La medición del tiempo es una invención social. La inventamos para tener referencias, para establecer ciclos. Basados en modelos matemáticos astronómicos, se creó el calendario. El solar, el lunar, el chino, el maya, el gregoriano, en fin, cualquier calendario. Todos tienen una lógica. Cosechas, lluvias, solsticios, cambios de estación, etcétera.
A todos estos calendarios, podemos agregar uno: el político. Y aunque el político carece de lógica astronómica o agrícola, establece ciclos y, en algunos casos, mide expectativas.
Un ejemplo de los calendarios políticos es el famoso ciclo de los cien días de gobierno. Aunque ese lapso de tiempo es relativamente corto, puesto que apenas los gobernantes implementan sus primeras medidas, a algún genial publicista se le ocurrió que era una buena medida de tiempo y era deber promocionar acciones espectaculares, aunque la mayoría apenas fueran esbozos de líneas de gobierno. En realidad, el ciclo de los cien días dice poco, es más propaganda que hechos.
Pero con julio llega otra fecha que sí es punto de inflexión. El calendario político queretano marca que es época de informes de gobierno. Así como para los estudiantes antes del verano tienen que presentar exámenes, los gobernantes y representantes populares tienen que explicar ante la ciudadanía que han hecho con los fondos públicos en el ciclo que termina.
Alcaldías, legislatura y gobernador se presentan en el inicio de verano a rendir cuentas ante la ciudadanía. O bueno, al menos eso debería ser el informe, pero, ¿es realmente una oportunidad para la rendición de cuentas o un pretexto para el autoelogio y la promoción del gobernante?
Durante años, el informe de gobierno era el día del señor presidente, gobernador o alcalde. Eternos discursos carentes de autocrítica y lleno de cifras en donde se vanagloriaban y se definían como los mejores gobernantes. Y todo ante un aplauso fácil de la concurrencia. Sin lugar no digamos para la crítica, sino incluso para el cuestionamiento lógico.
A nivel nacional, esa tradición priísta del elogio en el día del informe se rompió con la llegada del PAN al poder. Sin embargo, a nivel local, los informes siguieron la misma lógica del antiguo régimen: más que rendir cuentas, el autoelogio del gobernante.
Sin embargo, dos puntos marcan una ruptura en esas fechas de solemnes: el V informe de gobierno del panista Francisco Garrido y el III informe del priísta José Calzada Rovirosa. En el primer caso, un ciudadano cuestionó el imperio de la impunidad en el sexenio panista; en el segundo, una marcha multitudinaria protestó afuera del recinto contra el regreso del PRI al poder federal.
Los tiempos están cambiando, cantó Bob Dylan hace décadas, y los tiempos políticos no son la excepción. Inicia el maratón de informes de gobierno y cada uno tiene la tarea de presentar el suyo.
¿Qué veremos en esta temporada de informes? ¿El regreso del viejo estilo de “informar” o una auténtica rendición de cuentas? ¿La autopromoción a costa del erario en búsqueda de un nuevo puesto de elección popular o escuchar las demandas ciudadanas?
Y de nuevo recurro a Bob Dylan: la respuesta, mi amigo, está en el viento… y en los spots y espectaculares.
Periodista y sociólogo. Docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAQ. Director del semanario universitario Tribuna de Querétaro