Con un futuro sombrío, con un panorama económico poco alentador con trabajos mal pagados, con pocas posibilidades de ser dueños de una vivienda digna, ya no mencionemos el servicio de salud, a la Generación Z (jóvenes de 18 a 29 años y que en Querétaro son 621 mil personas, el 26% de la población total) no le quedaba otra opción que protestar, pero la clase política rapaz, hasta eso les robó.
La convocatoria auténtica sí nació entre jóvenes de 18 a 27 años, pero lo que terminó en las calles fue un movimiento profundamente distorsionado. La revista WIRED documentó que todo comenzó en un servidor de Discord creado el 4 de noviembre, donde un grupo de jóvenes buscaba articular reclamos apartidistas: violencia, precariedad laboral, vivienda inaccesible y un futuro cada vez más estrecho. Esa agenda duró poco. Antes de llegar a la calle, la movilización fue arrebatada por los viejos actores políticos.
Lo que vimos en esa marcha fue surrealista: Vicente Fox usando símbolos de One Piece (un manga cuyo creador admira al Che Guevara) hasta cuentas originales de la convocatoria administradas después por operadores ligados al PRI. El caso del joven que afirmaba ser apartidista y terminó exhibido como proveedor de campañas del PAN reveló cómo la protesta se convirtió en un instrumento partidista. La amplificación desde plataformas de Ricardo Salinas Pliego, más interesado en su disputa fiscal que en causas juveniles, terminó por completar la apropiación.
Incluso la narrativa de violencia fue funcional: grupos preparados para romper vallas, enfrentamientos frente a Palacio Nacional y detenciones magnificadas por medios afines, en algunos casos con comparaciones absurdas al 2 de octubre. Asistieron aproximadamente 17 mil personas, menos que marchas opositoras previas, pero suficientes para construir un relato político útil para ciertos sectores.
Sin embargo, el descontento juvenil es real. La autodenominada Cuarta Transformación carga uno de sus mayores pendientes: el combate a la violencia. La estrategia de Harfuch busca corregir el rumbo, pero la presencia de figuras como Adán Augusto o el ascenso de Andy López contradicen el discurso de austeridad y alimentan la percepción de una nueva casta dorada. El desgaste puede venir desde dentro si no se atienden las señales.
La oposición tampoco logra leer el momento. Durante años ignoró a la juventud y hoy pretende representarla con emojis, referencias a anime y consignas que no conectan con quienes no pueden rentar, acceder a salud o independizarse. Peor aún: son una población vulnerable para el crimen organizado, que los recluta con falsas ofertas laborales en TikTok e Instagram.
No fue la Generación Z: fue la Generación ZZZ, esa imagen de sueño que describe bien una protesta secuestrada por quienes nunca han entendido a la juventud.
Periodista y sociólogo. @viloja

