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Como cada año, el Paquete Económico se convierte en el mejor retrato de las prioridades del gobierno en turno y en este espacio de opinión nos tomamos un momento para hacer algunas reflexiones al respecto. El primer comentario es inevitable: este presupuesto exhibe un gobierno no tiene dinero y busca mayor recaudación por donde sea. Aunque se prometió que no habría nuevos impuestos, los habrá.
Las bebidas saborizadas tendrán un impuesto de $3.08 por litro, el tabaco sube de 160% a 200%, los videojuegos con “contenido violento” tendrán un gravamen del 8%, y las apuestas pasarán de 30% a 50%. A primera vista, estas medidas parecen justificarse desde un discurso de salud pública y seguridad: contra la diabetes, el tabaquismo, las adicciones lúdicas o la violencia juvenil. Sin embargo, la narrativa se rompe al ver el enorme recorte en salud: 113 mil millones menos, con lo que desaparecerán programas clave como los de obesidad, VIH y vigilancia epidemiológica. La Secretaría de Salud pasará de 27 a 16 programas.
Otra contradicción: el Poder Judicial contará con 86 mil millones de pesos, casi 16 mil millones más que en 2025, pese a que la reciente reforma y la elección de jueces fueron justificadas bajo la bandera de la austeridad. Y en contraste, la Secretaría de Energía tendrá uno de los mayores aumentos, con 267.4 mil millones de pesos, aunque el 98% de ese presupuesto se destinará a Pemex: pagos de deuda y la refinería de Dos Bocas. Es un rescate (tirar dinero a un barril sin fondo), más que una apuesta de futuro energético del país.
En el sector de juventudes, seguimos sin políticas públicas que ofrezcan alternativas culturales, deportivas y digitales, el gasto en juventud sigue concentrado en Jóvenes Construyendo el Futuro (25,173 millones de pesos) y en becas, políticas que ven a este sector más como beneficiarios pasivos que como actores proactivos con potencial para transformar el país.
El mismo rezago se observa en ciencia, tecnología e innovación: los incrementos presupuestales de apenas 3-4% se diluyen frente a la inflación, dejándonos prácticamente en el mismo lugar. En contraste, para proyectos de infraestructura prioritaria, el dinero fluye: sólo el Tren México–Querétaro recibirá 104,576 millones de pesos, confirmando que el sello de este sexenio sigue siendo la obra pública mesiánica.
Los indicadores macroeconómicos que acompañan el paquete económico: crecimiento del PIB de entre 1.8% y 2.8%, inflación en 3% y tasa de interés en 6%. Muy optimistas perspectivas, pero el verdadero debate comienza ahora en el Congreso: veremos qué diputadas y diputados defienden la educación, la salud y el agua, quienes buscaran mayores recursos para sus Estados. El reto está en que este presupuesto sirva verdaderamente para enfrentar los retos de largo plazo o se convertirá, otra vez, un documento de buenas intenciones y contradicciones.
@RubenGaliciaB