar, a contar sus historias. Muchos de los que vienen viven solos y el hecho de comer aquí les ha cambiado la vida”, refiere.

A pesar de sus dificultades económicas actuales que enfrenta, asegura que disfruta el hecho de ser voluntaria —ya que no percibe salario alguno por esta actividad— y comenta que cocinar para muchas personas es una satisfacción muy grande para ella.

Platica a EL UNIVERSAL Querétaro que comenzó a trabajar desde muy pequeña. Dice que a los siete años. En una casa de una señora “acomodada”, alguien que doña Juanita considera como una madre, ya que le enseñó a lavar, planchar, barrer y, sobre todo, a cocinar.

“Mi mamá nos puso a trabajar desde muy chiquitos. Yo trabajé en la casa de una señora que era muy buena pero muy estricta. Yo era empleada doméstica, hacía varias cosas, pero cuando ella cocinaba, ahí teníamos que estar cerquita de ella. Me decía, muéleme el jitomate, báteme unos huevos. Ahí aprendí a cocinar”.

Ahora, ese conocimiento y esa sazón los comparte a diario con todas las personas que llegan a comer a este lugar, pequeño, pero que tiene como único fin: quitar el hambre.

“Me gusta mucho cocinar, para mí es algo bonito. Me gusta que lo que yo hago lo disfruten otras personas; la verdad, me siento contenta cuando me dicen que lo que comieron estuvo rico”, expresa.

A doña Juanita le hubiera gustado que en su infancia existiese un lugar como este: así no habrían pasado hambre. Este recuerdo doloroso la mantiene con los ojos húmedos mientras cuenta esta historia.

“Me acuerdo cuando una vez mi mamá nos puso a hacer un molcajete (de salsa) de ajos con un chile. Era lo único que tenía y harta agua y ajos y las tortillas”.

Hoy, afirma que solamente desea que las nuevas generaciones, especialmente los niños, no padezcan hambre, por ello pide a los que pueden, que apoyen este tipo de iniciativas.