Pasados los lamentables hechos de estas semanas, una reflexión sigue pendiente, es lo que pasa en las historias de vida de aquellos jóvenes que son reclutados por el crimen organizado. No basta con condenar sus actos o señalarlos de culpables; necesitamos entender el contexto y el cómo llegan a un callejón del que pocas veces hay salida. Cada uno de esos jóvenes fue, antes que sicario o cómplice, un adolescente que muy probablemente no encontró otras opciones, formado en el abandono, sin oportunidades reales de educación, empleo o futuro. En el fondo, detrás de cada tragedia, se esconde el fracaso de un Estado que no supo ofrecer alternativas mejores de las que les hacen los grupos criminales.
Queda claro que las becas y capacitaciones de empleabilidad no han sido suficientes, mucho menos las prohibiciones a los géneros musicales. Sin incentivos reales para no delinquir, miles de jóvenes seguirán encontrando en las mafias lo que el Estado no les ofrece: pertenencia, propósito y, sobre todo, ingresos. Los últimos datos del IMSS son alarmantes. De enero a septiembre de 2025, apenas se crearon 1,046 empleos formales para jóvenes de 20 a 29 años, frente a más de 54 mil el año anterior: una caída del 98%. Incluso para las personas mayores de 70 años se generaron más plazas que para los jóvenes.
Otro dato alarmante: el mayor generador de empleo para jóvenes en México no está en la industria, ni en la cultura, la academia o el sector público, sino en las plataformas de delivery. En octubre, más de un millón 114 mil trabajadores se registraron en ellas, pero solo 150 mil lograron cotizar lo suficiente para acceder a derechos laborales plenos. El resto vive en el limbo laboral de la economía digital.
Las empresas formales contratan a quienes ya tienen trayectoria. La formalidad parece no tener espacio para la realidad de miles de jóvenes que buscan media jornada para poder estudiar, o modalidades remotas que les eviten trasladarse horas hasta sus lugares de trabajo. Cientos de jóvenes abogados, ingenieros o profesionistas que apostaron por prepararse durante años se topan con una paradoja dolorosa: en este país, ejercer legalmente cuesta más que vivir en la informalidad.
Y aunque existen esfuerzos loables, como la reciente creación del Centro Público de Formación en Inteligencia Artificial, presentado por la presidenta Claudia Sheinbaum, que capacitará a 10 mil jóvenes, siguen siendo insuficientes frente al abismo de desempleo y desigualdad. La mayoría de los jóvenes mexicanos no busca aprender ciencia de datos o inteligencia artificial; busca vivir con dignidad, sin tener que elegir entre un empleo precario o unirse a un grupo criminal.
México necesita un gran pacto generacional: políticas efectivas de primer empleo, incentivos fiscales, modelos duales que integren escuela y trabajo, y un sistema de formación profesional que sea verdaderamente efectivo. No se trata de cifras, sino de dignidad. Si México no abre la puerta laboral a sus jóvenes, otras organizaciones lo harán.
@RubenGaliciaB

