Nuevamente fue en otoño cuando el transporte público queretano colapsó. Fue un déjà vu noticioso, un remake de una mala película donde el ciudadano de a pie es el principal afectado. De septiembre de 2013 a octubre de 2018 no parecen haber pasado cinco años en donde se haya visto mejora de los sistemas de transporte, por el contrario, todo parece seguir igual, a excepción de unos nombres rimbombantes distintos: RedQ y Qrobús.

En 2013 era RedQ. Lo presentaron como un modernísimo sistema de transporte inteligente que finalmente solucionaría el problema de la movilidad en la capital queretana en expansión.

Sin embargo, fracasó desde el primer día. Después llegaría el golpe final del gobierno calzadista, quien dijo que se llevaba a los queretanos en el corazón pero incrementó la tarifa de 6.50 a 8.50 pesos.

Las imágenes que vimos el 10 de octubre, cuando los concesionarios de transporte público decidieron dejar de dar el servicio en una parte de las principales rutas que cruzan la ciudad, fue un recordatorio que el cambio de nombre de RedQ a Qrobús no sirvió de mucho. Que hacer ejes troncales para circulación exclusiva de las nuevas unidades de transporte no vino a mejorar el servicio y que ni las rolas de Alex Lora cantadas en la parada de Carretas iban a salvar el proyecto máximo del gobierno de Francisco Domínguez.

En un país que cada sexenio se reinventa y no existe la planeación a largo plazo, se tropieza siempre con la misma piedra. Y en el caso del paro parcial del transporte del 2018 la ruta fue la misma: modernización fallida y después intento de aumento del costo del transporte. Como realizar dicho incremento tras unas elecciones donde el PAN fue aplastado saldría muy caro en términos políticos para el gobierno de Francisco Domínguez, se decidió administrar el problema, meterlo a la congeladora para que el tema se enfriara, y esperar un mejor momento, como lo hicieron en su ocasión Francisco Garrido y Calzada que hasta el final de su gobierno permitieron el alza.

Sin embargo, por las condiciones económicas y el aumento constante en el combustible se ha provocado una espiral de incrementos hormiga, por lo que los transportistas exigen aumentar el costo de pasaje.

Y, atendiendo el consejo que les dio Francisco Domínguez en su campaña de gobernador de 2015, decidieron poner “patas pa’bajo” la capital paralizando el servicio.

Sin embargo, fue un blofeo malhecho, les falló el cálculo político a los transportistas. No entendieron el humor social y en vez de obtener muestras de apoyo, simplemente consiguieron más rechazo ciudadano. Claro, se podrá argumentar que en realidad no se buscaba el apoyo social, sino simplemente presionar al gobierno para negociar un incremento.

Y como jugadores de póker, pusieron la apuesta muy alta, tasaron la nueva cuota en 15 pesos, un aumento casi al doble del precio base de 8.50 pesos. El siguiente paso fue el blofeo con la presión del paro parcial pero fracasaron al no saber leer las cartas de la ciudadanía ni el mensaje del 1 de julio. Ni tampoco supieron leer el momento político como en los anteriores aumentos que siempre se hacían a final de sexenio estatal, tras el resultado electoral.

El resultado fue un blofeo fallido de los transportistas. Y si pedían un aumento de 15 pesos para dejarlo, quizá, en 10 pesos, ahora tendrán que volver a empezar de nueva cuenta la negociación porque la ciudadanía se mostró en contra de cualquier posibilidad de aumento ante el mal servicio que prestan.

La respuesta final le corresponderá al gobierno de Francisco Domínguez que en primera instancia frenó la intentona de los concesionarios y mandó un mensaje claro. Falta ver si se sostiene en su dicho o termina por doblegarse ante los intereses de los transportistas como lo ha hecho otros gobiernos.

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