Este domingo se tienen previstas varias marchas en el país para hacer consciencia de la importancia del Instituto Nacional Electoral (INE) ante la propuesta de reforma electoral del presidente Andrés Manuel López Obrador. ¿Por qué es importante la marcha y qué impacto tiene para la democracia de México?

A lo largo y ancho del país habrá marchas que abordarán la reforma electoral. En Querétaro, su cita será en la Alameda. No obstante, todas son significativas por una variedad de cuestiones. En primera instancia, se trata de una acción de participación ciudadana al hacer valer la voz de las personas. Resulta de enorme trascendencia que las opiniones de la población puedan ser escuchadas y este ejercicio busca precisamente esa posibilidad.

Derivado de esta escucha, el efecto deseado es fomentar la concientización entre la población en torno a un tema crucial para la democracia en nuestro país. Por ello, las marchas buscan manifestar una posición hacia la reforma electoral y que las personas puedan integrarse en el debate político para que adopten su propia postura al respecto. Esto mejoraría la participación ciudadana en temas políticos y fomentaría la cultura política en la sociedad, algo que es impostergable para la realidad de México.

Ahora bien, otra cuestión por la que estas marchas son importantes es por el mero tema del que hablarán: la reforma electoral. En vez de debilitar al INE, lo que se debería hacer es fortalecerlo y dotarle de las capacidades, recursos y facultades necesarias para que funcione mejor de lo que ahora ha podido. Tiene limitaciones, eso es cierto, pero es incongruente esperar que mejore su desempeño al removerle muchas de las atribuciones con las que cuenta.

Hace tiempo las elecciones las organizaba el mismo gobierno, situación que despertaba desconfianza en la población, puesto que es complicado creer en resultados de comicios cuando una entidad es juez y parte. Una de las consecuencias de esta dinámica fueron los múltiples fraudes que se registraron sobre todo en las últimas décadas del siglo pasado. La sociedad civil se organizó para cambiar este panorama y el resultado fue la creación de lo que posteriormente se conoció como INE.

Una de las metas de este órgano electoral es regular las elecciones para alejar la posibilidad de fraudes electorales y lo ha hecho muy bien. Su operación en comicios, que es llevada a cabo por la misma ciudadanía, es un triunfo para la democracia, pues le otorga a los mismos ciudadanos la posibilidad de salvaguardarla y protegerla. Además, la extensa participación de personas en las urnas crea una dependencia en cadena que reduce la posibilidad de corrupción y mejora las probabilidades de que se generen ejercicios limpios.

En este contexto, resulta contradictorio que la propuesta del mandatario sea mejorar la democracia mientras se limita al máximo órgano electoral. A la sociedad civil de México le costó mucho tiempo, esfuerzo y dedicación poder crear un organismo que pudiera dotar de mejores condiciones a la forma de votación para elegir nuestros representantes. Suena descabellado creer que una institución diferente al INE, o el mismo gobierno, pueda organizar las elecciones y que pudiese existir confianza en la población hacia los resultados. Hay que decirlo: de suceder, nuestra democracia estaría en riesgo.

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