Opinión

Yo discrimino, tú discriminas, él discrimina

En este país, uno de cada cinco mayores de 18 años sufre algún tipo de discriminación.

15/08/2018 |01:17Ricardo Rocha |
Redacción Querétaro
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Y así, podríamos seguir conjugando sujetos y tiempos verbales ad infinitum, porque México es uno de los países más discriminatorios del planeta. Y de nada nos vale hacer perdurar el mito de que somos una sociedad abierta y tolerante. Por el contrario, es hora de vernos clara y descarnadamente frente al espejo, para reconocernos como un país, donde ejercemos la discriminación más infame cada día.

Los grupos sociales más afectados porque se respetan poco o nada sus derechos son: transexuales (72 %); gays y lesbianas (66); personas indígenas (65) trabajadoras del hogar (62); personas con discapacidad (58) y adultos mayores (57). Las prácticas discriminatorias se extienden a otros grupos: afrodescendientes (56); mujeres (48); personas de religión distinta a la mayoritaria (45); adolescentes y jóvenes (42); extranjeros (42); niñas y niños (23).

En este país, uno de cada cinco mayores de 18 años sufre algún tipo de discriminación. Las motivaciones son de lo más variadas: el color de la piel, sobrepeso y obesidad, la estatura, las creencias religiosas, la orientación sexual, la edad y la manera de vestir, la clase social y hasta el lugar donde vive.

Todos estos datos y señalamientos vienen en la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis), que por primera vez incluye 100 mil entrevistas en una muestra exhaustiva y realizada por el Inegi, la CNDH, la UNAM, el Conacyt y, desde luego de manera relevante, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), cuya presidenta, esa formidable luchadora social que es Alexandra Haas, ha denunciado que “la discriminación no solo se siente o escucha, sino que se vive en la interacción social e institucional”.

En entrevista, Haas me explica que la discriminación no solo es un tema de moral pública sino de injusticias que pueden interpretarse como delitos: falta de acceso a atención médica y medicamentos; la negativa a créditos para vivienda, préstamos personales o emisión de tarjetas de crédito y hasta la permanencia en determinados restaurantes, bancos o centros comerciales.

Y yo pregunto: cuántas veces hemos visto a mexicanos de rasgos indígenas en un Consejo de Administración de una empresa, en un cargo público importante o tan siquiera en la gerencia de un banco. Peor aún, de cada diez presos cuántos son morenos y cuántos güeros.

A ver si es cierto que el nuevo y comprometidamente justiciero gobierno toma nota de este informe que debiera avergonzarnos a todos.

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