No, no responsabilicen al buen Tláloc por las excesivas lluvias y el desastre que ha caído sobre Querétaro: esa es su chamba. Mas bien, pongamos los ojos en los verdaderos responsables: quienes gobiernan y han gobernado el estado en los últimos 40 años.

Grandes inundaciones en 1986, 1991, 2003, 2017 y 2021, por mencionar algunas. Las tragedias naturales nunca lo son del todo; en realidad, tienen su origen en la corrupción política. Ya se ha dicho: las tragedias, más que naturales, son sociales.

Pongamos por ejemplo lo que pasó en el fraccionamiento Eduardo Loarca, donde un condominio que estaba a un lado de un dren se hundió a consecuencia de un socavón generado por las lluvias. Lo más patético fue la explicación del funcionario Armando Presa Ortega, de Servicios Públicos del municipio de Querétaro, que aseguró que el dren se dañó debido a un incendio provocado por unos indigentes días antes. ¡Ahora resulta! Todos tienen la culpa menos los funcionarios.

La información puede parecer repetida: inundaciones, calles vueltas ríos en Menchaca; Paseo 5 de Febrero —la obra recién estrenada de Kuri— anegada; las presas al borde; el río Querétaro, que por lo general es un hilo de agua, al 95% de su capacidad. Y la ciudad convertida en un caos.

Lamentablemente, no es algo nuevo. Es información que se repite cíclicamente en Querétaro. Todo se debe a las administraciones que han pasado por el estado: mayoritariamente del PAN y una del PRI. Pasó en 2003, ese otoño que dejó 65 mil damnificados. El gobernador Francisco Garrido Patrón reconoció 13 mil viviendas afectadas y seis muertos, además de 36 colonias inundadas. Se reportaron también encharcamientos en 5 de Febrero, Zaragoza, Tecnológico, Bernardo Quintana. Garrido recibía un Querétaro “prácticamente destruido”. Una ciudad que ya en 1986 y 1991 había registrado inundaciones.

Después, otra vez en 2017. Fue otra época de lluvias donde no se hizo nada para prevenir. Los pretextos típicos: que eran lluvias atípicas. Un socavón en Antea cobró la vida de un taxista. Nuevamente, colonias inundadas. Y la solución, hasta hoy, no ha llegado.

El desmedido crecimiento urbano, que, en vez de priorizar el desarrollo sustentable, le apuesta a un gigantismo metropolitano, ha traído consecuencias visibles y cada vez más graves.

El último capítulo fue durante la toma de protesta del gobernador Mauricio Kuri, en 2021. El primero de octubre lo recibió una gran tromba. Nuevamente, grandes inundaciones. Hoy estamos al borde. ¿Qué se ha hecho en los últimos 40 años? Nada. En los años 80, cuando se inundaba Querétaro, era una ciudad pequeña. Pero hoy, que se ha convertido en un monstruo urbano, la situación ha escalado a niveles alarmantes.

Toca prevenir que no se repita lo de 2003.

Los desastres no son naturales. Son sociales.

Periodista y sociólogo. @viloja

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