En la Edad Media, los monjes y estudiosos se resguardaban entre muros, lejos del caos. Hoy, en la Universidad Autónoma de Querétaro salimos a la calle, escuchamos a la gente y proponemos soluciones con base científica. No basta contemplar: toca asumir la realidad de una ciudad que se inunda en los mismos puntos y que necesita acciones medibles, no discursos.
La UAQ, a través de la Facultad de Ingeniería y del doctor Eusebio Ventura, trabaja en un proyecto para reducir los riesgos de inundación en la Zona Metropolitana. El Plan Maestro Pluvial 2015–2030 dejó una hoja de ruta, pero la urbanización y los cambios en los patrones de lluvia lo rebasaron. La respuesta universitaria combina infraestructura focalizada, monitoreo en tiempo real y una cultura de prevención dirigida a la ciudadanía.
La prioridad técnica es clara: desalojo rápido del agua. Eso implica ampliar y reconectar drenes en zonas críticas y eliminar obstrucciones que estrangulan la capacidad hidráulica: cruces peatonales improvisados, cimientos que invaden cauces, sedimentos y basura. Los puntos rojos se conocen: Peñuelas, Candiles y el Dren Cimantario 2, Santa María Magdalena, El Arenal, el río Querétaro y la confluencia de Las Adjuntas.
Además, la UAQ colabora con la Comisión Estatal de Aguas en un sistema de alerta temprana para medir niveles en drenes y, en la medida de lo posible, en presas. El objetivo: pronósticos de 30 a 60 minutos para que Protección Civil emita avisos oportunos y la población tome decisiones informadas. Este esquema se apoya en el radar de lluvia de la CEA, instrumentación en tramos clave y un mapa de microcuencas que permite estimar aportaciones puntuales; una herramienta que traduce datos duros en alertas útiles.
Las obras no estructurales resultan igual de urgentes: señalética permanente en pasos de riesgo, postes graduados que indiquen niveles, campañas de educación preventiva y aplicaciones móviles para consultar el estado de puntos conflictivos. Prevenir también significa limpiar a tiempo, retirar obstáculos durante los eventos y sostener brigadas que acompañen cada temporal.
Los casos concretos hablan por sí solos. El cárcamo de Carrillo falló por las bombas: un recordatorio de que estos equipos requieren mantenimiento y sistemas de energía autónoma para operar cuando la red eléctrica colapsa. Las presas azolvadas perdieron capacidad de regulación; urge evaluar reemplazos de volumen o intervenciones viables con autoridades federales. Nada de esto se resuelve con una gran obra aislada: el tejido urbano impone límites y obliga a actuar con bisturí, punto por punto.
Este nuevo proyecto universitario parte de una premisa: las lluvias intensas y focalizadas dejaron de ser “atípicas”. Querétaro debe convivir con el agua sin volverla catástrofe. La UAQ pone sobre la mesa una ruta técnica y social para hacerlo: obras donde duele, datos que avisan a tiempo y ciudadanía que sabe cómo responder. Ya no alcanza con mirar la tormenta desde la ventana. Toca empaparse, corregir inercias y asumir que la prevención es tarea de todos.
Periodista y sociólogo. @viloja