Ha pasado poco más de una semana desde los lamentables hechos provocados por el huracán Otis en Acapulco, desde entonces la información ha sido deficiente por decir lo menos y la respuesta de las autoridades, a todos los niveles, ha quedado rebasada.
Si bien es cierto que este tipo de emergencias climáticas son imposibles de predecir, también es cierto que hoy existe la tecnología, la información y los datos para anticipar y prepararse mejor para mitigar los impactos de desastres naturales. La era de la información en la que vivimos nos brinda acceso a herramientas avanzadas, como sistemas de monitoreo climático, modelos predictivos y análisis de datos en tiempo real.
De la misma manera, la tecnología no solo sirve para responder a emergencias, sino también para fortalecer la resiliencia de las comunidades ante posibles desastres. La inversión en infraestructuras inteligentes, sistemas de alerta temprana y capacitación para la población puede marcar la diferencia en la capacidad de una sociedad para enfrentar y recuperarse de eventos catastróficos.
Sobre esto, dos reflexiones me parece hay que tener muy presentes, la primera es que Otis es el ejemplo perfecto de lo que el cambio climático traerá consigo de aquí en adelante, huracanes cada vez más frecuentes y de mucho mayor intensidad; y la segunda tiene que ver con la capacidad de respuesta ante situaciones de emergencia que requerimos de nuestros gobiernos, ya sea causados por el cambio climático, por conflictos geopolíticos o por algún tipo de riesgo sanitarios, los gobiernos de todos los niveles necesitan estar capacitados y preparados para hacerles frente.
La capacidad de liderazgo que tengan nuestros políticos debe medirse en situaciones como las que hoy padece Acapulco, ahí es en donde verdaderamente conocemos su temple, su capacidad de organización, su creatividad para resolver los problemas, su empatía con las personas afectadas y, sobre todo, su habilidad para tomar decisiones rápidas y efectivas. En esos momentos críticos, se revela la verdadera naturaleza de un líder, ya que no hay espacio para la improvisación o la incompetencia.
Imaginemos un político que, en medio de una catástrofe natural, demuestra calma y determinación, coordinando eficientemente los esfuerzos de rescate, asegurando la distribución de recursos y ofreciendo consuelo a quienes lo necesitan. Esa es la clase de liderazgo que deja una huella duradera en la memoria de la sociedad.
Es en esas circunstancias extremas donde vemos la diferencia entre un político que simplemente ocupa un cargo y aquellos que están verdaderamente comprometidos con el bienestar de quienes depositaron en ellos su confianza. La capacidad de liderazgo en tiempos de crisis no se trata solo de dar discursos elocuentes, sino de acciones concretas que demuestren la capacidad de tomar las riendas y guiar la recuperación lo más rápidamente posible.
Acapulco hoy necesita lo mejor de sus líderes y no solamente de los políticos, sino también de aquellos líderes comunitarios y empresariales que, en conjunto, puedan impulsar el resurgimiento de la ciudad. En las emergencias se conoce a los verdaderos líderes.