Ni quince días tardó el PAN en demostrar que sigue siendo el mismo viejo pan rancio, con sus valores conservadores y los mismos personajes de siempre que se oponen a los derechos reproductivos más elementales. Mientras el resto del país avanza hacia un reconocimiento pleno, los diputados blanquiazules Enrique Correa Sada y Guillermo Vega se aferran a sus dogmas religiosos y mantienen al Congreso de Querétaro en abierta desobediencia judicial.

¿Y Morena? Sólo atinó a decir “¡D’oh!” en voz de su diputado Homero, que se abstuvo porque, argumentó, no le dieron a conocer el dictamen. Así las cosas, en una legislatura que hace un mes tenía una trifulca, se arrebataban las boletas y “resguardaban” las urnas.

El jueves 30 de octubre de 2025, en una sesión donde el PAN llevó a sus fuerzas básicas de la vela perpetua, la Comisión de Administración y Procuración de Justicia del Congreso de Querétaro decidió mantener intacto el delito de aborto en el Código Penal. Así, Querétaro se reafirmó como bastión del conservadurismo mexicano. Una vez más, el estado se colocó del lado equivocado de la historia.

Desde hace más de tres lustros, Querétaro vive atrapado en un discurso religioso disfrazado de ley. En 2009, los diputados locales blindaron la Constitución para “proteger la vida desde la concepción”, un gesto simbólico que convirtió la moral personal en mandato institucional. Mientras tanto, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha recorrido el camino contrario: en 2021 declaró inconstitucional criminalizar a las mujeres por abortar, y en 2023 invalidó el delito de aborto en el Código Penal Federal. En cualquier democracia, estos precedentes bastarían para corregir el rumbo. Pero en Querétaro, el Congreso prefiere rezar antes que legislar.

Las consecuencias se traducen en casos como el de Esmeralda, una adolescente queretana violada y criminalizada tras sufrir un aborto espontáneo. Su historia estremeció al país y evidenció la crueldad de un sistema que castiga a las víctimas mientras protege a los victimarios.

Lo ocurrido este octubre no es sólo un episodio legislativo, es un síntoma. Querétaro sigue siendo la tierra donde el poder político se arrodilla ante el altar, donde el miedo a perder votos pesa más que la obligación de respetar los derechos humanos. Pero ni los rosarios sobre los escritorios ni las comisiones amañadas detendrán el paso del tiempo. La historia avanza, aunque en Querétaro se empeñen en detener el reloj.

Los derechos reproductivos no son una moda ni un capricho ideológico: son parte de la dignidad humana. Negarlos, postergarlos o criminalizarlos no hace a la sociedad más justa, sino más hipócrita. Y en esa hipocresía, Querétaro se mira hoy al espejo: un estado moderno en apariencia, pero con leyes que huelen a incienso y al medioevo.

Periodista y sociólogo. @viloja

Google News