El primer informe de gobierno de Claudia Sheinbaum, no fue un discurso cualquiera, fue, en buena medida, una reafirmación de identidad política y de estilo de gobierno. Una hora con veinte minutos bastaron para confirmar lo que ya había sido evidente desde su toma de posesión: la primera mujer presidenta de México construye su narrativa a partir de ese hecho histórico, reiterando que no llegó sola, sino con todas las mujeres mexicanas. Esa insistencia es más que un recurso retórico; es la columna vertebral de su comunicación política.
El orden del discurso siguió un guion previsible: arranque con reformas y modificaciones constitucionales de estos primeros once meses; paso por el panorama macroeconómico, PIB, empleo, salario mínimo, aranceles; mención a programas sociales y cifras de beneficiarios; y un repaso rápido al sector educativo, limitado a enumerar las becas. En contraste, Sheinbaum dedicó un tiempo mayor a salud, sobre todo a detallar obras de infraestructura hospitalaria en los estados, para luego avanzar en vivienda, mujeres y, con mayor detalle las obras de infraestructura: carreteras, el aeropuerto Benito Juárez, el corredor interoceánico, los proyectos de agua potable, saneamiento y las estrategias de recuperación para la CFE y Pemex. La seguridad fue el cierre, con menciones especiales a Rosa Icela Rodríguez y Omar García Harfuch, dos figuras clave de su gabinete.
Sin embargo, más allá de la lista de acciones, la diferencia respecto a los informes de su antecesor Andrés Manuel López Obrador es notoria. Mientras los mensajes de AMLO se cargaban hasta en un 80% de retórica ideológica y confrontativa, el discurso de Sheinbaum estuvo marcado por un tono más técnico, descriptivo y orientado a datos.
El primer problema es el de siempre: las cifras. Sheinbaum presumió reducciones en homicidios dolosos (25.8%), delitos de alto impacto (20%) y feminicidios (34%). Pero omitió las 133 mil personas desaparecidas en México. Tampoco mencionó que 338 policías han sido asesinados en estos once meses, ni las omisiones en las estadísticas de violencia de género, donde aún se oculta la magnitud del feminicidio clasificando muchos casos como homicidios comunes. Entre enero y julio de 2025, 394 mujeres fueron víctimas de violencia feminicida.
El segundo, las omisiones. Los temas de medio ambiente ni se mencionaron, la cultura se redujo a un par de líneas protocolarias y el tema de las juventudes se limitó a la mención de becas, sin reconocer el potencial que hoy tienen las y los jóvenes en ámbitos tan diversos como el emprendimiento, la tecnología o la participación cívica. Deporte, ciencia e innovación pasaron por alto. Es comprensible que un discurso presidencial no pueda abarcarlo todo, pero lo que se omite también habla: muestra las prioridades y los intereses de un gobierno.
En resumen, un discurso con mayor densidad técnica, pero igualmente selectivo en su narrativa de la realidad. Sheinbaum mostró un gobierno que busca presentarse como eficiente, técnico y cercano a la gente a través de sus programas. Pero también dejó claro que, más allá de la retórica de inclusión, el verdadero reto de su administración será cómo lidiar con los silencios: esos temas que no se nombran, que no se cuantifican, que no se enfrentan.
@RubenGaliciaB