Mientras llenaba la boleta de la elección judicial y trataba de recordar qué número correspondía al futuro juez o jueza, pensé que el INE hubiera facilitado más las cosas si lo presentaba como un sorteo del Melate: uno escoge sus números de la suerte, los anota rápido y, si atina a los ganadores de la elección, hasta se lleva un premio. Total, al paso que vamos, la seriedad democrática se ha vuelto tan confusa que no habría sido mala idea disfrazarla de juego.
Entre boletas interminables y una lista de aspirantes que pocos conocen, era evidente que muchos preferirían no participar, ya fuera por desconocimiento o por boicot. Entre quienes sí votaron, hubo quienes se tardaron hasta 25 minutos. No sé cuánto me tardé yo, pero la ventaja es que en mi casilla tenían una silla para comodidad democrática.
La participación fue un reflejo de lo complejo del proceso: apenas entre el 12 y el 13% a nivel nacional acudió a votar y en Querétaro la cifra rondó entre el 10 y el 11%, según datos de la vocal ejecutiva del INE, Ana Lilia Pérez Mendoza. En total, aquí se instalaron 1,378 casillas y votaron 115,992 personas. La complejidad técnica del proceso, sumada a la falta de información y a la apatía promovida desde ciertos sectores opositores, terminó por construir una jornada que unos tachan apocalípticamente como el fin de la democracia y otros como su génesis.
Sin embargo, los primeros no atinan a proponer nada y mientras se presumen demócratas, llamaron a no votar, lo cual contradice, por ejemplo, la propia historia de Acción Nacional, que, en el siglo XX, cuando el PRI tenía controlado todo el aparato estatal para las elecciones, aun así, decidía participar y denunciar las irregularidades.
Hoy esos mismos “demócratas” llamaron a no votar, lo cual representa un retroceso, pues ni siquiera han sabido hacer una propuesta alternativa de reforma ni protestar de manera efectiva más que rasgarse las vestiduras porque, dicen, es el fin de la república... yo acotaría que más bien es el fin de su era de privilegios.
Desde mi punto de vista, me parece sano que se discuta y se analice si los magistrados del Poder Judicial Federal deben ser electos por el pueblo. Eso genera debate público, requisito fundamental de la democracia. Pero elegir hasta los últimos jueces implica un gran ejercicio que pocas personas tuvieron el tiempo, conocimiento técnico o las ganas de realizar. Pero eso debería forzar un avance en formar una ciudadanía informada.
Evidentemente vendrán reformas a partir de esta elección. Todo es perfectible.
Al final, el juego del Melate judicial no estaba tan cargado como algunos decían. No va adelante en el conteo rápido la favorita. La aplanadora oficialista no aplastó y la migajera oposición, que ni jugó ni propuso, ve desde la banca cómo se reparte el poder.
Periodista y sociólogo. @viloja