Sara Sefchovich

1968: ¿parteaguas?

Creer que el 68 fue un año crucial para el homo sapiens, que cambió el siglo XX, que fue un parteaguas en la historia de México y que modificó por completo las vidas de los participantes en él, me parece una exageración.

07/10/2018 |05:23Sara Sefchovich |
Redacción Querétaro
RedactorVer perfil

Para muchos el movimiento estudiantil de 1968 fue un “parteaguas” en la historia nacional. En otros países se piensa que fue todavía más importante: según el suplemento Babelia del diario El País, “cambió un siglo” y Ricardo Bada dice que fue “un año crucial para el homo sapiens”.

Y es que “de París a Praga, de California a México, fue un año plagado de promesas”, como sostiene el suplemento español. Pero también porque para muchos de quienes lo vivieron fue un año “que cambió nuestras vidas”.

Esto último puede ser. Eso depende de cómo participó y cómo le fue a cada quien. Pero de allí a creer que el 68 fue un año crucial para el homo sapiens, que cambió el siglo XX, que fue un parteaguas en la historia de México y que modificó por completo las vidas de los participantes en él, me parece una exageración.

Se que decir esto está mal visto entre tanta celebración y discurso. Pero aún así, lo sostengo.

¿Años cruciales para el homo sapiens?: El descubrimiento del fuego, de la agricultura, de la máquina de vapor, de los antibióticos, de la televisión, por solo mencionar algunos.

¿Cambiar el siglo XX?: La caída del imperio otomano, las revoluciones rusa y mexicana, con sus millones de muertos y desplazados; el surgimiento de Estados Unidos como potencia; las dos guerras mundiales que cambiaron el mapa del planeta y dieron fin a imperios. La segunda de ellas, según Tzvetan Todorov, fue “el acontecimiento político mas importante del siglo XX, pues fue producto del enfrentamiento entre regímenes democráticos y regímenes totalitarios en el que los segundos pretendían corregir los defectos de los primeros. Este conflicto, responsable de unos sesenta millones de muertos y de infinitos sufrimientos, concluyo con la victoria de la democracia, se venció al nazismo en 1945”.

Y después: el nacimiento de la China comunista, la apertura de Japón a punta de cañonazos, la independencia de India, la modificación del mapa de Medio Oriente con la creación de varios Estados, las guerras de liberación que en África y Asia se quitaron el yugo colonial.

Y más después todavía: la guerra de Indochina y la Revolución Cubana; y los avances científicos y tecnológicos que modificaron desde la salud y la alimentación hasta la manera de transportarse, informarse y comunicarse.

¡Todo eso sí que cambió al mundo, al ser humano, al siglo XX y a México!

El 68 vio nacer movimientos antiautoritarios y rebeldes, como los definió Enrique Krauze, pero no ideas, en un siglo en el que muchas ideas muy importantes se hicieron realidad: el fascismo y el socialismo por ejemplo. Y en un siglo en el que nacieron el sicoanálisis, el feminismo, la defensa de las minorías y de la diversidad, la búsqueda de la libertad individual, del respeto a los derechos humanos y al medio ambiente.

Las protestas de 1968 fueron sin duda el inicio de cambios significativos que aun hoy estamos viviendo, pero también, como pasa con todos los acontecimientos sociales, fueron el resultado lógico de los sucesos y procesos anteriores, especialmente (por paradójico que parezca) de la democracia y la estabilidad, del fortalecimiento de las clases medias y su posibilidad de acceder a la educación y al bienestar material.

Por eso, con toda su importancia, el 68 no es “el momento insuperable de la historia”, para usar una expresión de Maurice Blanchot, por más que así lo quieran creer quienes lo vivieron, pues cada quien quiere creer que lo que le tocó vivir es lo más importante que ha sucedido.

Hoy, a medio siglo de distancia, no le asignemos un peso que no tuvo, pues con su peso real es más que suficiente: el de una fiesta colectiva que hizo vibrar a Paris y California y que tristemente, en México y Praga fue reprimida brutalmente. Y el de un símbolo que representa el deseo de cambio con el que muchos soñaron y seguimos soñando.