Entierren las carabinas donde puedan volver a encontrarlas. —Rubén Jaramillo

Hace 50 años, el 23 de mayo de 1962, en el periodo de gobierno del mexiquense Adolfo López Mateos, fue asesinado el líder campesino zapatista Rubén Jaramillo Ménez, quien en 1914, contando apenas con 14 años, se incorporó a las filas del Ejército Libertador del Sur, comandado por Emiliano Zapata, y por cinco décadas luchó por la tierra, la dignidad y la justicia para los campesinos y los obreros de México.

Aquel día triste, más de 50 soldados, con ropa de civil, irrumpieron en su casa, en Tlaquiltenango, Morelos, y lo sacaron por la fuerza, con su esposa embarazada, Epifania Zúñiga, y sus hijos Enrique, Filemón y Ricardo, de 20, 24 y 28 años, respectivamente. Dos horas después, los cinco secuestrados fueron acribillados en las cercanías de la zona arqueológica de Xochicalco. Oficiales que participaron en la masacre declararon después que lo hicieron “acatando órdenes superiores”. Mi padre nunca entendió cómo pudo disponer una matanza tan vil el último presidente al que respetó.

En la revista Siempre!, Carlos Fuentes relató el crimen en los siguientes términos: “Los bajan a empujones, Jaramillo no se contiene: es un león de campo, este hombre de rostro surcado, bigote gris, ojos brillantes y maliciosos, boca firme, sombrero de petate, chamarra de mezclilla, se arroja contra la partida de asesinos; defiende a su mujer, a sus hijos, al niño por nacer; a culatazos lo derrumban, le saltan un ojo. Disparan las subametralladoras Thompson. Epifania se arroja contra los asesinos; le desgarran el rebozo, el vestido, la tiran sobre las piedras. Filemón los injuria; vuelven a disparar las subametralladoras y Filemón se dobla, cae junto a su madre encinta, sobre las piedras, aún vivo, le abren la boca, toman puños de tierra, le separan los dientes, le llenan la boca de tierra entre carcajadas. Ahora todo es más rápido: caen Ricardo y Enrique acribillados; las subametralladoras escupen sobre los cinco cuerpos acribillados. La partida espera el fin de los estertores. Se prolongan. Se acercan con las pistolas en la mano a las frentes de la mujer y los cuatro hombres. Disparan el tiro de gracia. Otra vez el silencio en Xochicalco.”

Recordando estos hechos tristes se ha estado presentando en distintos pueblos de Morelos y en la ciudad de México el libro Félix Serdán Nájera. Memorias de un guerrillero jaramillista, escrito por Ricardo Montejano y publicada por Desinformémonos Ediciones. El libro recupera los recuerdos de don Félix Serdán, viejo luchador jaramillista que está próximo a cumplir 96 años y que durante décadas acompañó a Jaramillo en su larga lucha por las reivindicaciones de los trabajadores de la tierra de Zapata, portando siempre sus dos armas de combate: la carabina y la máquina de escribir.

En el gobierno de Lázaro Cárdenas, Rubén Jaramillo fue fundador del Ingenio Azucarero “Emiliano Zapata”, en Zacatepec, que formó parte de un gran proyecto productivo para el mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo de los campesinos cañeros y sus familias. Más tarde, durante 1946 y 1952, fue candidato al gobierno del estado de Morelos, entidad en la que nació, teniendo que enfrentar el fraude electoral al que el PRI recurría cada vez que sus triunfos se ponían en entredicho.

Miles de campesinos acudieron al entierro de Jaramillo; Lázaro Cárdenas estuvo presente en un acto organizado por el Movimiento de Liberación Nacional para condenar, junto con todas las fuerzas opositoras al régimen, el asesinato del inolvidable combatiente zapatista.

Antropólogo

Google News