El paso del ser humano por la vida, sabemos, es efímero, pero no así las cosas que realiza en su tiempo y que quedan como testimonio de la época que le tocó vivir. Así la historia, el arte y la cultura nos permiten conocer y enterarnos de mucho de lo que hicieron los ancestros, esas personas de quienes nos separan cientos de años en el correspondiente tiempo de cada cual, en este mundo donde el tiempo corre sin detenerse jamás. En efecto, el tiempo no se detiene en realidad, pero las expresiones que reúnen las viejas ciudades nos regalan la oportunidad de transportarnos, por momentos, al pasado lejano, y acudir a palparlo como un valioso regalo que se disfrutará mientras no ocurran destrucciones por eventos naturales o por la irresponsabilidad del propio ser humano.
La gran mayoría de las ciudades en el mundo, enfrentan el reto de compartir lo antiguo con lo moderno y comprometen, tal vez sin pretenderlo, los propios testimonios de época que más allá de cualquier explicación razonable, difícilmente podrán alcanzar la armonía necesaria para que coincidan la utilidad con la estética y la belleza. Aquí una imagen de un faro en el puerto de Marsella, Francia, donde el avance tecnológico obligó a la colocación de una antena y radar para monitorear el tránsito marítimo en pleno siglo XXI. Seguramente se aprovecha la vieja infraestructura para operar en la modernidad pero se le otorga un mayor valor a la ubicación de un viejo faro que espero jamás deje de sorprender a las actuales y nuevas generaciones, como nos siguen sorprendiendo muchos detalles de ciudades como la nuestra, este Querétaro nuevo que deseamos conservar.
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