No es una crisis del PAN: es el despertar de los diputados de Morena. Por primera vez entendieron que son mayoría y la hicieron valer. 13 votos son más que 12. Y al final, por más estratagemas, la aritmética se impone. Pitágoras también influye en la política.
El PAN vivía en la ficción de que podía controlar el Congreso siendo minoría con triquiñuelas legales, con reformas a modo para no perder el control. Pero ya no le salió, Morena ya superó el síndrome del impostor.
¿Cómo se reflejaba esto en política? Pues no se asumía como mayoría, no reconocía que en las urnas se le había entregado una mayoría y que, por tanto, la ciudadanía quería un cambio en el poder legislativo. Muchos diputados se comportaban con ese síndrome del impostor, sintiendo que no merecían estar ahí, plegándose a lo que decía la antigua mayoría, acercándose más a ellos.
Por eso los panistas seguían controlando comisiones y tomando decisiones. Por eso, cuando cambió el escenario político, Morena no supo ejercer su ventaja: se portó como esos novatos que llegan y, al mirar alrededor, tienen miedo de romper algo. En vez de ocupar los espacios, pidieron permiso para usarlos.
Y en política hay dos reglas: Primero, que no existen los espacios vacíos; siempre alguien los llena. Y dos: quien pide permiso, ya perdió.
Por eso es fundamental lo que sucedió recientemente en la disputa por la Mesa Directiva. Acción Nacional creyó que ya la tenía asegurada, como siempre; que contaban con todos los votos. Sin embargo, Morena —después del conflicto del Batán— entendió que debía actuar como bloque. Por primera vez hizo política.
Para sorpresa del PAN, al llegar a votar se dio cuenta de que no tenían la mayoría, que los 12 de Morena ya eran 13. Habían cabildeado. El PAN gritó traición, pero no: fue política. Es cabildeo. Así se hace la política.
El PAN no entendió su nueva realidad. Morena sí. Se quitó el síndrome del impostor. Lo que vimos fue un estallido: una trifulca en la Legislatura y hasta la alarma contra incendios encendida. Esa alarma fue simbólica: lo que se encendió fue la alarma para el PAN, de que estaba a punto de perder un poder.
Después, Morena ya no pidió permiso. No acató el receso que impuso el PAN de quince días. Al día siguiente decidió sesionar y, al hacerlo, eligió su nueva Mesa Directiva. Eso obligó al PAN a negociar y al propio gobierno del estado a intervenir, a través de la Secretaría de Gobierno, para dialogar.
Se respetó la decisión de quien había escogido Morena como presidenta —la diputada del Verde, Georgina Guzmán— y hubo una sacudida enorme en la burocracia legislativa. Se movieron varios elementos administrativos, prueba de que un nuevo poder ha llegado al Congreso.
Morena se asume como mayoría. Se ha liberado del síndrome del impostor.
Periodista y sociólogo. @viloja