Bienvenido Andrés Manuel López Obrador como presidente de México. Lo recibo, como millones de ciudadanos, con esperanza. Y también, como millones de ciudadanos, con temor.

Esperanza, porque nos ha prometido un cambio que muchos deseamos y que todos necesitamos y merecemos: el de vivir en paz, el de acabar con la corrupción y el de atender a los pobres para que salgan de la pobreza, que es nuestra vergüenza nacional y nuestra deuda histórica.

Temor, porque para hacer ese cambio dice usted cosas, toma decisiones y se acompaña de personas que no son siempre lo mejor.

Esperanza, porque nos ha mostrado que tiene claridad sobre sus atribuciones y responsabilidades y que tiene la voluntad de asumirlas sin escudarse en nada ni pasárselas a otros, así ello implique no cumplir con promesas de campaña.

Temor, porque no escucha a quienes saben y le hacen propuestas y reclamos. Y porque no le gusta la crítica, esa que usted ejerció tantos años, lo que muchos consideramos sano y necesario, valiente y admirable, pero a la que hoy responde con el insulto, la burla y la descalificación, sacando de formar parte del pueblo mexicano a los que la ejercen, dividiéndonos en buenos y malos, amigos y adversarios.

Esperanza, porque llega al cargo con la mayor de las legitimidades posibles, no solo por los 30 millones de votos recibidos sino por la fe que le tienen los ciudadanos.

Temor, porque se apoya en un Congreso que cuenta entre sus integrantes a personas oportunistas y arrogantes, pero sobre todo sumamente ignorantes, que hablan más de la cuenta, adoran demasiado el reflector y hacen mucho daño.

Esperanza, porque nos ha prometido un gobierno que va a cumplir con la misión que le corresponde y que los anteriores han olvidado: la de ocuparse de que los ciudadanos tengan empleo, servicios, educación, salud, oportunidades.

Temor, porque los mexicanos están demasiado acostumbrados a recibir todo del gobierno, sin considerar que ellos también tienen alguna responsabilidad en su bienestar.

Hace algunas semanas en este mismo espacio hablé sobre la nueva Basílica, en la que se había convertido la casa donde usted despachó en la transición, a toda suerte de personas y grupos pidiendo. Y hace unos días en una conferencia, un señor del público dijo: “Mi hija tiene tres hijos y no se da abasto para mantenerlos. ¿Qué podemos hacer?” A lo que alguien le respondió que no se preocupara, que a partir del 1 de diciembre llegaría el dinero para las madres solteras, para los jóvenes, para los ancianos, para otros. Esto es lo que usted ha prometido y es lo que muchísimos están esperando, siguiendo con esa misma cultura. ¿Cuándo nos haremos responsables de nuestras decisiones sobre cuántos hijos tener, sobre si estudiar o trabajar o delinquir, sobre el consumo de drogas?

Esperanza, porque usted ha prometido refundar las instituciones para que sean más adecuadas al gobierno que se propone hacer.

Temor, porque para ello se está despidiendo a miles de personas, que quedarán sin empleo y sin ingresos, lo cual no solo es triste e injusto sino peligroso. Esperanza, porque usted ha prometido gobernar con ética y con valores.

Temor, porque los mexicanos no tenemos los mismos valores, no pensamos igual sobre la vida, la familia, el futuro, y tantas otras cosas, ya que somos un pueblo muy diverso. Y sería terrible que se quieran imponer unas mismas y únicas maneras a todos, así se las envuelva en la palabra “moral”.

Andrés Manuel: 120 millones de mexicanos dependeremos de lo que usted haga a partir de hoy y en los años por venir. Para bien y para mal, cada una de sus decisiones nos va a afectar. Hoy le damos la bienvenida con el deseo de que se cumplan nuestras esperanzas y no nuestros temores. Como escribió la poeta Ida Vitale: “Dame las convenidas esperanzas, dame milagro. Ahora solo tengo confusión y miedo”. 

Escritora e investigadora en la UNAM

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