El presupuesto 2026 de Querétaro se aprobó. Eso es lo que el gobierno quiere que usted vea en las noticias. Todos felices, Querétaro unido rumbo al siguiente nivel. Y es cierto. Pero también lo es que ya no se aprueba como antes: sin sobresaltos, sin voces incómodas, sin la molestia de explicar cómo se paga “en abonos chiquitos” de mil millones de pesos una obra eternamente inconclusa como Paseo 5 de Febrero. Esos tiempos quedaron atrás.
El empresario Mauricio Kuri descubrió que el Congreso ya no es patio trasero del Ejecutivo, sino un espacio donde le recuerdan que existe la política y que no puede administrarla como si fuera una cadena de tiendas de conveniencia.
Lo que vimos esta semana no fue un terremoto político. Fue algo más sutil, quizá más revelador: un presupuesto que se aprueba, pero ya no se impone.
Morena llegó al Pleno con la espada desenvainada. En su narrativa, el presupuesto era una pieza centralista y desigual, escrita desde oficinas que no conocen la Sierra Gorda ni el Semidesierto. El rechazo del Pleno (13 votos contra 12) fue un recordatorio de los nuevos tiempos en los que el PAN ya no tiene mayoría: un “hasta aquí” sin convertirse en un “jamás”. Duró poco, pero alcanzó para que el gobierno sudara la gota gorda. Aunque en Palacio de la Corregidora intenten narrarlo como un accidente legislativo, fue un mensaje: ya no alcanza con mandar el proyecto; ahora hay que persuadir.
Luego vino la parte menos dramática y más real: la negociación técnica en Comisión, la realpolitik pura. Esa es la belleza de la política: siempre da para que cada uno cuente su propio cuento.
Morena logró que se incorporaran algunos puntos, pero no todos; su discurso de rechazo absoluto se volvió un “bueno, con estos ajustes podemos acompañar”. El PAN logró sacar adelante su presupuesto, pero perdió el privilegio de hacerlo sin regateos. Al final, lo importante no es si el presupuesto quedó mejor o peor, eso lo dirán los municipios, no los boletines, sino cómo quedó. Llegó a la meta, sí, pero con raspones, con regresos, con voces levantadas y con el aviso, cada vez más evidente, de que la Legislatura dejó de ser esa ventanilla donde se sellaban documentos como si fuera oficina postal.
Querétaro no se volvió un paraíso de deliberación democrática, pero tampoco sigue siendo la monarquía presupuestal de otros años. Hoy el Congreso incomoda, pregunta, condiciona, estorba… y a veces hasta funciona. Y en política, eso ya es toda una revolución silenciosa.
El gobierno aprobó lo que quería aprobar, aunque a medias. Morena trastocó la narrativa, aunque no pudo cambiar la lógica del gasto. Cada quien puede cantar victoria si lo desea. El presupuesto se salvó, pero la época de los obedientes terminó.
Y esa, más que cualquier cifra, es la nota política del año.
Periodista y sociólogo. @viloja

