U n nocosomio, como el que se encuentra en la avenida 5 de Febrero, es un lugar en el que todos los días se cruzan millones de historias, donde la gente llega a salvarse o a pasar sus últimos días.
En el Hospital General, con 50 años de historia, han fallecido pacientes y personal de la propia institución, algunos de ellos totalmente entregados a su labor.
Al llegar la noche, en el tercer piso de ese centro médico, únicamente se quedan los pacientes graves, a los que se les debe brindar una atención especial; sin embargo, la ayuda no siempre llega.
Una de las leyendas, narradas por el personal del hospital, cuenta que se han presentado situaciones en las que los pacientes son atendidos por la “enfermera rubia”.
Hace algunos años, Chelita, actual trabajadora en el Hospital General, hacía sus rondines con los pacientes durante el turno de madrugada, a las cinco de la mañana, por lo que acudió a la única habitación que le faltaba, donde seis personas esperaban a que alguien les diera sus medicinas.
Cuando Chelita se dispuso a medicar a sus pacientes, le sorprendió la respuesta: “¿otra pastilla señorita?”, exclamó uno de ellos.
—Sí, le toca su pastilla—, respondió la enfermera.
—No, ¿no vio a la enfermera güera que acaba de salir?, ella nos las dio ya—, respondió el paciente. Sin embargo, ante la incredulidad de Chelita, insistió para que su paciente en turno tomara el medicamento; no obstante, los enfermos tenían la certeza de haber tratado con otra persona.
Posteriormente, los pacientes mejoraron, por lo que rápidamente fueron dados de alta.
Por desgracia, no todo puede ser positivo en el Hospital General, ya que no es la única situación paranormal que se presenta.
La premonición en forma de niña. La doctora Daniela García Olvera relata que en sus primeros años como interna, cuando tenía que hacer guardia por la noche, decidió tomarse un pequeño descanso, en el segundo piso del hospital; sin embargo, al cerrar los ojos escuchó la risa de una niña en e pasillo. En la noche está prohibido que menores o cualquier visitante ronde las instalaciones.
Al salir de la sala de descanso, la doctora pudo observar a una pequeña a los pies de la cama de un paciente, al no creer lo que pasaba, se talló los ojos y al volver a mirar, ya no se encontraba aquella menor.
Durante esa noche, García Olvera no pudo volver a conciliar el sueño, por lo que esperó hasta que amaneciera, y regresarán los otros doctores, para relatar lo ocurrido.
Una compañera le explicó que esa niña era la premonición de la muerte, y no para quien la veía, sino para el paciente al que visitaba.
La doctora recuerda que la persona que fue visitada por la niña murió poco tiempo después.