A veces parece que la Iglesia Católica en México no sólo está fuera de sintonía con los tiempos modernos, sino que va en sentido contrario. Mientras el Papa Francisco marcó un camino hacia la sencillez y la reforma, aquí se distingue por obispos que juegan golf o que compran departamentos de lujo con devoluciones fiscales cuestionables y se dan bendiciones desde helicópteros durante la pandemia.

Pocas veces se paraliza el mundo, pero lo ha hecho tras la muerte de Francisco, el argentino Jorge Bergoglio. Además, el proceso sucesorio del papado siempre despierta una gran expectación, tanto en la feligresía católica como entre diversos actores políticos.

Tras dos días de cónclave, los cardenales eligieron a León XIV como nuevo Papa. Después de cuatro rondas de votación, Robert Prevost, originario de Estados Unidos, aunque nacionalizado peruano, fue electo. Así, la Iglesia Católica parece trazar un rumbo distinto al que había seguido en las últimas décadas, alejándose del anticomunismo y conservadurismo marcado por Juan Pablo II y Benedicto XVI y para acercarse más a las ideas reformistas que caracterizaron al papado de Francisco.

Uno podría preguntarse por qué México, siendo uno de los países con mayor población católica, tuvo poca influencia en este cónclave: apenas tres cardenales con derecho a voto, mientras que Estados Unidos, país que no es de mayoría católica, logró colocar a uno de los suyos en el trono de San Pedro. La respuesta parece estar en que la Iglesia Católica en México va en dirección contraria al siglo XXI. Mientras que el nuevo Papa tiene una visión más progresista, marcada por la sencillez y el acercamiento a las periferias, en México aún pesan los escándalos conservadores.

Por ejemplo, recientemente se reveló que el cardenal Norberto Rivera recibió una millonaria devolución de impuestos por la compra de lujosos departamentos. Además, el fallecido obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, conocido por su afición al golf, un deporte que contrasta con la austeridad promovida por Francisco.

Lo mismo ocurre en Querétaro, un bastión católico por excelencia, donde históricamente ha habido una relación cercana entre la Iglesia y el poder político. Un ejemplo claro fue en 1989, el 5 de mayo, cuando un mes después de que Mario de Gasperín fuera designado como nuevo obispo, se le prestó el Estadio Corregidora, propiedad del Gobierno del Estado, para que se celebrara una misa masiva de bienvenida.

Así que no debe sorprendernos que la Iglesia Católica en México pese poco en las decisiones globales, y menos aún en Querétaro, donde su conservadurismo sigue siendo una fuerza dominante, aunque con los nuevos tiempos quizá llegué un obispo más progresista a estas conventuales tierras.

Periodista y sociólogo

Google News

TEMAS RELACIONADOS