Corcholatas y taparroscas han comenzado a esbozar su diagnóstico sobre el estado de cosas en México y sus propuestas para avanzar en las soluciones. Llegar al estado actual de cosas nos llevó décadas por lo que cambiar el statu quo supone varios años de ajustes.
Uno de los diagnósticos más certeros, una explicación prístina sobre los problemas del país lo ha ofrecido la académica y periodista Viridiana Ríos en su libro “No es normal”.
El capitalismo a la mexicana es un capitalismo que no busca la competencia. Es una oligarquía que capturó el estado y generó unas reglas del juego que solo beneficia a una élite. Esto genera una nula movilidad social y una inexistente circulación de las élites.
Por eso “echarle ganas” no basta para acceder a la movilidad social. Los pobres seguirán siendo pobres, por más que haya escasos garbanzos “de a libra” que logran subir en este juego de serpientes y escaleras.
Viridiana Ríos expone que esa situación se expresa en el inmovilismo en la lista de las grandes empresas.
En Estados Unidos las corporaciones que dominaban hace 20 años hoy no la rifan. El mercado ha cambiado, jugadores tradicionales han salido y han surgido gigantes de la tecnología que tal vez no sean las mismas dentro de 20 años.
En cambio, en México las grandes empresas que dominaban los rankings hace 20 años son las mismas en 2023.
México es un paraíso fiscal. Recauda menos como porcentaje del PIB que la abrumadora mayoría de los países de Latinoamérica. Por lo tanto es mentira que el gobierno tenga dinero a raudales. El presupuesto siempre es insuficiente porque recauda poco.
Y no es que la economía informal sea una enorme sangría para las finanzas públicas. En “No es normal” se documenta que las grandes empresas pagan proporcionalmente menos que una persona de clase media.
Además, frente a otros países, las grandes empresas destinan menos de sus ingresos al pago de sus trabajadores. La rebanada más grande del paste se la llevan los propietarios.
La académica graduada en Harvard ha dicho que "ojalá el problema de México fuera la corrupción" pues eso se combatiría con cambios en el diseño institucional y aplicación de las leyes, lo que a los gringos les da por nombrar como “Law Enforcement”.
El meollo del asunto, dice, es estructural porque las reglas del juego están hechas para favorecer a una oligarquía. Aquí es donde discrepo con la autora de “No es normal".
Un régimen capturado, donde las injusticias están codificadas en las leyes, es un régimen desnaturalizado, incapaz de regular el mercado y de garantizar que su población goce de los derechos humanos que la constitución y los tratados internacionales reconocen.
Un régimen que se desvía de su misión de hacer que las personas gocen de sus derechos humanos, es un régimen corrupto. El problema sí es la corrupción.
La corrupción no es solamente el funcionario ratero que se apropia del presupuesto, que lo desvía a una campaña o que acepta un "moche" para favorecer a un privado. La corrupción también es que haya una captura de las reglas del juego, la aprobación de leyes que legalizan las condiciones que generan la desigualdad.
La Ley es la Ley, pero en México está hecha para favorecer a una minoría. Coincido con Viridiana Ríos. Sin embargo, las reglas no aparecen en el éter. Son un producto de grupos políticos concretos que velaron por los intereses oligárquicos. Y eso también es corrupción.
Consultor, académico y periodista