El gobierno de Mauricio Kuri ha entrado en una suerte de espiral política, no por cálculo estratégico, sino por la evidente falta de instinto político. Prácticamente cada semana debe recomponer el escenario, no por táctica, sino por necesidad. No impone los tiempos: se somete a ellos. Y eso ya lo deja en desventaja a él y su partido rumbo al 2027.
Formado en el mundo de los negocios y siempre protegido por el colmillo político de Francisco Domínguez, Kuri nunca desarrolló el ojo de tigre que requiere la alta política. La evidencia apareció al inicio de su sexenio, cuando debilitó a su secretaria de Gobierno, Guadalupe Murguía, al restarle facultades en un intento por equilibrar a los distintos grupos de poder que lo llevaron a la cumbre.
Cabe recordar que durante la gestión de Murguía ocurrió uno de los incidentes significativos de este sexenio: la represión en 5 de Febrero contra quienes exigían su derecho al agua. ¿Adivinen quién era el negociador político en ese momento? Exacto: el recién estrenado secretario de Gobierno, Eric Gudiño.
Tras el regreso de Murguía al Senado —de donde quizá nunca debió haber salido—, el gobernador tomó una decisión insólita: nombró a Carlos Alcaraz. Alguien sin experiencia para encabezar una de las carteras más delicadas del gabinete. Donde se necesitaba un viejo lobo de mar, puso a un marinero de agua dulce, que pronto fue devorado por los tiburones políticos.
Y de pena en pena fue su gestión. No entendió la real politik y pensó que las redes sociales podrían suplir su trabajo. La famosa Ley Kuri, que analizaremos después, estuvo entrampada; cero negociaciones con el Legislativo; la parte más radical de la oposición le arrebató la narrativa política. El acabose fue la fallida negociación del proyecto hídrico de El Batán.
Rápidamente el gobierno kurista pagó las consecuencias: se sumergió en una crisis política y de credibilidad de la que aún no logra salir. Tardíamente, Alcaraz fue relevado, pero el gobernador le dio un premio de consolación: lo nombró enlace de su gobierno con el federal para el proyecto del Tren México–Querétaro. En pocas palabras: se lo llevó el tren, pero para que no se viera tan feo el despido, le inventaron un cargo.
Así, desde las plomerías del poder, ahora emerge Erick Gudiño: más operador que estratega. Llega por necesidad, no por convicción del gobernador. Recordemos que en su pasado político ondean las banderas priistas y, brevemente, morenistas. Ahora, abraza ¿fielmente? la causa panista, o al menos la de Kuri.
Ha empezado con bajo perfil: atiende la situación de los queretanos en Texas, se reúne con los empresarios de bares y encuentros discretos con actores políticos. Pero aún no ha dado un giro visible.
Todavía el PAN se mantiene arriba en las encuestas, aunque se asoman nubarrones (como los que ya cubren el cielo de Querétaro rumbo al 2027).
Periodista y sociólogo. @viloja